Tesis poco doctoral - El primer amor

Lógicamente, dado el sexo del que soy portador, esta tesis poco doctoral con todos sus capítulos, será enfocada en su totalidad desde un punto de vista estrictamente masculino y desde mi edad. Supongo que esto del primer amor habrá cambiado, y los comportamientos no serán iguales- Todo evoluciona y el primer amor no iba a ser menos.
    Como dije, éste primer capítulo de mi tesis poco doctoral, lo enfocaré masculinamente hablando. Nunca me atrevería a enfocarlo desde un punto de vista opuesto. Resultaría un desastre y, posiblemente, muy alejado de la realidad. Ni Dios sabe cómo piensan las mujeres. Ellas son un mundo aparte, y mi tesis poco doctoral estaría avocada al fracaso. Por otra parte, si alguna fémina lee esto sabrá sacar sus propias conclusiones, y en sus adentros sabrá si su comportamiento humano tiene algún punto de similitud con el aquí descrito en lo referente al primer amor.

¡El primer amor! ¡Ay Dios!. Seguramente todo ser humano objeto de este estudio recordará perfectamente ese primer amor por muchos años que hayan pasado. La probabilidad de que haya sido en edad escolar es casi de un cien por cien. Se entiende por edad escolar el tiempo transcurrido entre parvulitos y acceso a la universidad, o estudios equiparables o equivalentes.

    Pues bien, ese primer amor es muy importante pues será el que marque nuestro comportamiento futuro en cuanto a amoríos se refiere. Si somos excesivamente sensibles, un desengaño en ese primer amor sería catastrófico, y nos hundiría en la miseria para una larga temporada. Quizás nunca levantásemos cabeza, y siempre llevaríamos esa pesada losa en nuestro subconsciente impidiéndonos sacarle todo el partido a los amores venideros que seguro llegarán.

    El primer amor éste, es algo que no podemos evitar. Cuando llama a nuestra puerta por muy cerrada que la tengamos, entrará, y le dará igual que estemos o no preparados para darle la bienvenida. Pueden darse dos casos distintos. El primero es que ese primer amor sea correspondido por la otra persona. El segundo es que no nos haga ni puñetero caso.

    Para que se dé alguno de los dos casos descritos anteriormente, es indiscutiblemente necesario que conozcamos a la destinataria de ese nuestro primer amor. Sería inaudito enamorarse de alguien que no hemos visto nunca y, cabe dentro de lo posible, que deberíamos pedir inmediatamente ayuda profesional. Me refiero a ayuda psicológica, no a la otra, que somos todavía muy jovencitos.

    Aunque como digo, sí que es necesario por lo menos haber visto alguna vez a la otra persona, esto no significa que sea imprescindible que hayamos hablado con ella, no, sí que sería ideal que la hayamos visto más de una vez porque si al primer vistazo ¡Zas!, la hemos cagado, eso significará que somos de comportamiento enamoradizo, y a estos pipiolos seres humanos no les auguro nada bueno en lo referente a su comportamiento futuro en lo que a vida amorosa respecta. Seguro que se llevarán más de un chasco. Huyamos de la tan traída y llevada frase de “Amor al primer mordisco”, bueno, no huyamos mucho, si ha habido mordisco inmediatamente después de ese primer vistazo, entra dentro de la lógica mordedora que algo tangible haya brotado de nuestros adentros hacia sus afueras y no deberemos preocuparnos por ello. Nos limitaremos a darle las gracias a Dios por nuestra inmensa fortuna, pero esto no es los normal; lo normal es que ese primer amor sea algo platónico, subliminal y etéreo por la gracia de Dios, y puede que nunca lo demos a conocer a la destinataria.

    Este amor platónico nos mantendrá anémicos durante una larga temporada. Se nos quitarán las ganas de comer. Nos resultará casi imposible dormir, y si lo conseguimos, tras cada despertar nos encontraremos con la gran decepción de que hemos estado con ella pero que sólo ha sido un sueño, y entonces querremos volver a dormirnos para continuar donde lo habíamos dejado, pero no lo conseguiremos. Los sueños son así de caprichosos y no dan segundas oportunidades. Ese sueño ya jamás se repetirá, y como no lo hayamos grabado a fuego en nuestro intelecto, lo podemos dar por perdido para siempre.

