Irresistibles Magdalenas

Queridos y casi enfermizos seguidores de mis maravillosas recetas de cocina, hoy vamos a elaborar, y como siempre digo, de una forma totalmente artesanal, unas adorables y a la vez entrañables madalenas aleatorias que estoy convencido hará que nuestra paladar piense que está en otro extasiado mundo por ese cúmulo de excitantes sensaciones que sentirá cuando tenga el gran honor de notarlas en sus adentros tras ir pasando previamente por sus afueras.

    Dubitativos andarán sin comprender el porqué de querer mostrarles esta sencillísima receta que muy poco o nada dice de mí en comparación con todas aquellas tan casi científicas que ya les he enseñado. Pues les diré que al igual que de sencilla es la receta de hoy, igual es mi respuesta, y no es otra que estoy harto de esas madalenas compradas y que se encuentran embolsadas en atmosfera protectora. Da penita de verlas, eso sí ¡Eh!, entrar en la bolsa sí que entran muchas porque más pequeñas parece imposible que puedan hacerse. Poco más y hay que utilizar pinzas de depilarse las cejas para extraerlas de su protector habitáculo. Menos protecciones y más volumen que eso es lo que realmente nos interesa a los sufridos consumidores.

    Cuando hayan elaborado esta receta no podrán salir de su asombro al ver lo extremadamente voluminosas que les quedarán. Sólo tendrán que compararlas con las compradas para notar tan tremenda diferencia, y lo mejor de todo es que cuando acaben comprobarán estupefactos que su hogar habrá cogido un gratísimo aroma a madalenas que seguramente tardará muchísimo tiempo en desaparecer con el consiguiente ahorro para el bolsillo pues en una larga temporada no tendrán que utilizar ningún otro tipo de ambientador.

    En mi afán de evolucionar constantemente, en esta ocasión la receta irá a juego con los tiempos que corren y para ello utilizaremos lo último en tecnología puntera. Sí señoras y señores, sí, me estoy refiriendo a una batidora eléctrica.

    Dirán que las batidoras hace años que ya se encuentra entre nosotros, llevan razón, pero lo que no saben es que las de última generación baten muchísimo más rápido y además llevan incorporado un software de voz con lo que eso de los pulsadores ha pasado a la historia. Quizás la única peguilla que podríamos sacarle es que hay que enseñar a la batidora a que reconozca nuestra voz y acate nuestras órdenes sin poner ningún tipo de trabas o impedimentos, vamos, que no nos salga demasiado autónoma.

    Esto de la enseñanza no debe ser un problema insalvable para nosotros pues viene muy bien explicado, en chino, en las instrucciones correspondientes. Que no saben chino ni tienen intención de aprenderlo, pues tampoco pasa nada, yo les explico cómo conseguir que nuestra batidora adquiera un coeficiente intelectual altísimo y que se comporte sumisamente ante nuestras culinarias exigencias.

    Tras estos prolegómenos vamos a lo que ya es en sí la elaboración de la receta.

IRRESISTIBLES Y ENTRAÑABLES MADALENAS ALEATORIAS CON SABOR A CHOCOLATE

Ingredientes para un número indeterminado de madalenas, las que salgan:

- 700 gr de azúcar dulce
- Lo de fuera de un limón - La parte amarilla, esa que está más dura que lo de dentro.
- Siete huevos enteros.
- 500 gr de leche entera UHT.
- 700 gr de aceite de oliva refinado.
- 1300 gr de harina fuerza - Maizena de toda la vida
- 15 gr de impulsor para madalenas - Asegúrense de comprar un impulsor de estos que sea específico para madalenas aleatorias. Si compran otro impulsor cualquiera lo mismo no impulsa lo mismo a las madalenas y éstas nos salen sin “moñete” o ligeramente “desmoñadas” (cuidadín en la utilización de las emes, no equivocarse).
- Cobertura de chocolate fundido al gusto - ¿De quién? Presumiblemente del nuestro.
- Petit fours de papel del número siete.
- Batidora eléctrica con software de voz.
- Dos mangas de pastelería - Conste que no les veo yo muy preparados para esto de la manga pero esta receta es así de cachonda.

    Ahora vayamos por partes. Ante estos ingredientes se nos han planteado algunas inquietudes que nos tienen algo preocupados. La primera será el “Petit - fours”. La segunda será saber qué es el “factor impulsor para la proliferación de “moñetes” en las madalenas”, y la tercera será hacernos amigos de nuestra batidora y contarnos nuestros secretillos.

