Huevas de sepia

Queridos amantes de mis creativas recetas de cocina, he de comunicaros que hoy es un día muy difícil para mí, tengo frente a mí un duro combate al que alguien ha osado retarme. Desconozco quién es este alguien ni los motivos por los cuales se dirige a mí para proponerme este difícil reto, es una receta de la cual dice que es imposible poderse llevar a efecto.

    El caso es que esta mañana en mi buzón tenía una carta con el único remite legible de “A ver si es usted capaz de elaborar esta receta”. Abrí la carta y cuando ley el nombre de la receta me di cuenta perfectamente que la persona que me lo había hecho llegar, me tenía que odiar mucho y, seguramente en caso de que llevase razón iba a estar riéndose de mí toda una eternidad. Pensé que en caso de no conseguirlo….¡Menos mal que no conocía personalmente a la persona en cuestión! y por lo menos no se reiría delante de mí.  

    ¡Qué equivocada que está esa persona! Muy mal por dudar de mis grandes cualidades como chef creativo. Siempre traté a todos los fieles seguidores de mis recetas con todo el respeto del mundo. Sé que algunos de ellos después de tanto tiempo y a raíz de éstas, habrán cambiado sus hábitos alimenticios y me estarán agradecidos de por vida. Otros por el contrario (que de todo tiene que haber en la casa del señor) se habrán vuelto vegetarianos al no comulgar con ellas. Ciertamente nunca me agradecieron nada, para qué mentir, pero nunca pusieron en duda mis conocimientos como lo ha hecho la persona anónima que me ha retado y que encima dice que el reto saldrá en el periódico local de menor tirada en la sección de contactos, así como el resultado.

    Por todo ello queridos feligreses, estaré algunas semanas o meses distanciado de vosotros. Tendré que volver a rebuscar en esos culinarios archivos que ya tenía olvidados pues toda ayuda que pueda darme a mí mismo resultará imprescindible.

    El reto al que he sido sometido mediante carta postal no es otro que elaborar la receta siguiente. Os quiero pedir con toda la humildad que me es posible que no os mareéis por favor: “HUEVAS FEMENINAS DE SEPIA MASCULINA BAÑADAS EN RICA SALSA VERDE JA JA JA” ¿Qué?, ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo?, supongo que más o menos como a mí cuando mis ambos dos ojos con aureolas celestiales la leyeron. He tenido que trabajar mucho para sacarle su intríngulis.

    Lo primero que se me pasó por la cabeza es que el “jajaja” del final sonaba un poco a cachondeo. Lo segundo que se me pasó por la misma cabeza es que en la tal receta debía de haber alguna maquiavélica trampa. Pensé que quizás las sepias fuesen hermafroditas (lo cual hubiese hecho más llevadera la faena) y la trampa radicase ahí. Debido a mi desconocimiento de este cefalópodo autóctono de los mares cálidos y tropicales, tuve que informarme mucho al respecto sobre ellos. No se me caen los señores de los anillos en reconocerlo. Después de informarme, para mi disgusto resulta que no son hermafroditas. Hay sepias y sepios por separado. También por mi cabeza pasó la brillante esperanza de que a lo mejor la retadora persona se había equivocado en el etiquetado de la receta y se quería referir a “Huevos de sepia bañados en rica salsa verde”, que con una ligera intervención quirúrgica en las nobles partes del sepio asunto arreglado, pero no, enseguida deseché esta opción, el “jajaja” del final era claro síntoma de mi error. El nombrecito de la receta es tal cual, sin más más, y sin más menos partido por dos.

    Mientras me hallaba metido de lleno en el estudio de la receta pensé que quizás la persona retadora volviese por mi buzón a ver si había aceptado el reto o por el contrario me había traído más bien al fresco. Para demostrarle mi innato y aventurero carácter escribí esta nota la cual pegué en la parte frontal de mi buzón solicitando que no lo leyese nadie que no fuese el/la interesado/da:

    <<Hola persona equis retadora, no has tenido el valor de identificarte y te has ocultado en el anonimato. Poca fe tienes en tu convicción con respecto al reto porque sino, no te hubiese importado, pero bueno, tú sabrás. Sólo te diré que si crees que te podrás estar riendo de mí eternamente por no haber sido capaz de llevar el reto hacía adelante y hacía atrás, estás muy equivocado/a. Borra esa sonrisa maliciosa que seguro que ahora mismo tienes porque no lo has conseguido; que sepas que aunque has pretendido hacerle un daño irreparable a mi ego coccionador, no te guardaré rencor, bueno, un poco sí. Si tras saber esto no pudieses vivir con este poco rencor que guardaría hacia ti y quieres que este “un poco sí” se convierta en “cerete en rencor”, me bastaría con que meditases sobre tu indigno proceder. Siéntate cómodamente. Enciérrate en ti mismo/a y saca las debidas conclusiones sobre tu malévolo proceder.

