Espeluznantes mejillones

RecetaMejillones espeluznantes en su tinta, al vapor aéreo, y con acompañamiento de múltiples frivolidades y un suspiro de alivio al comenzar.

    Como siempre digo….Queridos feligreses y acérrimos  e incondicionales fans de mis maravillosas recetas de cocina, hoy vamos a aprender cómo preparar de una forma sencillísima unos sabrosos mejillones espeluznantes en su tinta, y además, y para rizar el rizo, los vamos a elaborar en la modalidad “al vapor aéreo”.

    Siento mucho tener que comunicarles que esta receta es exclusiva, y que únicamente puede ser elaborada por personal costero, es decir, por todo aquel personal que tenga la inmensa y maravillosa fortuna de habitar en alguna ciudad o pueblo, en el cual el mar tenga a bien unirse con la tierra formando olitas de esas que se saltan para hacer un poco el tonto en las oscuras y tenebrosas noches de San Juan (Dios lo tenga en su gloria), vamos, por ejemplo Valencia para no ir más lejos.

    Por suerte los que no habiten en estos lugares se habrán ahorrado lo de hacer el tonto, pero en contrapartida y desgraciadamente se tendrán que conformar con la degustación incontrolada de esas pringosas latillas de mejillones escabechados que poseen el gran don divino de atacar y manchar a toda aquella persona que lleve adosada a su cuerpo cualquier prenda de vestir que sea de claras tonalidades. Es curioso, pero cuando alguien va con ropa oscura no suelen atacar y no manchan, digo que gustan que se vea divinamente a kilómetros de distancia el manchurrón color mejillón escabechado, objeto y fin de su furibundo ataque.

    A todas las gentes del interior peninsular me dirijo, ¡Señoras y señores!, no les quepa la más mínima duda que dejarles fuera de este juego es algo que no hago gratuitamente y mucho menos con la intención de joderles el plan. No es eso, deben comprender que los mejillones que les llegan a ustedes desde las costeras zonas han perdido durante el trayecto toda esa gracia e ímpetu que les caracterizaba, además, que en el mejor de los casos….los que no les lleguen muertos les llegarán algo constipados o al borde de la pulmonía pues para conservarles y que den el pego los congelarán sin compasión a unas temperaturas más bien bajas diría yo. En esto, los camiones frigoríficos no se andan con rodeos y congelan todo lo que quede atrapado en sus adentros. En cambio en las zonas costeras, los mejillones, aparte de espeluznantes, están en su húmedo y salino ambiente y eso se nota a la hora de confeccionarlos para que estén jugosos y apetitosos para la hora en la cual pasen a formar parte de la dieta mediterránea de nuestro voluminoso estómago. Por eso, y sólo por eso, otra vez será gentes del interior. Quizás el año que viene por vacaciones, quién sabe. Todo dependerá de ustedes. Menos Caribe y más turismo hispánico que no se puede tener todo en esta vida, y como no hagamos patria los españoles ya me contarán, que los europeos forasteros sólo se acuerdan que existimos cuando llega el verano y vienen para arrasar con todo y hacerse incluso con feudos propios. En vacacionales fechas, España es una ganga para ellos.

    Por cierto, no me gusta nada ese cariñoso apelativo que no sé quién coño se habrá sacado de la manga para designar a un amplio abanico de integrantes de esta prometedora sociedad, o por lo menos eso dicen los que gobiernan la nave, me estoy refiriendo a eso de “mileurista”.

    Pero bueno, vamos a lo que vamos, los ingredientes de esta receta son fáciles de encontrar en ningún sitio y nos bastará con lo que a continuación les detallo con toda esa meticulosidad de la que siempre hago gala y me caracteriza.

Ingredientes:

Espeluznantes mejillones con tinta incorporada.
Vapor aéreo a discreción y según gustos y disgustos (más bien disgustos).
Múltiples frivolidadesNo se pasen que sólo tienen que ser múltiples y no una exageración de ellas eh, controlen sus frívolos impulsos.
Colorante para mejillones Este ingrediente es para en caso de necesidad por si los espeluznantes mejillones nos salen en cinemascope y blanco y negro.
Caldo para mejillones Este ingrediente es también para en caso de necesidad por si el caldo brillase por su ausencia al finalizar el evento.
Aire comprimido
Un suspiro de alivio Si el suspiro que nos ha salido ha dado penita de escucharlo, tendrán que suspirar otra vez para compensar, pero poniendo más empeño.
Cámara digital para inmortalizar dos momento en concreto Estos momentos son el antes y el después, les aseguro que merecerá la pena, ya verán qué cambio.