Vamos a buscar soluciones a estas inquietudes.

    Los “Petit – fours” son los asentamientos de papel de las madalenas, esos que parecen como acordeones redondos, pues esos. No crean que es capricho de la naturaleza que sean acordeonados, que no es eso, todo tiene su lógica. Esa característica técnica es para poder quitarlo cuando en sus adentros ya se halle la madalena y haya que extraerla. Si no fuese así notaríamos enseguida cómo la fabricación y venta de cortauñas descendería alarmantemente por tener que llevar las uñas larguitas si lo que queremos es comernos las madalenas sin que se nos atragante el petit fours en la tráquea.

    La segunda inquietud es lo del impulsor de madalenas. Aunque el nombre asuste un poco, no teman, que no tenemos que saltar a la pértiga ni nada de eso. El impulsor es como una especie de levadura química, que para dejarnos de rollos, diremos que es la levadura de toda la vida.

    La tercera inquietud es la más tecnológica de todas. Vamos a enseñar a nuestra batidora cómo somos y cómo pensamos, y sobre todo, que ella no deja de ser una máquina y se debe por entero a nuestras exigencias, que para eso la hemos comprado.

    Una vez que la hemos adquirido y ya nos encontramos en casa, para ir cogiendo un poco de confianza y que nuestra relación con ella no sea muy fría desde un principio, lo más aconsejable es bautizarla con un nombre que nos sea fácil de recordar y que guarde algún tipo de relación con ese primer uso que le vamos a dar. Si se tratase de una batidora de esas ya obsoletas pues no tendría ningún sentido bautizarla, para qué si de todas formas somos nosotros los que lo hacemos todo, pero tratándose de un utensilio al que tenemos que hablar, queda muchísimo más educado y amistoso llamarla por un nombre que no sea batidora.

    Esto implicaría poner distancia entre nosotros y ella, y si algo necesitamos de nuestra batidora es que seamos dos distintos seres pero en un mismo pack. Para ello creo que entre la amplia variedad de nombres que podríamos ponerle, quizás el que mejor le vendría y seguro que la batidora echará chispas de lo contenta que se pondrá, sería “Aspas”. Pues bien, ya hemos hecho mucho aunque parezca que no. Hemos estrechado lazos que era de lo que se trataba. Como esto de haberle puesto el nombre a la batidora les habrá gustado, no intenten estrechar demasiados lazos con los demás útiles de cocina que posean, que no servirá para nada. Nada conseguirán con llamar “Sieso” al exprimidor de las naranjas porque aparte de que se sentirá ofendido, no conseguirán que exprima nada por sí solo.

    A Aspas (nuestra batidora) le debemos hablar lenta y muy claramente, tengamos en cuenta que carece de orejas y que sus adentros no son orgánicos sino electrónicos. Deberán hablarle de una forma concisa y con palabras cortas. No intenten mantener ninguna conversación cuando se sientan solos porque Aspas nunca les podrá responder, y muchos menos la utilicen como nocturna consejera ni le cuenten sus rollos ni sus penas. Parece ser que tan hartitas las pusieron las primeras personas que las compraron, que hay algunas que explosionaron y otras hasta incluso se suicidaron extrayéndose a sí mismas su software. Nunca olviden que aunque con el tiempo le cojamos cariño, no deja de ser una batidora y que carece completamente de sentimientos.

    Bien, pues enumeradas estas advertencias nos pondremos enfrente de Aspas muy en cortas distancias, y observaremos que en su parte superior tiene un dispositivo con un dibujito de un micrófono. Que no les invadan las ganas de cantar como si estuviesen en un karaoke que ese dispositivo es por donde a Aspas le tendrán que introducir toda la información que deseen.

    Debajo de este dispositivo podrán observar que tiene dos pulsadores, uno a cada lado y de diferentes colores e iguales de forma. Un pulsador rojo que se llama REC (creo que sobran aclaraciones), y otro que se llama STOP (y que vuelvo a creer que siguen sobrando las aclaraciones). El pulsador rojo tendrán que presionarlo justo antes de transmitirle la información para que se quede grabado en su disquito duro. Como es una batidora tampoco piensen que tiene un disco duro de 250 gb, que para cuatro gilipolleces que le vamos a decir, con algún mega que otro que tenga de capacidad basta y sobra. Tras esto sólo quedará ordenarle cosas según lo que queramos que haga, que yo ahí ya no entro, pero vamos, que para hacer las madalenas yo creo que con que le introduzcan una pocas frases del estilo que describiré ahora será suficiente. El otro pulsador es para ir deteniendo las sucesivas grabaciones que vayan realizando.