    Persona equis retadora, no sé si las sepias sean masculinas o femeninas producen huevas o no. Tampoco sé el número, pero de todas formas si no tienen huevas ya las sacaré de algún lado. Unas huevas por muy femeninas que sean no van a conseguir doblegar mi espíritu de sacrificio en pos de la cocina creativa que tantos exitosos momentos de felicidad nos han dado a todos a excepción (parece ser) de ti. Sólo me resta, y en esta ocasión también me suma, decirte que muchas gracias por la gran confianza que has depositado en mí, el tiempo pondrá a cada uno en el lugar que le corresponda en el tortuoso sendero de la vida.

Receta : Huevas femeninas de sepia masculina bañadas en rica salsa verde ja ja ja.

Ingredientes:

- Huevas femeninas de Sepia masculina.
- Rica salsa verde.
- Imprevistos
- Ja Ja Ja

    Seguramente el primer problema que nos encontraremos será hallar el lugar donde poder conseguir estas preciadas huevas femeninas de sepia masculina. Problema sería para todo aquel que no tenga realizado el cursillo on line de “Buceo marino a pulmón libre en busca de la sepia masculina y sus huevas femeninas”.  Las casualidades de la vida (que son muchas) han querido que yo sí lo tenga hecho. La verdad es que cuando estaba realizándolo pensé que era una soberana gilipollez ¿Para qué iba a valerme en mi diario vivir ese cursillo?. No obstante lo acabé. Todo lo que empiezo suelo acabarlo a no ser que algún imprevisto lo interrumpa, y además, que el saber no ocupa lugar o por lo menos eso dicen. En mi caso esto no es totalmente cierto porque el saber sí que ocupaba lugar en mí. De hecho tuve que quitar algún “saber” que otro del lugar de mis conocimientos para darle cabida a este nuevo “saber” que estaba tomando forma en mí y que tanto espacio ocupaba. Fue difícil decisión, ¿Qué “saber” quitar?, debía meditarlo concienzudamente. Quizás en un futuro próximo ese saber que pretendía quitar podría valerme para algo y entonces no podría recurrir a él. Del amplio abanico de posibilidades que mis grandes conocimientos sobre todo me ofrecían, me decidí por quitar el “saber” sobre “Alpinismo y descenso arriesgado y precipitado en parapente sin haber tenido la precaución de medir la distancia existente entre el impulso desde la cúspide del montículo y el tiempo que podría transcurrir hasta la rotura de la crisma propia contra el rocoso suelo neozelandés”. Tengo que hacer constar que no esperaba que el “saber” sobre la sepia de los huevos ocupase tanto lugar en mí, casi se me sale involuntariamente el “saber” sobre “Coitus Interruptus o marcha forzada para atrás debido a la inoportuna llegada de alguien ajeno a este acto tan íntimo y consentido entre dos personas de diferente sexo”. Por suerte me di cuenta a tiempo y esto no ocurrió. Seguiré sabiendo qué hacer cuando alguien interrumpa este acto tan íntimo entre otra persona (de diferente sexo) y yo.

    Pero vamos a lo que vamos, no nos liemos con cuestiones metafísicas que a ningún lado nos llevarían. Tenemos que dar con un ínclito e inocente sepio que tenga huevas femeninas. Si vamos al mercado y pedimos esto seguramente nos detengan y nos lleven derechos al cuartelillo. Pensaran que es un mensaje cifrado y tendremos que enfrentarnos allí a largas horas de duro interrogatorio policial. No se creerán nunca que estamos allí por culpa de un culinario reto. No nos quedará más remedio que ir al origen del problema al igual que hicimos en la anterior receta de los cangrejos de río, por cierto, últimamente nos estamos mojando en exceso.

    Pues como iba diciendo....la persona equis retadora no nos deja más opción que invadir “pulmonarmente hablando” el hábitat de las sepias y sepios. Por suerte nos encontramos en una ciudad que tiene mar (supongo que con esto no contó). Sinceramente creo que este mar que poseemos en nuestro hábitat como que no es muy tropical que digamos, ¡Pero quién sabe!, quizás veamos algunas sepias que estén migrando y hayan perdido el sentido de la orientación. Lo que sí sé es que estos bichejos normalmente están mojados y son muy escurridizos. Salen por la noche a buscar su cena por lo que nosotros deberemos ir en su busca con nocturnidad, alevosía y la ayuda de Dios incorporada. Ese día sería importante echarnos una pequeña siesta para que el sueño no nos venza cuando estemos sumergidos a esas grandes y pulmonares profundidades no tropicales.

    Deberemos ir provistos de los siguientes aparejos pescadores:

• Pulmones – Todos los que podamos conseguir.

• Traje de buzo de color sepia - Así pasaremos desapercibidos y nos tomarán por una más de ellas.