    Lo peor de todo es que nos deberemos enfrentar a nuestro primer amor a diario, “la hemos de ver a diario”. Cada día nos haremos la promesa de que ese día no pasará sin decirle lo que sentimos por ella. ¡Pero claro que ese día pasa!, pasa ese, y el siguiente, y el siguiente, no es nada fácil dar forma verbal a lo que tan bien tenemos ensayado mentalmente. No olvidemos que no tenemos experiencia, y el miedo al “no” es algo que nos tiene atenazados. Por otra parte, ella, no es que ayude mucho que digamos. Si notásemos en ella algún tipo de predisposición, como por ejemplo ¡Venga, dímelo ya que te voy a decir que sí! pues la cosa cambiaría, pero ella simplemente nos mira de vez en cuando y se limita a sonreírnos ligeramente, claro, con estos síntomas que muestra como que no lo tenemos muy claro, sería como lanzarse de cabeza a una piscina sin saber si tiene agua, y no queremos pegarnos el enamorado ostión del siglo.

    Algunos seres humanos se quedarán estancados en esta fase, y jamás sabrán qué hubiese podido pasar. Siempre recordarán negativamente esta primera y enamorada experiencia. Por el contrario, otros seres humanos no podrán más con su anemia ni con su amoroso insomnio, y decidirán lanzarse al ruedo sin capa, pero con toro, y que salga el sol por donde salga. Yo desde aquí les aplaudo ante su valentía, es su decisión, pero por otra parte tendrán que apechugar también con sus consecuencias porque lo peor no es que le digan a uno que “nanai de la china” o que no se es “santo de su devoción”, lo peor para un varón que se precie es que le digan que no se es su “tipo”. Esto es humillante porque ya uno no parará de preguntarse si pensarán así todas, o es que el primer amor que le ha tocado en suerte es demasiado delicada o tiquismiquis en lo que a aspecto físico se refiere. Quizás recurra a recabar opiniones diferentes para comparar. Le preguntará a su madre o hermana que si piensan que es atractivo. Ellas le dirán que sí, ¡Nos ha jodido! la familia siempre mentiría por no hacerle daño, pero con el tiempo se dará cuenta de que estas opiniones tan partidistas no le habrán valido para nada. Es causa común que el tipo que ostenta no es muy del agrado de la mayoría de las feligresas de sus alrededores, y en esos alrededores prima el físico sobre el resto de los atributos masculinos.

    Ha tenido mala suerte de nacer ahí. Posiblemente a su media naranja la hayan hecho zumo, y lo mismo si hubiese nacido en Disneyworld la cosa hubiese sido diferente, pero tampoco tiene por qué hundirse que para gusto hicieron colores, y a lo mejor su tipo sí que resulta interesante para alguna. De todas formas, por lo menos no le quedará la duda de saber que su primer amor pasa de él totalmente, y en un tiempo más o menos largo se le pasará. Podrá volver a coger los kilos que enamoradamente perdió, y el homosexual de Morfeo volverá a acurrucarlo entre sus entreabiertos brazos hasta que el segundo amor vuelva a incordiarle.

    Sobra decir que para éste ya tendrá más experiencia y sabrá cómo hacerle frente. Tan sólo debería preocuparle que se resolviese negativamente como el anterior. Esto sí que sería desastroso. Algo fallaría dentro o fuera de él, o las dos cosas a la vez, y sería aconsejable asistencia urgente a una terapia en grupo de feos e insoportables anónimos.

    Pero no hay que ponerse trágicos porque en otras muchas ocasiones, independientemente de nuestro juvenil aspecto físico, sí que recibiremos como respuesta el “sí quiero”. Tras escuchar esto que tanto deseábamos, lo típico es que nos quedemos fríos. Lo que tanto anhelábamos ya lo tenemos, y no esperábamos una respuesta tan rápida. El hecho constatable es que nuestro primer amor no se lo ha pensado ni un minuto, y esto nos ha pillado por sorpresa.