    Como habrán podido observar a poco que se hayan fijado, los ingredientes enumerados nos van a resultar muy fáciles de encontrar sobre todo si somos capaces de encontrar un lugar donde los haya. No nos obcequemos en intentar buscarlos donde no los hay porque todo puede ser que no nos los puedan vender porque no los tengan, y además, no entre dentro de sus planes tenerlos a corto plazo. Lo que sí que no pueden faltarnos son los espeluznantes mejillones, deberemos ser audaces para conseguirlos. El día que decidamos enfrentarnos a esta receta deberemos madrugar porque a esas tempranas horas y debido al madrugón al que someteremos a los mejillones, estos estarán de un espeluznante que para qué te cuento. Por el contrario, si fuésemos a media mañana, los mejillones ya estarían acostumbrados a ver “people” y entonces más que espeluznantes estarán hasta las narices de ver humanos, y ese estado apático en el que les encontraríamos no se adaptaría para nada a nuestras necesidades.

    Deberemos ser muy meticulosos en la elección de nuestros mejillones. Hay una regla básica que todo buen comprador de mejillones espeluznantes que se precie no debe de obviar, “cuanto más grande sea el mejillón más espeluznante resultará”, a cuento de esto no vendría nada mal hacer un pequeño estudio sobre las distintas variantes de mejillones con las que nos podemos encontrar.

    El primer grupo sería el de los “mejillones compungidos o nostálgicos”, estos mejillones los podrán reconocer fácilmente pues suelen estar separados del resto de congéneres. son más bien de escueto tamaño y su concha (no la de Tomás, que esa era una vecina de mi madre) protectora está como pálida. Por otra parte jamás les verán participar de las distintas actividades sociales que realizan los distintos grupos de los demás mejillones, y es lógico, estos nostálgicos mejillones echan de menos la marea baja que les vio nacer y añoran volver.

    El segundo grupo sería el de los “mejillones dicharacheros”, estos mejillones son la alegría de la huerta, son los más jóvenes e impulsivos y a los cuales les importa todo un huevo. Están en época de crecimiento y viven en una juerga continua. Les será fácil identificarlos porque son los que siempre están haciendo piruetas y usan a sus congéneres como columpios descendiendo sobre ellos hasta que se empotran contra la superficie del mostrador; además, son esos que siempre están colocando las dependientas porque no paran de incordiar a las clochinas con la adolescente, y a la vez, inconsciente pretensión de perpetuar su especie.

    El tercer grupo lo formarían los “mejillones prepotentes”, la misma palabra los define. Son los que se saben esbeltos y musculados y obran en consecuencia, suelen formar grupos reducidos que comparten las mismas inquietudes por mantener un físico espectacular, Se les puede distinguir a simple vista. Son los que tienen en su concha protectora cantidad ingente y numerosa de esas duras protuberancias que cuesta un huevo quitarles de encima. A ellos no les importa porque pueden con todo, además, que les sirven a modo de pesas con las que ejercitarse.

    El cuarto grupo los forman los “mejillones atónitos”, a este grupo de mejillones podrán reconocerles al tener su concha un poco aperturada, y no es que esté atónita la concha y por eso esté un poco abierta, no, los atónitos son sus ocupantes que así se han quedado pues no se esperaban ser capturados ese día, y eso que les dijeron que no se acercasen mucho a la costa cuando hubiese pleamar.

    El quinto grupo lo componen los “mejillones de regalo”, este tipo de mejillones están en el ocaso de sus vidas y son los más fáciles de localizar pues son los que la dependienta utiliza para completar esos cincuenta gramillos que siempre faltan, además, son los primeros que se tiran en la selección preliminar antes de ser coccionados porque da como cargo de conciencia hacerles padecer en el fuego.