• Gafas de buzo anti ataques de sepias cabreadas – Estos aparejos son por si no se han tragado nuestra treta del traje de buzo y al sentirse menospreciadas en su inteligencia les diera por atacarnos.

• Tubo respirador de veinte metros de longitud con anclaje para la boca y espejo retrovisor por si las mosquis – Muy importante que el extremo superior del tubo respirador no esté obturado. No aguantaríamos mucho con un aire venido a menos de tanto subir y bajar sin poder salir fuera del mar.

• Arpón neumático de aire comprimido con reproductor mp3 - Para nuestro ocio y diversión, así mataremos el aburrimiento mientras no pescamos nada.

• Linterna acuífera con incorporación de sensor de detección de sepias - Nunca hemos visto a ninguna enterita en vivo y en directo. Las que conocemos siempre estuvieron troceadas y acompañadas de ajo aceite y nos hemos informado que les da mucho por cambiar de color para camuflarse.

• Alguien de confianza - Para que tire de nuestro tubo respirador de veinte metros cuando vea que ha pasado media hora y no hemos ascendido por nuestros propios medios.

• Turbo aletas de buzos con inyección directa a cada pie y servofreno - Por si acaso nos precipitásemos al abismo marino.

• Aerofagia compulsiva y con retención en popa - Para en caso de que resultase necesario repeler posibles ataques de tiburones costeros y ocultarnos entre infinitas pómporas marinas. No puedo dar ideas de cómo conseguir que esta aerofagia nos invada, cada persona es un mundo pero dicen que un buen plato de habichuelas con chorizo suele dar muy buenos resultados en este aspecto.

    Con todo esto que ya tenemos preparado, deberemos buscar un lugar tranquilo en la playa donde no haya nadie que se pueda partir de la risa al ver la pinta que llevamos. Si viésemos en algún rincón oscuro alguna parejita haciendo el love no nos acerquemos mucho. Pero tampoco hay que preocuparse. Ellos estarán en lo suyo y no repararán en nosotros. No seamos cotillas sexuales y nos quedemos mirando, mi inexistente experiencias en estos avatares costeros me dice que eso no suele gustarles. Extrapolando situaciones.....a mí no me hacía mucha gracia que en el cine el acomodador del frak linterna en mano interrumpiese constantemente mi "visionado de la película".

    Ya estamos de pie ante el inmenso y oscuro mar. Por desgracia no hemos encontrado a ese alguien de confianza. Muchos amigos muchos amigos pero a la hora de la verdad nunca encuentras al amigo que pueda echarte un cable y nos la tendremos que apañar nosotros solitos.

    Las olas que van a morir a la playa y se dan de bruces contra las plantas de nuestros pies, son claros indicios de que tenemos que sumergirnos a algo más de profundidad. Pánico le tenemos a lo desconocido y además con esas oscuridades, pero las sepias por muy desorientadas que estén no van a venir a nuestro encuentro. La vida tiene estas cosas y somos nosotros los que tenemos que ir en su busca. Tenemos de margen veinte metros antes de que nuestros pulmones exploten y para esto no necesitamos ningún reloj submarino que nos indique esta distancia. Somos lo suficiente inteligentes como para saber que si al respirar, en vez de aire, lo que entra por nuestra faringe es agua salada, habremos cruzado el umbral del ahogo. Como mínimo y si esto ocurre estaremos a veinte metros o quizás algo más y deberemos ascender rápidamente ese algo de más que nos sobra. Si hemos tenido que ascender no debemos ponernos nerviosos y lo que sí tendremos que hacer es echar el agua sobrante de nuestro cuerpo por cualquier orificio disponible en esos momentos (de los múltiples que tenemos). Algún ensayo previo no vendría mal para estar preparados en caso de que esto ocurriese.

    Cuando hayamos llegado a la profundidad de crucero que tenemos como margen de acción, encenderemos la linterna con el sensor busca sepias incorporado y comenzaremos a buscar sepias como locos, cuantas más mejor, en la variedad está el gusto. Centraremos nuestra búsqueda en intentar localizar de entre ellas a alguna sepia que no se encuentre a gusto dentro del cuerpo que tiene y quiera seguir algún tratamiento hormonal para sentirse realizada plenamente y transformarse en sepio, ¡Quién sabe!, a lo mejor damos con ella y justamente está ovulando, que cosas más raras se han visto.

    Después de cuarto de hora de intenso buceo a pulmón libre, algo nos ha engullido hacia sus adentros mientras la linterna busca sepias no para de sonar “bip bip”, ¡Ha encontrado algo!, ligeramente mareados por aquella desconocida succión a la que nuestro cuerpo ha sido sometido, seguimos con la mirada mareada a aquel foco de luz procedente de nuestra linterna busca sepias, efectivamente, delante de nosotros hay una señal informativa con dirección a derechas que nos indica “Zona de los mares tropicales...Sepias”, ¡Qué suerte hemos tenido!, nunca pensamos que en alta mar existiesen semejantes señales. Miramos a nuestro alrededor y observamos muchísimas más de estas señales. Ningún animal marino está a salvo en aquel mar, no pueden pasar desapercibidos si continuamente hay señales que indican por dónde pululan.