Es la primera vez que nos ocurre semejante situación adolescente, y no habíamos estudiado muy bien ese guion del “sí quiero” tan prematuro. Llevábamos aprendido, y con nota, el del “ya me lo pensaré” para intentar convencerla, ¿Qué hacemos ahora?, o peor aún, ¿Qué hacemos ahora con ella?, (recordemos que es nuestro primer amor y somos inexpertos a más no poder), ¿La invitamos a pasear y alargamos la mano a ver si nos la coge? (la mano), ¿La invitamos a pasear y no alargamos nada por si las moscas nos da un manotazo?. Las cosas han cambiado mucho en tan sólo unos segundos. Ahora es “nuestra” entre comillas, y no sabemos qué hacer con ella ni cómo comportarnos, ¿Deberemos aparentar ser más hombres de lo que realmente somos, y fumarnos nuestro primer cigarro en su compañía aunque explotemos en el intento? ¿O deberemos hacer honor a nuestra edad, y comprar una bolsa de pipas para consumirlas entre nosotros ambos dos?. La decisión no es nada fácil. Desafortunadamente decidimos encendernos nuestro primer cigarro. A esta sabía decisión nos llevó el haber visto en multitud de ocasiones a “nuestra ella” con otros chicos de más edad que sí que fumaban, y parecía que a “nuestra ella” no le desagradaba.

    Irremisiblemente encendemos el cigarro ante su atenta mirada fijando nuestra mirada al infinito en actitud que nosotros consideramos “interesante”. A los breves momentos empezamos a oler a chamusquina, y desconocemos la procedencia de ese aroma. Huele a pelo quemado. Nuestro juvenil flequillo echa chispas, y esa primera inhalación de humo, después de pasar como si tal cosa por nuestros pulmones, nos llega al alma; nuestra alma se revela. No quiere nicotina en sus alrededores y nos lo hace saber obsequiándonos con una visita guiada y mareada por esos mundos de Dios, aparte de una tos que desconocíamos que pudiese alcanzar semejante grado de intensidad. Nuestra ella no da crédito a lo que acaba de ver, pero bueno, esa primera cosa hecha juntos por lo menos ha conseguido que sin proponérnoslo la hayamos hecho pasar un buen rato. No ha parado de reírse e inclusive nos ha dicho cariñosamente ¡Que tontín eres! ¡Anda, tira el cigarro tontorrón que te invito a unas pipas sin sal!. Bienvenidas sean esas palabras de ánimo, pero nuestra hombría se siente devaluada al oír semejante afrenta. Jamás podríamos consentir que ella nos invitase a pipas sin sal. Amorosamente le decimos que no, que la invitaremos nosotros. Descogidos de la mano llegamos en separada compañía al kiosco de Paulino. Célebre por su “simpatía” hacia la juventud, y le pedimos una bolsa de pipas sin sal, Paulino no tiene, se le han acabado y a “nuestro” primer amor no le gusta con sal, por lo que decide  aleatoriamente pedir cosas a golpe de vista. Conforme vemos que su visión es digna de elogio, Paulino dice a cuánto asciende la deuda adquirida por “nuestro” primer amor. Nuestro innato carácter aventurero nos ha vuelto a jugar una mala pasada porque el disponible económico del que somos propietario no da de sí como para sufragar los gastos de la deuda adquirida, más bien da de no.

    Cabizbajamente rotos en nuestro orgullo debemos claudicar ante lo evidente. Debemos pedirle prestado a nuestro primer amor casi la totalidad del importe. Olvidamos que habíamos comprado anteriormente tabaco para dejarla agradablemente impresionada, fundiéndonos así la mayoría de la dote materna para esa tarde. Por suerte nuestro primer amor es comprensivo, y nada dice tras hacer efectiva la deuda, aunque no cabe duda que sí que le resultaría extraña esa peculiar manera de ser invitada por primera vez.

    El resto de la tarde la pasarán dando paseítos para arriba y para abajo. Habrá muchos silencios y precipitadas interrupciones por la ansiedad de querer romper esos silencios hablando los dos a la vez, pero unas risillas cómplices por parte de ambos dos subsanaran estás pequeñas adversidades lingüísticas. Todo requiere su tiempo. Aunque se gustan, no se conocen bien, y les cuesta entablar conversación. Justamente cuando él la incita sabiamente a que le cuente algo sobre ella, sobre su vida, y sobre su mundo, ella le cuenta que son las nueve de la noche y que se tiene que ir ya. El tiempo ha pasado muy deprisa. Más que nunca, él quiere acompañarla hasta su casa, y ella acepta gustosamente.
 
    Él no habla, está pensando en la forma o manera de conseguir que la distancia que hay entre ambos se estreche. Así no parece que estén saliendo juntos, y si lo están haciendo, piensa él que en algo se debería de notar.

    Ella que no es tonta y sabe perfectamente lo que está pensando su compañero sentimental de nueva generación, esta situación le divierte, piensa que si se atreverá o no.   

