Tribulaciones de un parásito

 

  ¡Joder qué frío que hace aquí!, y eso que me habían dicho que España era un lugar cálido y que daba gusto venir de veraneo para disfrutar de un resplandeciente sol. O mucho tarda el sol en salir, o algo falla porque esto está de una oscuridad que asusta. Para ser mi primer viaje en plan ocio como que no me inspira excesivas buenas sensaciones. De todas formas cuando lo finalice y vuelva a mis orígenes caribeños, ya hablaré con el congénere que me aconsejó que viniese a pasar unas vacaciones aquí. Ya lo pillaré por banda, ya.

    ¡Y que iba a hacer un crucero en camarote VIP en un trasatlántico llamado “Ciudad de Cádiz”  ¡Y un huevo!. Menudo viajecito pasé. Vomité doce veces con tanto oleaje, y de trasatlántico nada eh...que aquello era un barco pesquero que apenas asomaba un palmo por encina de las olas y que se llamaba “Cádiz es una ciudad”, Joder, estoy congelado todo yo, me tirita hasta el esfínter.

    ¡Vaya sitio más raro en el que me hallo!, y fíjate que habré estado en sitios raros y habré visto cosas raras, que desde que nací y me dejaron solo y abandonado flotando sin rumbo en el inmenso y submarino mar, anda que no me habrán pasado ya cosas...pero vamos, que esto se lleva la palma.

    ¡Vaya!, que aún no me he presentado, claro, es que tengo las ideas ofuscadas y congeladas con tanto frío que hace aquí, que esto parece Alaska, por cierto, que tengo que ir algún día por allí, aunque eso sí, iré algo más abrigado que como me dijeron que aquí en España era todo tan cálido, sólo me vine con lo puesto y casi en bolas.

    Dirán que quién soy yo y luego dirán qué hago aquí, y si hay alguien excesivamente tiquismiquis dirá que por qué les cuento esto. Desde este recóndito paraje tengo contestación para los tres supuestos:

   Puedo decirles para ir rompiendo el hielo y nunca mejor dicho, que mi nombre es muy simpático e incluso creo que a poco que se esfuercen llegarán a tomarme cierto apego intestinal. Pero antes de nada debo decirles que soy un parásito. Según el diccionario de la real academia de la lengua española, más o menos soy un ser vivo que mantengo relaciones extra conyugales en los adentros de otras especies distinta a la mía, y que dependo metabólicamente de ellas, o sea, que para aclararnos diré que somos unos seres que nos gusta poco ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, y preferimos que nos mantengan de por vida, claro está, mientras viva nuestro hospedador que así se llama quien con tanto cariño nos alberga en sus adentros. Lo que pasa es que mal lo llevamos cuando la casca quien nos hospeda. A partir de ese momento perdemos la alegría que siempre nos caracterizó, y pasamos a ser seres compungidos cabizbajos y ligeramente demacrados por falta de sustento diario al cual echamos mucho de menos, de hecho, la mayoría de las veces tanto afecto llegamos a cogerles a nuestros hospedadores, que nosotros “RIP” también con ellos, y si no pues nos joden nuestra cómoda vida a base de fármacos, pero bueno, es el precio que tenemos que pagar por ser tan listillos y no querer pegarle un palo al agua.

    De todas formas no se asusten. Yo no soy una asquerosa tenia o solitaria de esas que da asquito verlas, que les llaman solitarias porque donde están ellas ya no coge nadie más de lo grandes que se hacen. Tampoco soy ese terrible “plasmodium falciparum”, que ese sí que es jodido. Donde cae él, la malaria hace acto de presencia. No teman entonces. Yo soy mucho más alegre y dicharachero que toda esa plebe. Yo me llamo “Anisakis”, ¿A que ya no es lo mismo? ¡Claro!, la diferencia es abismal.

    Les diré que soy adoptado, aunque sería más exacto decir que me adopté yo solo porque a mí nunca nadie me quiere adoptar. Concretamente me adopté en los adentros de un enorme centollo de doce kilos. Desgraciadamente ya no está para cuidarme con el mimo que lo hacía, y he tenido que buscarme la vida como he podido. Para mi centollo padre adoptivo, las navidades pasadas fueron las últimas que vivió. Supongo que fue a parar como plato central a alguna mesa navideña o a algún restaurante de esos que si uno tiene pelas a mogollón se puede permitir el lujo de elegir la presa a ser consumida, ¡Qué sensación más placentera debe de ser esa de mirar a nuestra presa cuando viene el chef y apunta con el dedo a nuestra víctima!. Anda que ya les vale queridos humanos.