    Realmente a nosotros dónde se encuentren los tiburones y algunas otras especies belicosas nos la reflanfinfla. No nos interesa y cuanto más lejos mejor porque hemos comido lentejas y de aerofagia andamos más bien escuetos. Hemos de seguir la señal de las sepias. Mientras llegamos allí vemos multitud de fauna marina. Vemos incluso un enorme pez luna albino que no deja de inspeccionarnos atentamente como si fuésemos un bicho raro fuera de su medio y que se acerca a nosotros sin ningún miedo. Como es albino y no ve muy bien, no calcula la distancia correctamente y choca contra nosotros haciéndonos perder el equilibrio. Quizás el pez luna nos haya confundido con una hembra de su especie en celo, ¡Menos mal que aunque en el mar pierda uno el equilibrio no se puede caer!. De un capirotazo marino le disuadimos de que no somos de su especie y que mucho menos estamos en celo, pero no desiste, está intentando buscarnos la vuelta para acoplarse de una manera preocupante para nuestra integridad física. El espejo retrovisor acaba de salvar a nuestro virginal culo.

    Ipso facto, no podemos evitar preguntarnos por qué a la persona equis retadora no se le ocurrió retarnos con un lenguadito al horno que lo tenemos más a mano, pero bueno, no nos descentremos. Tras pasar por un túnel muy iluminado (para estar en alta mar) llegamos al lugar que tanto estábamos buscando. La linterna busca sepias entra en un estado de shock, temblorosa, no sabe dónde enfocar aunque lo cierto es que los temblorosos somos nosotros. Hay decenas de sepias que cambian continuamente de color al vernos. Se sienten amenazadas y nos avisan de esa manera para que tengamos cuidado. No somos bienvenidos. Por más y más que buscamos no hallamos a la sepia que queríamos, todas parecen estar a gusto con su cuerpo actual y eso nos hace dudar del buen fin de nuestra misión.

    Desconocemos el tiempo que llevamos sumergidos, por suerte nuestro tubo respirador se ha mantenido a flote y podemos seguir respirando. Un murmullo nos hace desviar la mirada hacia su origen, ¡Inaudito!, nuestra mirada asombrada ve a gente que nos está observando desde la superficie, ¿Cómo puede ser eso?, estamos en alta mar y no nos da la impresión de que el atuendo que llevan sea muy marino que digamos, incluso hay niños que aplauden y todo ¡Qué raro!. De repente y sin saber porqué, estamos rodeados por seis o siete delfines mulares que hacen piruetas a nuestro alrededor. Utilizan nuestro tubo respirador como juego e intentan quitárnoslo. Hemos de hacer algo, bueno, mejor dicho, hemos de hacer dos algo. El primer algo es impedir que nos arrebaten nuestro tubo pues podríamos irnos al fondo del mar como el Titanic. El segundo algo es averiguar el secreto de esa abducción a la que estamos siendo sometidos. No tenemos más opción que ascender peligrosamente a la superficie y ver qué es lo que ocurre. Nos cuesta respirar. Nuestro tubo respirador parece un ocho por obra y gracia de los simpáticos delfines. Sigilosamente sacamos la cabeza de las profundidades marinas lo justo para que podamos ver a través de nuestras gafas de buzo anti ataques, ¡No puede ser!, lo que vemos nos resulta muy familiar como si ya hubiésemos estado allí. Vemos muchas gradas y gente que nos está tirando fotos marinas, inclusive algunas personas nos graban en video. Sin saber porqué hemos sido abducidos por el delfinario del parque oceanográfico. Está claro que no fue buena idea efectuar nuestra inmersión desde la playa de la malvarrosa. Lo suyo hubiese sido hacerlo desde Gandia que está más lejos, pero ya nada se puede hacer y sólo nos queda saludar a aquel enfervorizado populacho.

    Una vez que dejamos de saludar. Igual de sigilosamente que ascendimos, nos sumergimos, para intentar una más que aconsejable huída. Vemos cómo algunos vigilantes venían a nuestra acuática posición. Mientras nos propulsamos para salir de allí a toda leche, un delfín está por joder la marrana y jugueteando nos lanza por los aires valencianos, la inercia nos obliga a hacer un peligroso salto mortal con medio tirabuzón que incontroladamente nos hace pegarnos un trompazo con la superficie del agua dejándonos inconscientes para el resto del día.