    El trayecto poco a poco va llegando al fin. Ella dice que vive allí, y él piensa que ahora o nunca. Como si de un espasmo se tratase, él le coge la mano fuertemente ¡Uf!, no ha habido rechazo, y cogidos de la mano llegan a la puerta de su casa. Ni que decir tiene que a él como despedida le gustaría refrendar ese primer día juntos con un frondoso ósculo vía labial aunque fuese sin lengua de por medio, pero le resulta excesivamente arriesgado, no quiere tentar a la suerte y se despiden hasta el siguiente día con dos cariñosos besos en ambas mejillas. El, en el segundo beso se ha arriesgado un poco y ha girado su cara algo más de la cuenta sintiendo en la comisura de sus labios los labios de ella. Esto ha sido la gota que ha colmado el rebosante vaso y está completamente enamorado. Ya no tiene la más mínima duda. Ella es la mujer de su vida.

    En el camino de regreso a casa hace más tonterías por metro cuadrado que todo el resto de los mortales juntos. Salta (cuando no le ve nadie), grita ¡Yupi! (cuando cree que nadie le oye) y llega a casa con una cara de gilipollas enamorado que no pasa desapercibido ni para el gato de ésta.

Esa noche no cenará, nada raro por otra parte pues no es la primera vez que no cena pensando en su primer amor, pero lo que antes era de vanos anhelos, ahora lo es de desbordante alegría. Cuando va a acostarse reparte besos a diestro y siniestro a todos los habitantes de la casa, incluso el gato se hace acreedor a ellos, cosa que por otra parte no le hace ninguna gracia y protesta enérgicamente erizando su pelo y maullando atemorizado. A sus padres y hermano esto les pilla también completamente por sorpresa, y no saben cómo reaccionar. Precisamente en esa casa como que los besuqueos nunca estuvieron a la orden del día, pero nunca es tarde dependiendo de cuando uno se acueste.
 
   La noche se le hará eterna, no podrá conciliar el sueño (una noche más y por lo motivos anteriormente expuestos). Dará vueltas de un lado al otro de la cama, de norte a sur y de este a oeste mirando constantemente el reloj que proyecta la hora en el blanco techo en dígitos de color rojo pasión. La imagen de ella no podrá, ni querrá apartarla de su cabeza, tarde o temprano la mañana llegará, y aunque insomne, volverá a verla.

    La mañana llega y de un bote salta de la cama. El impulso ha sido demasiado enérgico y se ha pegado con la mesilla de noche y de día en la espinilla. El dolor no le duele y el reflex “flus flus” aplicado a la herida tampoco le escuece. Esa mañana tiene la curiosa característica de que todo es soportable. Con rapidez se dirige al lugar en el que ha quedado con su primer amor, y cuando llega no está, pero a lo lejos la ve venir. Está inquieto y no puede esperar a que llegue, yendo él a su encuentro. Le parece más maravillosa que nunca. Ambos dos se saludan como la noche anterior, y dan comienzo a su segundo día de noviazgo. Se encuentran más sosegados y comienzan a contarse cosas referente a sus mundos y sus vidas hasta el momento de conocerse. Él es una esponja y todo lo absorbe. No se pierde ningún detalle de lo que ella le dice. Se mosquea ligeramente para sus adentros cuando ella le confiesa que ha salido con más chicos, que él no ha sido el primero y que guarda muy buen recuerdo de su primer amor. El sin conocerle le odia a más no poder. Le ha quitado el privilegio de ser el primer amor en la vida de ella, pero por otra parte piensa que ahora parten de cero y que lo pasado, pasado está.

    Mientras caminan juntos cogidos de la mano, él mira al resto de los mortales con autosuficiencia rayano quizás la prepotencia. Quiere que todos vean al monumento que lleva junto a él. Antes era él quien veía a los monumentos que llevaban los demás y esperaba ansiosamente su momento.

    Los días van pasando y la relación se afianza entre ellos. Cada vez se van conociendo más y más, y parecen sentirse muy a gusto cuando están juntos, pero queda algunas asignaturas pendientes, aún no se han besado, ni se han apretado el uno contra la otra hasta cortarse la respiración. Los dos lo desean, pero ninguno da el primer paso, ella sabe que tiene que ser él quien abra la caja de Pandora.

    Él también sabe que ese honor le está esperando pero duda del buen fin del intento. Es un casto varón, y besar se le hace un mundo. Tiene algún ligero conocimiento (de oídas) de que algo hay que hacer con la lengua, y no es mordérsela en el intento, pero no sabe qué.