    El sexto grupo los forman los “mejillones cebra”, mucho cuidado con estos que son muy violentos eh, pónganse a cubierto y no dejen su culo a tiro por si las moscas. Aunque son aún más fáciles de localizar que los de regalo porque cuando pasemos a su lado nos rugirán como avisándonos de que al más mínimo acercamiento podemos ser comidos o cozeados (como mal menor). Mejor no aproximarnos a menos de doce metros porque son voraces como ellos solos, menos mal que no es frecuente que compartan lugar y espacio con los más mansitos, pero bueno, mucho cuidado por si se ha colado alguno de rondón sin ser invitado.

    El séptimo grupo lo formarían los “mejillones invisibles”, estos son quizás los más difíciles de localizar y curiosamente son los más abundantes que nos podemos encontrar. Digo que serán difíciles de localizar porque únicamente seremos capaces de saberlo una vez que se hayan abierto. Hasta entonces sólo podemos vivir de recuerdos y esperanzas de que tengan algo dentro que no sea aire.

    El octavo grupo es el de los “mejillones resignados”, a este grupo pertenecerán por eliminación todos aquellos que no sean ni los compungidos o nostálgicos, ni los dicharacheros, ni los prepotentes, ni los atónitos, ni los de regalo, ni los cebra, ni los invisibles ni los espeluznantes.

    Y por fin le toca el turno a los que verdaderamente nos interesan, llega el momento supremo y a la vez esperado, ¿Cómo podemos visualizar sin temor a equivocarnos a los “mejillones espeluznantes”?, pues es muy sencillo, primeramente, por esa sensación de sofoquina que nos asolará al observar el importe económico de los cien gramos de ellos. Éste es un dato muy a tener en cuenta porque espeluznados nos quedamos ante este hecho tan económico.   En segundo lugar, tenemos su tamaño que lógicamente debe ir acorde con su precio de venta al público o pvp, o por lo menos en lo que a sus afueras se refiere, que luego sus adentros suelen ser otra historia algo más distinta y pigmea. En tercer lugar pues no tenemos nada para saber cómo son y nos tendremos que conformar con las dos pistas ya reseñadas anteriormente y nuestra intuición, que apañados vamos entonces.

    Aunque parezca increíble, precisamente en donde nos hallamos sí que tienen todos los ingredientes que necesitamos, o bien eso, o bien que la dependienta nos ha tomado por esquizofrénicos al pedirle lo que le hemos pedido y nos ha endiñado lo que le ha dado la gana sin ningún tipo de miramientos ni sentimiento de culpa. Además que ni lo hemos visto porque lo ha echado directamente en una bolsa de plástico.

    Suponiendo que la dependienta no ha obrado de mala fe, llegamos con todo a casa y nos preparamos para darle vidilla a esta receta que pretendemos hacer.

Elaboración:

    En un primer momento, que por eso no debemos tener cargo de conciencia, nuestra idea era invitar a alguien para que degustase en nuestra compañía las mieles de nuestro logro, pero claro, debido al desembolso económico que hubiésemos tenido que realizar de haber sido tan incautos, mejor lo haremos para nosotros solitos, que los mil euros no dan para mucho y con diez o doce mejillones espeluznantes vamos que nos matamos.

    Lo primero a realizar es la limpieza exhaustiva de los espeluznantes mejillones. Normalmente la concha que llevan adjuntada los mejillones están plagaditas de cosas extrañas y marinas que deberemos de extirpar utilizando para ello lo que haga falta. No escatimaremos en medios logísticos. Para ayudarnos en esta ardua faena deberemos echar nuestros diez mejillones en agua con sal (la sal es para que se sientan como en casa) con la intención de que se ablanden un poco esas cosas que tienen. Esperaremos alrededor de doce minutos que aprovecharemos para ir poniendo la mesa y que no nos pille el toro, que los espeluznantes estos hay que comérselos calentitos y si no somos previsores lo mismo luego se han convertido en sorbetes.

    Aprovecharemos también estos minutos que nos están dando mucho de sí y de no, para condimentar a la mesa con esas frivolidades que no hemos comprado porque ya las teníamos en casa. Bien es cierto que nuestras frivolidades podrían resultar algo rústicas para los demás, pero como es para nosotros, lo mismo nos da. Pondremos en la mesa una bandeja (de esas compartimentadas y que nunca utilizamos) en la cual depositaremos un conglomerado de frivolidades rústicas a base de frutos secos, bueno, mejor dicho, resecos por completo, que hace siglos que pasaron a ocupar un lugar insigne en nuestra despensa.