    Cuando despertamos estamos en el cuartelillo donde nos han tomado por un loco más de tantos que a diario van a parar allí con sus huesos. La verdad es que con la pinta que llevamos no estamos muy estilizados. Estamos sentados en la sala de interrogatorio con nuestro traje de buzo color sepia y nuestro tubo respirador rodeándonos el cuello, nos preguntan ¿Quién eres tú? y también ¿Qué haces aquí con esa pinta?. A la primera cuestión respondemos con total contundencia. Da la casualidad que sabemos a ciencia cierta quiénes somos. Ya lo que hacemos allí ya no lo tenemos tan claro. Lo cierto es que esa noche la pasamos en las mazmorras pues el comisario ha creído que nos estábamos cachondeando de él cuando le dijimos que la culpa de todo la tenía la retadora persona equis y su receta de los huevos.

    Tras salir libre sin cargos y pagar una fianza de dos euros en concepto de imbecil (según el comisario) nos dirigimos a casa a llorar por lo que nos ha ocurrido. Cuando ya no nos quedan lágrimas que derramar, un algo inexplicable nos da nuevos aires que hace que como posesos salgamos pitando al WC más próximo. Las lentejas han fermentado más de la cuenta pero a destiempo, nos hubieran venido muy bien sus gaseosos efectos cuando nos enfrentamos a los delfines mulares.

    Lo bueno que tenemos y por lo que aún podemos mantener la esperanza en nuestro éxito final, es que la receta no venía con fecha de caducidad. Hemos superado la primera fase y seguimos vivos, esto bien puede indicar que cualquier tiempo pasado fue mejor y que si todo se mantiene dentro de una aparente normalidad, lograremos salir airosamente enhuevados con sepia masculina incluida.

    <<Persona equis retadora, sé que crees que has triunfado, pero estás muy equivocado/a, la tenacidad me dará el triunfo. No sé si sabrás que las sepias sean o no femeninas ni ponen huevas ni femeninas ni masculinas. Las sepias cuando nacen, aunque canijas, ya son sepias hechas y derechas y con pelos en el pecho o los pechos según sean masculinas o femeninas. Así que estoy en todo mi derecho de utilizar las huevas femeninas que más a mano tenga, con lo que la cosa ya está bastante facilita dada mis asombrosas cualidades cocineras.

    Como ya estamos hasta las narices todos de tantas inmersiones y tanta agua, vamos a ir al mercado y compraremos sucedáneo de caviar (más económico) y un sepio vivo, que por si la persona equis retadora lo ignora, el caviar también son huevas, ¡Qué curioso eh!. La única contrariedad es que para cumplimentar la receta perfectamente nos la tendremos que apañar para introducírselas al sepio vivo en sus interiores, ya veremos por dónde, y que luego las expulse como si fueran suyas propiamente dicho.

    Buscamos y buscamos por la zona de congelados y allí no vemos ningún sepio vivo, conservaditos sí que están pero eso no nos sirve. Deberemos ir al puesto de animales marinos vivos departamento de sepios. Al llegar allí, tras mucho preguntar pedimos a la tendera lo que vamos buscando pero una señora con cara de sepia nos da unos golpecitos en la espalda y nos dice que no tengamos tanta cara y cojamos el numerito. Allí sólo estamos la señora con cara de sepia y nosotros. Nos ha tocado en suerte el numero 458 y la señora tiene el número 457. La tendera, fiel a la aritmética aprendida en la escuela, nombra al numero 14 y así sucesivamente. Es casi seguro que cuando llegue a nuestro número, si hubiese algún sepio vivo, la cascaría de aburrimiento antes de que nos tocase.

    Deberemos obrar en consecuencia y sobre todo con prisas. Le diremos a la sepia humana que teniendo en cuenta que al estar los dos solos por qué coño no hace un acto de fe y pide ella ya de una puñetera vez. La señora, algo asustada ante nuestro empuje y aguerrido carácter aventurero accede a ello y pide un cuarto de kilo de almejas nórdicas. Tras pagar el importe de su exquisita compra nos llega el turno y le pedimos a la tendera un sepio vivo y sucedáneo de caviar.

    ¡Menos mal!, hemos llegado a tiempo, sólo le queda una pareja de sepias. La hembra ya ha fallecido por asfixia y el sepio está dando sus últimos coletazos. La vena de actor invade al sepio y escenifica su estado rodeándose el cuello con el tentáculo ese que le sirve para capturar a incautos pececillos, sacando la lengua en señal de ahogo inminente. Con urgencia nos dirigimos al sepio con toda educación y le contamos nuestro pequeño problema huevero. Al principio no acepta, lógico, dice que bastantes huevos tiene él ya y que no quiere más, y menos que se los introduzca nadie en sus adentros, antes prefiere la muerte. No insistimos, él sabrá, le queda poco de vida y al final dará su culo a torcer porque deberá ser por ahí por donde haya que efectuar la introducción. Si lo hiciésemos vía oral haría la digestión y ya lo que expulsaría serían potitos de huevas femeninas y eso no es a lo que nos retó la equis persona retadora.