- Aspas, Hola (Si nos responde….huyamos acojonados que hay un espíritu dentro de ella)
- Aspas, empieza a batir.
- Aspas, bate más rápido.
- Aspas, bate más lento.
- Aspas, para ya de batir que se está saliendo todo.
- Aspas, aquí no nos sale el moñete ni de coña.
- Aspas, menuda mierda de madalenas que nos están saliendo.

    Estos son algunos ejemplos, cada cual luego puede personalizarlos a su gusto.

    Ahora creo que no vendrá nada mal explicar lo que es el “moñete” ese que digo al principio pues a lo mejor puede sonar a coña y quizás incluso haya alguien que se descojone con el nombrecito. Podríamos perfectamente denominar como “moñete” sin ningún temor al qué dirán….a la protuberancia extrema (porque si no sería un moñigo en vez de un moñete) que toda madalena aleatoria que se precie debe tener, vamos, que es lo que sobresale de lo que es en sí el petit fours.

    Subsanados esos pequeños problemillas y aclaraciones, sumerjámonos sin que nada flote en la elaboración de la receta en cuestión.

Elaboración:

    Comenzaremos la elaboración echando en el recipiente que venía adjuntado a Aspas los siguientes ingredientes: Los huevos, el azúcar, el aceite de oliva y la leche. Cuando no hayamos podido introducirlo todo porque observemos que es imposible que todo coja dentro del recipiente, no nos quedará más remedio que o bien, ir echándolo por tandas, o bien utilizar algo con dimensiones parecidas a las de un cubo. Sea como sea, de lo que se trata es de que todo quede bien batidito.

    Supongamos que no tenemos ese algo de dimensiones considerables, bien, pues entonces utilizaremos el recipiente todas las veces que haga falta o en su defecto echaremos lo que quepa de todos los ingrediente. Que no nos salen muchas madalenas, pues tampoco pasa nada, con que nos salga alguna para poder probarla deberíamos darnos ya por satisfechos.

    Ahora nos pondremos un poco nerviosos porque la prueba de fuego será ver si Aspas ha asimilado nuestras enseñanzas. Para ello le damos lo buenos días o las buenas tardes (según), y le decimos que empiece a batir todo durante doce minutos a toda velocidad. Que dé de sí todo lo que pueda. Aspas ante esta indicación empieza a batirlo todo tímidamente como si le diera cosilla que no le quitemos los ojos de encima, además que como la tenemos cogida por su parte superior parece como si se sintiera un poco incómoda hasta que poco a poco se va acostumbrando a nuestro tacto y empieza a coger vertiginosas velocidades que ocasionan que al poco tiempo parezcamos un muñeco de cera en proceso de remodelado. De la cara sólo se nos ve lo blanco de los ojos y porque los cerramos al ver venir la que se nos venía encima. Por cierto, que la cocina está completamente fumigada de parte de lo que debería de haber sido los prolegómenos de nuestras madalenas aleatorias.

    Es importante no darnos por vencidos y volver a intentarlo. Todo proceso de aprendizaje requiere su buena dosis de paciencia y si de algo nos tendremos que abastecer si queremos hacer madalenas, es precisamente de eso.

    Volvemos a empezar por el principio y ahora sí, Aspas está muy comprometida con nuestra culinaria causa y bate todo que es un primor.

    Después de decirle que pare de batir tras doce minutos de tensa espera, observamos que todo nos ha quedado muy emulsionadito, que era nuestra única pretensión pues así nuestras madalenas nos quedarán muy esponjosas.

    Una vez logrado esto debemos de suministrar a la emulsión sus dosis respectivas de harina e impulsor que las iremos introduciendo utilizando para ello una espátula de madera. La harina ésta debe realizar el descenso a la emulsión como esquiador que intentase ganar un eslalon especial, es decir, como esquiando por cordilleras nevadas, o lo que es lo mismo, debe caer sueltecita y no en plan compota. El impulsor da lo mismo cómo se aposente, él sólo se basta para impulsar lo que haga falta por muy poca cantidad que caiga.

    Se las deberán ingeniar para lograr averiguar por dónde coño efectúan la expulsión y posterior caída en barrena de la harina sin para ello tener que sacar a Aspas. Confió en esas fluorescentes luces que todos ustedes deben de tener.