    Abstengámonos de ponernos a nosotros mismos tiras de maíz con sabor a barbacoa ya que sabemos que no tenemos hartura y nos las apretamos compulsivamente, y claro, como consecuencia la digestión nos resulta pesada porque los ardores que pretenden fluir hacia nuestro exterior no nos dejan vivir, y ya ni tan siquiera el almax nos saca completamente del gaseado aprieto.

    Para cuando hayamos hecho esto, ya los mejillones estarán predispuestos para facilitarnos la labor de limpieza. Echando un primer vistazo a los diez mejillones, observamos que las protuberancias siguen allí encima de su concha como si el truquillo del añadido de sal les hubiese importado un huevo. Todo sigue igual, pues bueno, no nos quedará más remedio que efectuar una violenta limpieza utilizando para ello ese cuchillo limpia clochinas que básicamente se caracteriza por la falta de ese filo que siempre tuvo y que ha ido perdiendo poco a poco por culpa de las sádicas protuberancias éstas.

    Cogemos un mejillón espeluznante con la mano izquierda, y con la derecha procederemos con suma violencia a rascar la superficie de la concha equis veces hasta conseguir que las protuberancias dejen de existir. Seguramente nos cortaremos algún dedo pues será habitual que el cuchillo haga tope en alguna de ellas dando un saltito y yendo a colisionar contra la yema de algún inocente dedo que siempre se arrepentirá de haber formado parte de nuestro ser. Pero no pasa nada. Debemos continuar que aún nos quedan nueve, eso sí, dejemos de ser tan violentos que estamos en desventaja. Que nos quedan nueve dedos sanos y en la cacerola aún queda nueve mejillones descojonándose de nosotros, aparte del que tenemos entre manos, que por cierto también se está descojonando.

    ¡Lo hemos conseguido!, el primer espeluznante mejillón está limpio o eso parece. En el viaje de desplazamiento hacia el lugar donde deberá de esperar turno para ser sometido a extremas temperaturas, observamos que del interior del mejillón asoma algo que desconocemos, es de un verde apagado que asusta y no nos da la impresión que pueda ser que ese mejillón precisamente tuviese pelo. Esto nos hace llegar a la terrible conclusión de que es flora marina o algo que el mejillón tiene en sus adentros, y además ignoramos para qué. De momento y así con los dedos no nos permite extraerlo. Deberemos de ser algo más contundentes. Esto nos hace volver sobre nuestros pasos y regresar con el mejillón hacia donde se encontraba antes del primer traslado. Debemos de extraer esa cosa verde que asoma con la inestimable ayuda del cuchillo clochinero, aquí hay que ser muy cuidadosos y sensibles pues nuestro dedo pulgar puede ser borrado de la faz de la tierra ya que la cosa verde deberemos interponerla entre el cuchillo y nuestro dedo para tirar de ella y que desaparezca de nuestra vista de una puñetera vez.

    No nos precipitemos y contemos hasta tres. Cuando el tres nos inunde, tiremos firmemente de la cosa verde, si todo ha salido bien comprobaremos que la cosa verde ha desaparecido y que el espeluznante mejillón también. Ha volado de nuestros dedos con incierto destino en un primer momento, al momento siguiente nos percatamos que el destino elegido por el mejillón ha sido el techo, pero lo importante es que no le hemos perdido y este primer envite nos servirá  como una dura pero necesaria experiencia para poder enfrentarnos sin temores al resto de los espeluznantes mejillones.

    Tras haber escalabrado a la gata en repetidas ocasiones, habernos cargado algún que otro vaso, haber maldecido en alguna que otra ocasión a la madre del mejillón y haber perdido tres mejillones, logramos finalizar la limpieza, nos quedan siete mejillones que ya los deberemos de tratar con toda la sensibilidad que nos sea posible si después de los despueses queremos echarle algo a la cacerola que no sea agua a palo seco.