    Efectivamente y como suponíamos, al poco tiempo la tendera nos dice que el sepio nos está llamando. La inminencia de la muerte le ha hecho cambiar de opinión. Quiere venirse con nosotros a casa y que sea lo que Dios quiera pues prima el instinto de supervivencia. Tras pagar a la tendera su precio en oro (me refiero al peso del sepio) y pedirle un recipiente lleno de agua marina lo suficiente grande para que al sepio no le dé una lipotimia durante el trayecto, llegamos a casa. Una vez instalados allí y cuando el sepio nos ve con nuestra enorme jeringuilla introductora cambia repentinamente de color. De un color visiblemente pardo pasa a un aterrado y fúnebre color negro chillón. El sepio recula dentro del recipiente. Ya se le ha olvidado la promesa que nos hizo. No le culpo, no hay promesa que sea lo suficientemente vehemente como para soportar tal jeringazo y por semejante parte, pero aún comprendiendo sus sentimientos hemos de manufacturar la receta y él (concretamente su culo) es la parte más importante.

    Aunque durante el desarrollo de esta receta nos ha acompañado la suerte, es un decir, ahora nos ha abandonado a nuestra mala suerte. El sepio tiene un carácter aguerrido como el nuestro e intenta mordernos cada vez que metemos la mano en el recipiente para ponerle en posición de decúbito supino y poder introducirle el caviar. No es tonto y no le podemos engañar con esa treta de decirle “mira lo que viene por ahí arriba”. El sepio, con un ojo mira por si realmente viene algo por arriba pero con el otro mira directamente a nuestra mano.

    Es imposible pegársela al sepio y algo tenemos que hacer, su culo es nuestro objetivo. Intentamos hablar con él de varón a varón. Le decimos que no pasa nada, que lo que allí ocurra no lo va a saber nadie, pero nada de nada, mueve la cabeza en señal de rotunda negación en repetidas ocasiones. No nos queda más solución que dormirle vía Valium. Astutamente (como siempre) trituramos doce pastillas y hábilmente la mezclamos en una suculenta latilla de mejillones a la vinagreta que amablemente le ofrecemos. Sabemos que al principio será reacio a su consumo pero también somos conocedores de que a buen hambre no hay pan duro. Efectivamente, al principio no traga, desconfía, sabe que tanta amabilidad por mi parte no puede acarrearle nada bueno; vemos cómo nada alrededor de los mejillones sin detenerse cambiando al color morado de la desconfianza.

    Somos pacientes, el santo Job se sentiría muy orgulloso de nosotros, sabemos que el hambre pronto le pasará factura y tendrá que claudicar por muy sepio que se crea. Así ocurre al día siguiente, por su culpa hemos pasado todo el día y toda la noche en vela hinchándonos de comer intentando producir en él un efecto dominó.

    ¡Por fin!, hemos conseguido que se dosifique a sus colegas los mejillones y prácticamente al instante se ha quedado dormido, ahora es la nuestra. Sólo nos resta encontrar dónde tienen los sepios el culo con su orificio incluido. Por lógica debe estar en la parte de atrás, en el bajo vientre, pero no estamos muy seguros. Cuando estamos tanteando las proximidades de la zona a rastrear, un solitario y dormido, pero intenso cuesco (del sepio) nos indica la dirección a seguir. Sin perder tiempo le introducimos la jeringa con suavidad para no causarle daños colaterales y aplicamos presión.

    ¡Todo un éxito! hemos vaciado completamente la jeringa dentro de él. El sepio despierta a la hora y media e intuye lo que ha ocurrido. Nos traspasa con su mirada. Sabemos que a partir de ese momento nos odiará para toda la vida pero no es nuestra culpa, es de la equis persona retadora y así debemos hacérselo comprender.

    El sepio está muy inquieto, lo notamos. Cientos de huevas femeninas navegan por su interior de polizonas. El sepio aunque quiere expulsarlas, no puede, las huevas femeninas le han estreñido y por más que aprieta no salen. El sepio nos mira con los ojos bizcos por el esfuerzo que está realizando. Cambia de color constantemente. En nuestro interior sabemos que nos está pidiendo que acabemos con su sufrimiento, ¿Pero qué podemos hacer?, quizás si le damos Bífidus activo logremos que sus intestinos normalicen las funciones vitales y consigamos que evacue porque no podemos permitir que las huevas eclosionen dentro de él. Vía oral le damos de beber el bifidus, y al rato, el sepio se retira a un rincón del recipiente (es vergonzoso) para tras una sucesión de rompedoras explosiones gastrointestinales dar a luz a las huevas femeninas.  Dentro de aquel recipiente todo es algarabía y alboroto. Su pigmentación corporal cambia de color color hasta formar un bellísimo arco iris que ya lo quisiese para él el lluvioso cielo otoñal.