    Casualmente pasan por las inmediaciones del cine de barrio donde están a punto de proyectar una excitante película de amoríos pecaminosos, pero que es para mayores de dieciocho años. Él se dirige a la taquilla y poniendo la voz lo más grave posible solicita que le sean vendidas dos entradas en palco VIP. El taquillero del frac, con el tono de voz más grave que él (sin tener que forzarla pues ya le salía así por edad) solicita el DNI del contribuyente que intenta entrar, y al mirarlo y hacer cálculos aritméticos, saca como conclusión que le quedan al portador del DNI aproximadamente dos años para que le sea permitida la entrada a esa película. Él le comunica a ella esta pequeña contrariedad. A decir verdad se lo comunica a medias pues le dice que no quedan entradas. Está todo ocupado.

    Esto no les amilana, son jóvenes y pueden con todo. En la otra sala proyectan una película de Samuráis en idioma original y subtitulado en chino. Ésta es autorizada para todo aquel público que tenga la osadía de pasar a verla sin necesidad de tener que haberse tomado tranquilizantes. A nuestra amante pareja esto les trae más o menos al fresco. Él la verdad es que hubiese preferido la de amoríos pecaminosos pues quizás la excitación del momento le hubiese puesto las cosas más fáciles, pero a falta de pan buena es una película de samuráis subtitulada en chino. A ellos con que en las últimas filas de la sala haya asientos vacíos les es suficiente. Los dos saben lo que va a ocurrir y el visionado de la película es algo simplemente anecdótico.

    Él, ya con su juvenil voz de siempre le pide al taquillero del frac las dos entradas. El taquillero los mira y remira, pero no tiene más remedio que dárselas. Cogidos de la mano acceden a la sala, y observan que el público es más o menos de su edad y están desperdigados por toda la sala. Ellos se acomodan en un rincón dejando amplitud a su espacio vital y se sientan. Las luces se encienden y apagan intermitentemente anunciando la proximidad del inicio del peliculón asiático.

    Por fin las luces se apagan definitivamente y él ya no puede más. Sin pensárselo dos veces la abraza estrechándola contra su atlético pectoral. Él levanta la cabeza de ella y la mira con una ternura difícilmente explicable. Ella le mira de igual modo y se funden en un inexperto pero intenso beso. A él no le hace falta meter su lengua en la boca de su primer amor, ella la absorbe por completo al sentir el contacto de sus labios hasta casi incluso hacerle daño como si quisiese quedarse con ella para siempre. Él nota que ella no es la primera vez que besa a un chico. Durante este intenso y pasional beso las lenguas exploran sus bocas sin dejar ningún rincón por descubrir, tanto es el grado de excitación que, inevitablemente, sus manos se hacen dueñas y señoras de la situación comenzando a acariciarse mutuamente, y proferirse dulces palabras de amor. Una cosa lleva a la otra….y al poco tiempo los dos descubren casi a la par que lo de correrse, a parte de las sillas, puede hacerlo también la raza humana, y que si no es como causa de manipulaciones propias, que es compartido, mejor que mejor.

    Nuestros protagonistas y primerizos amantes tuvieron la gran suerte de pasar desapercibidos para la amenazante linterna del acomodador del frac, cosa que no consiguieron otros que fueron desalojados sin el más mínimo reparo, y lo peor, sin acabar la faena.

    Los dos salen del cine antes del fin del peliculón. Se hayan ligeramente humedecidos, él más que ella porque tenía exceso de materia prima, y se ha puesto perdidito de esa materia y, lo peor de todo, es que ha tenido que utilizar su slip de cuello alto a modo de bayeta absorbente, aparte de alguna que otra mancha exterior que disimula abrochándose el anorak.

    Este primer orgasmo compartido da aún más alas al amor que siente el uno por el otro, y cuando por fin realizan casi plenamente el amor, pues la marcha atrás está a la orden del día, se sienten plenamente realizados como pareja de hecho, y el tiempo dirá si sus ataduras serán lo suficientemente fuertes como para unirse de por vida.

    El cálculo de probabilidades nos dice que éste primer amor que tan buen aspecto presenta en sus inicios, tan sólo quedara en una estrecha relación de amistad. En la mayoría de los casos no pasará de ser eso. Simplemente será un recuerdo, bello pasaje de nuestra historia que nunca olvidaremos. 


Safe Creative #0908294288299

Todos los derechos reservados
 

 

 

 

 

© 2014 Todos los derechos reservados.

Haz tu página web gratisWebnode