    Ahora es cuando entra en juego uno de nuestros ingredientes preferidos, le llega el turno al “suspiro de alivio antes de comenzar”, ¿Y por qué debemos de suspirar?, pues muy fácil, recordarán que la receta eran espeluznantes mejillones en su tinta, pues por más que hemos buscado esa tinta por todos los recónditos parajes de los afueras y los adentros de los mejillones, no la hemos encontrado y nos hemos preocupado mucho, incluso se nos ha pasado la idea por la cabeza de que los únicos mejillones que hay en el mundo que no tienen tinta son precisamente los nuestros. Menos mal que nos ha venido de no sé dónde una inspiración divina para informarnos que los mejillones no llevan tinta incorporada, ¡No me dirán que no es como para suspirar de los lindo!, ¡Pues venga! ¡Suspiren!, suspiren profundamente, pero tengan cuidado de cómo suspiran no vaya a ser que su domicilio sea de finos tabiques y alguien se crea que están haciendo otra cosa, cosa que les sorprendería pues no es habitual que le sorprendan en compañía femenina, y no porque sea gay sino porque eso de ligar no es lo suyo, de lo cual nadie tiene la culpa.

    Una vez que hayan suspirado, procedamos a incluir otro ingrediente, ahora le toca el turno a la “cámara digital”, prepárenla para que tire la foto ella sola y colóquense al lado de los mejillones. La foto quedará genial y relajada pues así se han quedado ustedes después del suspiro. Como les dije ya verán qué diferencia cuando la comparen con la que se tirarán a ustedes mismos cuando acaben la receta.

    Bueno, pues ahora viene lo que es en sí la elaboración de los mejillones espeluznantes al vapor aéreo. Primeramente es necesario que fabriquen un poco de vapor, tampoco mucho, no den ocasión a que vengan los bomberos. Este vapor debe durar aproximadamente siete minutos que son los espeluznante mejillones que nos quedan. Cojan la cacerola y llénenla con agua que se pueda evaporar, otro tipo de agua no nos valdría. A continuación prendan llama al tema y al poco tiempo comenzarán a ver cómo el agua empieza a hacer chup chup, lo que dará paso a que salga el vapor. Cuando esto ocurra cojan rápidamente el primer mejillón y colóquenlo en suspensión en la dirección en la que vaya el vapor lo más cerca posible de la cacerola. Tienen que mantener el mejillón espeluznante un minuto en ese estado de suspensión. Cabe la posibilidad que por falta de previsión no se hayan puesto guantes y se estén tostando ustedes hasta las entrañas, si esto ocurre hay un truco que yo he puesto muy a menudo en práctica y que suele dar muy buenos resultados, ¡Cambien de mano queridos míos!, cambien de mano al mejillón cuantas veces sea necesario.

    Esta técnica pre cocción les parecerá una gilipollez porque también les parecerá que el mejillón está como estaba y lo único que notan que ha cambiado son ustedes mismos y sus manos. Ya no tienen pelos en sus antebrazos y la cocina huele a antebrazo quemado que es un gusto. Pero no se equivoquen, esta vaporización individual habrá conseguido que el mejillón se piense que está en un balneario y luego con poco que lo sumerjan en la cacerola se abrirán para seguir con la terapia que fue interrumpida, y ese es el momento que ustedes aprovecharán para sacarlo de la cacerola con dirección al plato.

    NOTA Si el personal femenino también quiere elaborar esta receta, lógicamente puede hacerlo, pero tienen que tener la precaución de no estar ovalando. Esta época es poco aconsejable ya que lo mismo le toman excesivo cariño a los espeluznantes mejillones y en vez de prenderles llama, les da por cantarle una nana o acurrucarlos en su regazo.