    Emocionados....no podemos por menos que darle las gracias a nuestro amigo el sepio. La equis persona retadora ha sido derrotada en toda regla y por ello somos inmensamente felices. Cuando consigamos capturar las huevas femeninas flotadoras habremos ganado. Ya tendremos todos los ingredientes y podremos por fin manufacturar tan maléfica y vengativa receta.

    <<Persona equis retadora, que conste en acta que he cumplido a rajatabla tus exigencias, son huevas femeninas que han renacido de los adentros de una sepia masculina.

MANUFACTURACION DE LA RECETA PROPIAMENTE DICHA

    Con mucho esfuerzo hemos conseguido reunir todo lo indispensable. Las huevas femeninas flotan libremente en el recipiente. Primeramente hay que desflotarlas para lo cual usaremos un colador para su captura. A groso modo y tras varias inmersiones de nuestro colador ya tenemos aproximadamente como quinientas huevas, es suficiente, cuidadosamente las dejaremos en una cazuela para darles un ligero hervor, digo ligero porque de lo contrario explotarían ya que son sensibles al exceso de tostación.
 
    Posiblemente, si utilizásemos lo único que tenemos para coccionar que no es otra cosa que la vitrocerámica, la cagaríamos de todas a todas. A parte de ignorar la temperatura que alcanza ésta en el encendido, también ignoramos cómo hacerlo, nosotros somos más de cocina de butano que vemos el fuego. No nos queda más remedio que utilizar un encendedor. Presionamos sobre él y cuando prenda, aperturaremos a tope la salida del gas para que la llama sea lo más consistente posible. Después de esto aplicaremos dicha llama al culo de la cazuela, concretamente a su centro geométrico, y cuando el encendedor esté a punto de explotar y la mano nos huela a chamusquina será el momento de parar. Nuestras huevas estarán a punto para servir en el plato, si hay gente que se come las ostras vivitas y coleando no creo que nadie se atreve a poner pegas al resultado de la cocción realizada con las huevas.

    Ahora tenemos que hacer la rica salsa verde para bañar a las huevas “jajaja”, como siempre, para hacer nuestras salsas utilizaremos lo que primero pillemos en el frigorífico. En este caso en concreto, es algo más difícil porque se nos ha especificado concretamente que tiene que ser de color “verde jajaja”. La fatalidad está también en contra nuestra y todo lo que vemos en el frigorífico tiene claras tonalidades rojas. De momento pasaremos este pequeño detalle por alto, ya habrá tiempo de preocuparse por ello, del frigo (palabra pija) cogemos dos tomates, un pimiento, una cabeza de ajo, que nada más cogerla la tiraremos porque no nos sirve para nada, y una cebolla de temporada, (concretamente no sabemos de qué temporada pueda ser la nos queda). Posteriormente procedemos a preparar la rica salsa aún no verde “jajaja”.

    Para ello, echamos los dos tomates tal y como están en el recipiente de la braum minipimer. Seguidamente le quitamos el rabo (con perdón) al pimiento y para que no nos dé ardores estomacales le extraemos esas cosas blanquecinas que no sé como se llaman de sus adentros. Una vez que le hemos buscado sitio en el recipiente, cogemos la cebolla y le quitamos las tres primeras capas. Podríamos quitarle más capas porque aún le quedan muchas y a nosotros nos da igual, pero unas acuosas gotas que brotan de nuestros ojos no nos dejan, estamos llorando a lágrima viva sin saber porqué. Esta pena cebollera que nos invade nos hace revivir melancólicos momentos de nuestra vida que equivocadamente y visto lo visto creíamos tener olvidados. Debemos hacer un stop cocinero. No podemos dejar de llorar y sería lamentable continuar en estas condiciones con la receta. Hemos de volver a animarnos como sea y restaurarnos al estado que estábamos antes de......, pero qué hacer para ello. Quizás si ponemos esa cinta de casete que nos regalaron para nuestra primera comunión de Arévalo podríamos conseguir apaciguar nuestros lamentos aunque es preferible no hacerlo, lo mismo es peor el remedio que la enfermedad.

    Mientras humedecemos clinex y más clinex, una genial idea se nos ocurre, Internet es nuestra solución y ¡Mano de santo!, la pena cebollera ha pasado y podemos continuar. Contenemos la respiración y sin mirar a la cebolla por si las moscas, la echamos al recipiente de la braum triturándolo todo hasta sus últimas consecuencias, consecuencias que no son otras que la minipimer se nos ha atascado. Uno de los tomates no era tal, era un melocotón pasado y el hueso ha hecho añicos las aspas de la minipimer. La minipimer está inservible y el pimer lo ha perdido en acto de servicio quedándose simplemente en una mini con cable eléctrico. Preocupados miramos en el interior del recipiente para ver qué ha pasado, por suerte el hueso permanece intacto y no se ha mezclado con el resto de lo exprimido por lo que podemos quitarlo y continuar con lo que ha quedado.