    Es muy importante no pasarnos en trabajar la mezcla si lo que pretendemos conseguir es ver cómo le crecen los moñetes a nuestras aleatorias madalenas. Si hacemos horas extras podemos darlo todo por perdido. Irremisiblemente nuestro proyecto de madalenas perderán todo ese volumen que nunca tuvieron, y lo peor de todo será que jamás de los jamases llegaran a poder adquirirlo.

    Dando por hecho que han seguido a rajatabla mi genial y aleatorio consejo, observaremos que ya hemos obtenido la masa de las madalenas. Ahora sólo falta aderezar convenientemente los petit fours, añadir el chocolate y finalizar dándole un paseíto a todo con parada obligada en nuestra zona VIP del horno.

    Continuemos pues, ahora entra en escena una de las mangas pasteleras. La manga pastelera nada tiene que ver con sus mangas aunque ustedes sean pasteleros, ¡No!, la manga en cuestión es un artilugio que consta de lo que es en sí una manga como de brazo amputado (por las dimensiones que tiene) con sendas oquedades en sus extremos. En el extremo superior se encontrará la oquedad más amplia. En la inferior la más estrecha, y la masa la debemos echar por la parte ancha para que salga por la estrecha, si sale, claro, que esa ya es otra historia porque en la vida la hemos visto más gorda.

    Para evitarle estreses innecesarios vamos a pasar de las mangas. Utilicemos algo que nos sirva para rellenar los petit fours de la masa que hemos hecho, pero sólo hasta la mitad más o menos, luego con lo mismo que hayamos utilizado para echar la masa (que o mucho me equivoco o habrán utilizado simplemente sus zarpas) cubriremos de chocolate fundido (ya venía así cuando lo compramos) a nuestra masa en la cantidad que se adapte a nuestro dulce gusto.

    Ya sólo nos queda cubrir los dichosos petit fours y darle nosotros mismos una forma lo más redondeada posible pues de eso dependerá que nuestras madalenas se sientan orgullosas cuando al salir de horno vean qué moñetes tan impulsivos y estupendos les han quedado. Antes de esto, debemos introducirlas en el horno a una temperatura aproximada de 280º y alguna decimilla para no quedarnos cortos y por un periodo de tiempo no muy superior a unos doce minutos y algo. La extensión de ese algo dependerá de si se nos olvida o no.

    Como medida preventiva de seguridad y para no tostar mucho toda la cocina, a los nueve minutos apagaremos el horno y los tres minutos que restan pues que se conformen con el calor que queda, además que si no lo apagásemos antes, las madalenas saldrían pelín negruzcas y poco presentables, vamos, lo que solemos denominar como chamuscadas.

    Estos momentos finales suelen ser muy tensos y de muchas dudas. Nuestro horno es de cristal tintado y no vemos nada de todo el proceso que están siguiendo nuestras aleatorias madalenas enmoñadas. Seguramente no pararemos de dar paseos por los alrededores del horno haciéndonos miles y miles de preguntas que se resumen en una única cuestión ¿Saldrán con floreado moñete?. A los doce minutos exactos, una alarma nos avisa de que ya no hay vuelta atrás y de que al fruto de nuestros desvelos ya podemos darle vidilla y ver nuestra obra de arte.

    Con cautela (por si las moscas) abrimos el horno y extraemos cuidadosamente la bandeja porta madalenas y no entendemos qué es lo que ha podido pasar y en qué hemos fallado. En la bandeja vemos que lo que introdujimos en los petit fours con la esperanza de que se quedarán ahí para siempre, no han compartido nuestros deseos y se han liberado de su prisión. A nuestro lado izquierdo se encuentran todos los petit fours en formación de a uno y completamente vaciados. En el lado derecho, por el contrario, observamos que las masas chocolateadas con forma de tortitas están en formación de a dos y en posición de presenten armas como si les estuviese pasando revista un algo con un pequeño moñete que tiene una cara de malas pulgas que para qué te cuento.

    Sin pretenderlo hemos conseguido hacer implacables enemigos a las masas desmoñadas y a los siempre metrosexuales petit fours, pero de irresistibles y entrañables madalenas aleatorias, de eso….nada de nada, mejor ir al centro comercial más próximo y hacer acopio de esas madalenas envueltas en atmosfera protectora, que ahora que pensamos y después de visto lo visto, ya quisieran esas cosas que nos han salido a nosotros tener los moñetes tan retozones que tienen las madalenas que tanto odiábamos antes.

 

Safe Creative #0909054370261

Todos los derechos reservados

© 2014 Todos los derechos reservados.

Haz tu web gratisWebnode