    Dicho esto, procederemos a realizar el caldo para los mejillones. Buscando en la bolsa de la compra, lo único que vemos que pueda servir para esto es una pastilla de avecrem que nos ha echado la dependienta. El caldo ya hecho que esperábamos encontrar no está. No nos desanimemos. Tiremos el agua vaporizada de la cacerola que usamos antes y volvamos a llenarla con agua, ahora ya nos da igual que sea o no vaporizable, la primera que pillemos nos valdrá. Volvamos a prenderle llama a la cacerola e introduzcamos la pastilla de avecrem, aunque nos parezca que la proporción va en detrimento de la correcta funcionalidad de la pastilla de avecrem, no nos equivoquemos nuevamente, la pastilla ésta está concentrada y da mucho de sí. Cuando empiece a hervir el agua con la pastilla de avecrem dentro, observaremos que ésta flota sobre la superficie del agua. Si nos aburrimos y queremos entretenernos en meterla para adentro, hagámoslo, pero nada conseguiremos porque la pastilla de avecrem es de carácter fuerte y no se dará por vencida fácilmente. No quiere ahogarse y una vez y otra subirá a la superficie para poder respirar. Depongamos nuestra actitud porque si la dependienta no nos ha dado un caramelo de café en detrimento de la pastilla de avecrem, ésta poco a poco se irá deshaciendo. Esto perfectamente lo notaremos porque el agua irá cambiando de coloración, adquiriendo ese color característico a avecrem.

    Ha pasado el tiempo y la pastilla de avecrem se ha difuminado como si nunca hubiera existido, pero vemos que el agua hirviendo ha cogido poco colorido para lo que era de esperar. No se inquieten por el colorido que lo importante es el sabor que seguro que tiene ya el agua. No obstante, si no nos quedamos tranquilos porque somos demasiado tiquismiquis y queremos que aparezca algún color por muy extraño que pueda parecernos, apliquemos otro ingrediente más, volvamos a la esquizofrénica bolsa a ver qué coño nos ha metido (con perdón) la dependienta que pueda hacer las veces de colorante para mejillones.
    Buscando, lo único que podría cumplir esa función sería una bolsita de color anaranjado que está sin etiquetar, ¿Qué será?, no lo sabemos pero podría ser cualquier cosa.

Interrogante coplilla enmejillonada - Hagan palmas con las orejas mientras la leen.

¿Podría ser pimentón lo que esta bolsita contiene?…
¿O podría ser azafrán?….
¡Bah! podría ser cualquier cosa…
pero visto lo visto, poco importa…
¡Qué más nos da lo que sea ya!.

    Sea lo que sea lo que hay en la bolsa, echemos cuatro o cinco cucharaditas en la cacerola y al momento habrá cogido aquello una esplendida coloración anaranjada. Si lo pudiesen probar sin abrasarse las amígdalas comprobarían que efectivamente sabe a algo que ya no es simplemente agua. No sabríamos decir exactamente a qué sabe, pero es que aún queda echar los mejillones, que ese es el quiz de la cuestión, no obstante (nuevamente) para que se queden tranquilos y que por lo menos tengan la certeza de que no se van a intoxicar, observen si hubiese algún mejillón que quisiese salir de la cocción a uñas, si no es así y los mejillones han podido soportarlo, nosotros también que tenemos más defensas que ellos.

    Procedan ahora a echar los mejillones a la cacerola y esperen a que se abran, justamente cuando esto ocurra se quedarán asombrados al ver la apariencia física y  dimensiones de estos mejillones. Ahora es cuando tienen que volver a coger su cámara digital y retratar ese momento para la posteridad. Cuando introduzcan ambas dos fotos en el disco duro de su ordenador y puedan compararlas, verán perfectamente lo que es un antes y lo que es un después en cuanto a la elaboración de unos mejillones espeluznantes se refiere.

    Esos mejillones que vemos abiertos en la cacerola de buena gana los tiraríamos a la basura y nos prepararíamos un bocadillo de sus congéneres en pringosa latilla, pero aún podemos salvar la situación y al final quizás podamos llegar a buen puerto con nuestra receta.

    Saquemos los mejillones y coloquémoslos en el plato en el que pretendamos comérnoslo, a continuación lo único que puede salvarnos es otro ingrediente que bien sabía yo que íbamos a necesitar, este ingrediente no es otro que el aire comprimido, y dirán, ¿Y de dónde coño lo sacamos y para qué coño queremos el aire comprimido?, no se preocupen que yo aclaro sus dudas.

La primera duda es esa de que de dónde coño sacamos el aire comprimido. Este aire lo podemos coger del ambiente que nos rodea, evitando, eso sí, aromas que nuestras fosas nasales pudiesen considerar indeseables. Busquemos mejor un lugar al aire libre, la compresión tenemos que realizarla nosotros mismos.