    Yo me escapé de milagro de la masacre pues consideré que era aún un parásito muy jovenzuelo y no estaba preparado para viajar a otros lares. Soy de ambientes cálidos, y me pareció que quien pescó a mi centollo tutor tenía una pinta de esquimal que para qué las prisas, y no me inspiró excesivas buenas vibraciones, aunque de todas formas no creo que allí hiciese más frío que aquí donde estoy ahora.

    En fin, que hechas las presentaciones ahora llega el tiempo de las preocupaciones para mí, claro, que ustedes están tan tranquilos. De momento no sé dónde coño estoy. Me encuentro como excesivamente encerrado, y este lugar parece el paredón. ¡Anda que no está esto oscuro ni nada!. No veo un pijo,  y además huele aquí como a cuerno quemado para congelarlo luego, que es lo peor.

    ¡Qué mala espina me da esto! Lo que no entiendo es cómo he llegado a parar aquí. Debió ser que perdí la consciencia o algo con tanto meneo del barco ese de pesca, y me han traído aquí creyendo que estaba muerto, porque si no, no me lo explico. Yo siempre he sido muy cuidadoso, y siempre supe muy bien dónde pedir asilo político, aunque lo más seguro es que no me hayan visto, claro, soy tan pequeño.

    A mí siempre me gustó mucho la idiosincrasia de las costumbres orientales, y pasaba largas temporadas en el Japón empapándome de toda su cultura camuflado hábilmente entre sabrosos “Sushis” y no menos sabrosos “Sashimis”. Siempre fui un anisakis de alto standing,  y sobre todo de ambientes muy selectos y “naturalmente” crudos. Siempre me las apañé muy bien para escapar y que los humanos no me comiesen vivo.

    Los viajes escandinavos tampoco me disgustaban, de hecho iba a menudo. Para ir hacia allí usaba otras estrategias y vivía de alquiler en otros lugares, concretamente me encantaba estar en los hígados de los Bacalaos. Lo que no me gustaba mucho era visitar los países bajos, pero a veces no tenía más remedio porque algunos arenques me pillaban a traición y me trasladaban sin mi consentimiento.

    Mi suerte ha cambiado como de la noche al día porque, o mucho me equivoco, o creo que estoy aposentado en una mierda de boquerón en vinagre. ¡Manda huevos la cosa eh!, yo que siempre viajé a la grupa intestinal de delfines y tiburones, heme aquí todo pringado y avinagrado encima de éste boquerón de las narices. ¿Pero a dónde hemos llegado?, además que a mí esto del vinagre no me sienta nada bien, me da ardores estomacales.

    ¡Qué recuerdos cuando iba a bordo de algún tiburón!, anda que no iba yo tranquilo ni nada, cualquiera se metía conmigo. Era el señor de los parásitos. El terror de los gusanillos canijos, vamos, era la alegría de la huerta.

    En los delfines tampoco es que se fuera mal eh, tampoco es eso, pero es que los jodios son tan inquietos que vivía continuamente estresado, y eso para mi salud no era nada bueno, más que nada utilizaba a los delfines para los traslados intercontinentales.

    ¡Qué tiempos aquellos! Tantos viajes de un lado para otro conociendo mundo, y ahora aquí me hallo en la más tétricas y congeladas de las oscuridades. Creo que estoy muerto y esto va a ser el purgatorio de los anisakis. Este frío intenso debe ser mi castigo eterno.

    ¡Vaya! ¡Ha amanecido! ¡Ui! ¿Pero qué es ello? Estoy como pagando condena por algo que nunca hice. A ver que me abra paso aunque no sé cómo porque ya apenas puedo reptar. El jodido boquerón éste resbaladizo no me deja ascender, y no puedo llegar arriba para echar un vistazo con mis prismáticos con zoom digital incorporado. ¡Anda!, ¡Qué raro!, pero si estamos aquí reunidos casi todos los animales marinos. Aunque yo sea un parásito, esto no quita para que me una a ellos en semejante infortunio congelado.

    Por allí veo a las odiosas pescadillas mordiéndose la cola. También diviso a las sardinas de siempre y, o mucho me equivoco, o aquellos seres que veo en cajas son navideños langostinos.  ¡Joder que mala cara tienen todos y todas! Parece como si la vida les hubiese abandonado de tan tiesos y tiesas que están. No me quedan dudas…estoy en campo santo.