    Probamos aquello antes de darle el tinte verde y comprobamos que tiene un sabor raro con ligeros matices hawaianos, pero nos servirá, incluso diría que para nuestro gusto empieza a estar algo rica.

    Ahora (esta receta nos está dejando agotados eh, parece no tener fin), ¿Qué podemos utilizar para darle el tinte verde y que no rompa la esencia de nuestra salsa?, miramos por todos los lados de la cocina y justamente cuando estamos avocados a darnos por vencidos, nos encontramos con nuestra preferida botella de pepermint ¡Genial!, sí, ¡Lo habíamos olvidado!, esa botella que nos saca de tantos apuros y que utilizamos como sustituto de la crema dentífrica cuando estamos en las cortas distancias en tantos bis a bis a los cuales nos enfrentamos a diario.

    Está claro que es la verde solución que estamos buscando. Botella en mano procedemos al derrame del líquido de ésta sobre la salsa casi rica que tenemos en el recipiente. No seamos impulsivos, poco a poco, no queramos darle el tinte verde de sopetón; primero echemos un poquito y mezclemos a ver qué ocurre. Tras este poquito y mezclarlo, el color verde no aparece por ningún lado, deberemos echar algo más de pepermint. ¡Nada! ¡no hay manera!, incrédulos observamos que el verde no aflora ni de coña. No nos queda más opción que ser impulsivos y verter media botella de sopetón, ¡Ahora sí!, ¡qué diferencia!, ahora casi no nos ha hecho falta mezclar porque está verde hasta la encimera, y además la cocina ha quedado impregnada de un aroma a menta que ni te cuento. La temperatura ambiental ha descendido seis grados centígrados. Hace un frescor que pela y hasta incluso respirar nos duele, parece como si estuviésemos en el licor del polo norte.

    Tras esto y aprovechando los tiritones que nos invaden, procedemos al traslado rítmico del contenido del recipiente hasta el plato en donde se encuentran impacientes las huevas esperando para ser bañadas por la se supone rica salsa (imposible probarla).

    Para que nuestro plato quede decorativo, pues de todos es sabido que la comida entra primero por los ojos antes de entrar por la boca y salir por......, En un lado del plato vertemos la supuesta rica salsa verde para después de la decoración. Creo que no quedaría nada mal formar una pirámide con las huevas de los huevos. Hueva a hueva sería bastante complicado y tardaríamos horas y horas, la cocina creativa es lo que tiene, que con cualquier cosa nos apañamos. Para darle esta forma peculiar utilizaremos aquel gorro de cartón que en navidad sirvió para que hiciésemos el tonto el año pasado sin ningún tipo de pudor delante de familiares y amigos. Dentro de él depositamos las huevas de los huevos y lo introducimos en el congelador a una temperatura de –25º para que se solidifique y que las huevas tomen la forma del congelado gorro que las contiene, esperamos media hora y efectivamente.....se ha solidificado hasta la goma del gorro.

    Volvemos a dirigirnos al plato donde está la salsa verde y ponemos el congelado gorro al lado de ésta quedando ya sólo retirar el gorro, como el gorro de hacer el tonto es de cartón, simplemente presionando ligeramente sobre él podremos sacarlo y estupefactos veremos como las huevas quedan con la piramidal forma que pretendíamos. Vertemos la salsa “verde jajaja” encima de las huevas piramidales y listas para servir.

    Nota o no se nota - Para que de nuestros adentros brote este “jajaja” tan traído y llevado, podemos recordar algo gracioso que nos halla pasado en nuestra dicharachera vida.

Importante – Degustar antes de que se derrita la pirámide huevera.

    Fieles seguidores de mis recetas, abusando de vuestra comprensión en el día de hoy, permitirme que mis últimas palabras sean para la equis persona retadora.

    <<¡Lo siento! persona equis retadora, supongo que tu rostro ya no mostrará ninguna sonrisa pues te he batido en toda regla y dentro de los límites de la actual legalidad vigente, quien a recetazo intenta matar. a retecetazo de morir, es ley de vida.

    Espero que la rabia no te consuma, he de decirte que de algo bueno ha valido tu reto pues el sepio nos debe esta segunda oportunidad de vivir que entre los dos le hemos dado, ya que como nada pones de asesinarle para la receta opté por devolverlo al mar. Aunque también he de decirte que el sepio ya no volvió a ser el mismo. Durante el trayecto hacia el mar fue adquiriendo un color preocupantemente rosado y aunque intentó cambiar de color, no pudo hacerlo. Lo curioso es que no estaba para nada a disgusto, quién sabe si quizás siga un tratamiento hormonal y gracias a nosotros ambos dos se haya dado cuenta de cuál es realmente su verdadera identidad sexual.

 

Safe Creative #0909054370261

Todos los derechos reservados

© 2014 Todos los derechos reservados.

Crea una web gratisWebnode