    La segunda duda es esa de que para qué coño queremos el aire comprimido, pues ni más ni menos que para introducirlo dentro de cada esmirriado mejillón a ver si así podemos conseguir que lleguen a ser algo espeluznantes.

    Aclaradas dudas vamos a ver cómo hacemos esto. Para ello nos tendremos que abastecer de una jeringuilla hipodérmica (todos sabemos más o menos como se usan y no hace falta explicarlo) e introducirles aire que previamente habremos metido dentro de la jeringuilla. Antes de esto tengan la precaución de apretar previamente a cada mejillón en la barriga por si ya tuviesen aires propios o incluso flato. Si al apretar no oímos el sonido de ninguna expulsión provocada, procedamos a introducirle el aire. Veremos asombrados cómo el mejillón va adquiriendo volumen. Debemos de parar cuando consideremos que están lo suficientemente espeluznantes para nuestro gusto.

    Esto debemos hacerlo a todos los mejillones, pero dándose prisita que no se escape el aire antes de que nos los comamos.

    Ya como colofón sólo queda echarles encima lo que hay dentro de la cacerola y poner a nuestras papilas gustativas sobre aviso para que se vayan preparando de a lo que se van a tener que enfrentar en breves momentos.

    Visto el plato desde nuestra perspectiva de sentados, la verdad es que tiene mejor pinta de la que hubiésemos esperado, incluso da la impresión de que se puedan comer y todo. Aunque nos parezca que algún mejillón nos estuviese pidiendo auxilio, no le hagamos caso, que se hubiese muerto como los demás, pero si con todo y con eso el mejillón éste no para de darnos el coñazo pidiendo auxilio, va a resultar que nos hemos topado con la única clase de mejillones que me faltaba por enumerar porque consideré que no sería necesario. Visto que sí lo es, les diré que hemos tenido la mala pata de que se nos haya colado de rondón un mejillón de los denominados “inmortales”, y contra ellos no se puede luchar porque haga uno lo que haga siempre resucitan. Saquémosle del plato porque nada puede hacerse para que se quede muerto como los demás. Debemos aceptar la evidencia, sólo nos quedan seis mejillones en el plato y al paso que vamos como no nos hagamos el ánimo poco a poco todos irán desapareciendo, si no por unas causas, por otras.

    Cerrando los ojos y haciendo muecas muy raritas cogemos el primer mejillón, la gata que se encontraba a nuestro lado y que no nos suele dejar ni al sol ni a la sombra, desde que se ha percatado que estamos ambos dos de laborales Rodríguez, ha preferido marcharse súbitamente. Y a cazar ratones no se ha ido porque aparte de que no los hay en nuestras proximidades, lo único que caza, y de vez en cuando, es alguna bolsa del mercadona, o sea, mala señal es que se haya pirado porque los gatos tienen un sexto sentido para barruntar que algo grave va a ocurrir irremediablemente.

    Aterrados estamos sin saber qué hacer cuando abrimos y vemos frente a nosotros y en las cortas distancias al mejillón espeluznante en todo su esplendor, nuestra boca comienza a fabricar excedentes de saliva para que como mal menor no se nos atasque en la boca y pase rápidamente hacia el estomago, que tampoco es que vaya a estar mucho ahí porque seguramente el estómago no pueda soportarlo y le de escape prematuramente sin digestionar hacia los intestinos, lo cual esto no es ningún chollo porque al igual que el estómago, estos tampoco querrán enfrentarse a este evento (y anda que no habrán pasado por vicisitudes) y seguro que le dará todo tipo de facilidades para que continué viaje hacia aquel lugar que siempre sufre el desaire y los caprichitos de los demás.

    Conclusión, que el primer espeluznante mejillón ha recorrido todo el interior de nuestro cuerpo en un plis plas y ha ido a parar directamente y con premura al único lugar de la casa que está preparado para este tipo de emergencias.

    ¡No ha podido ser!, cuánto nos hubiese gustado poder habernos comido esos mejillones que hemos hecho para después darnos el gustazo de sorbetear el caldito que tan hábilmente capturamos utilizando para tal fin la concha de cualquier mejillón consumido.

Posdata enmejillonada – Hínchense de tiras de maíz con sabor a barbacoa.

 

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