    ¡Cuidado que alguien viene! Seguramente será la santa compaña para dar canónica sepultura a tantos y tantos pescados que están aquí, y que han sacrificado sus vidas por el simple hecho de hacer buenas migas con las salsas y los sofritos humanos, y ser ricos en vitamina D. Me esconderé detrás de esta raspa del resbaladizo boquerón éste, que aunque soy pequeñín y difícil es que me vean, no entra dentro de mis planes que en el día de hoy precisamente me den canónica sepultura por error, que yo estoy aquí de invitado y soy de digestiones pesadas para quien quiera merendarme. Dudo mucho que si me capturan sea aposta.

    ¡Ufff!, menos mal que ha pasado de largo y ha cogido a ese escuchimizado salmón de Alaska, Jeje. Se ha dejado esto abierto y estoy viendo la tele. ¡Qué guay!, es el telediario, ¡Anda!, pero si me parezco mucho a ese que sale ahí- ¡Pero coño! si ese es mi primo Loren, ¿Estará haciendo alguna película o algo? A ver qué dicen.....

    ¡Oh parasitario horror!, están hablando de mi estirpe y de cómo eliminarnos ¡Eh! ¡Eliminarnos a nos! ¿Por? Pero si nosotros no queremos adentrarnos en los adentros de los humanos. Si eso para nosotros es RIP, bueno, si nos ingieren sí que causamos algunos trastornillos de nada. No sé...pues algunos dolorcillos abdominales, un poco de nauseas con vómitos adosados, y si por algunas cosas de esas que tiene la vida nos caemos en dirección a intestinos, lo mismo causamos una severa respuesta glanulomatosa eosinofílica que hace que a nuestro partenaire tengan que hacerle algún examen gastroscópico o histopatológico, pero vamos, que tampoco es tan grave. Peor sería un tacto rectal con morcillones dedos de por medio, y de todas formas ya pueden dar gracias que somos gusanillos de apenas dos o tres centímetros, y no somos furibundas anacondas de doce metros ávidas de sangre y fluidos internos humanos.

    Este telediario me está causando una profunda preocupación para un baby Anisakis como yo. Mis padres biológicos nada me habían dicho de esto. La única advertencia que me hicieron es que intentase escapar de las excesivas temperaturas altas, pero de esto que estoy viendo en la tele no tenía ni puñetera idea.

    ¡Otra vez viene la santa compaña! El telediario ha finalizado. ¿Qué hará? ¿Para qué le da vueltas a esa rueda? Antes marcaba -5º y lo ha colocado en posición –20º. ¡Ostias Pedrín!, está siguiendo los consejos de la tele, y eso significa que quiere eliminarme cueste lo que cueste, o sea que esto tiene toda la pinta de ser un frigorífico, y concretamente podría casi poner la mano en el fuego ahora mismo (quien pudiera) que estoy en el congelador.

    ¡No!, no quiero palmarla de esta congelada manera. El boquerón éste de los huevos por qué me tragaría a mí y no a un pijo caballito de mar de esos, ¡Que hay que joderse!, la gente se queda embelesados mirándoles en las peceras cuando lo único que hacen es flotar, no valen para nada más.

    Tengo chupones hasta en las pestañas. Siento que mi corazón apenas bombea ya, bueno, no tengo corazón pero es para que se hagan una idea de lo mal que lo estoy pasando en estos últimos momentos de mi casi adolescente vida parasitaria. ¿Qué puedo hacer? Me abandonan las fuerzas! El jodido boquerón éste en vinagre va a ser mi tumba. Yo que desciendo de la realeza y que estudié para labrarme un esplendoroso futuro, voy a cascarla de una monumental parasitaria pulmonía. ¡No puedo más!. Ya parezco un polo de vainilla. Seguro que como estornude me troncho y todo.

    En fin, moriré sin suplicar clemencia si con esto consigo que las generaciones de Anisakis venideras sepan a qué atenerse, y logren con cada descendencia ser más fuertes y resistentes a la congelación extrema y no quedarnos tan indefensos ante las tecnologías humanas, que también tiene guasa la cosa, ¿A ver a qué mente privilegiada se le ha ocurrido con lo pequeños que somos que apenas se nos ve, fijarse en nosotros para liquidarnos?

    Pues bueno, mis tribulaciones van a tener que acabar que tengo que morirme un poco. No es que me haga mucha gracia, pero aquí quien manda es quien manda y yo poco puedo hacer. Lo jodido además es que aparte de morir congelado, voy a morir con unos ardores del copón con tanto vinagre. Fantasmales eructos se escucharán por los más recónditos parajes de éste frigorífico marca “ni se sabe” porque tiene una pinta de barato que no veas. Poco más y la casco en una nevera de esas de llevar a la playa, anda que…

    Siiii, ya sé que están deseando que sucumba a mi destino porque tendrán otras cosas que hacer, pero esperen un poco más a ver si me da un fulminante infarto o algún golpe de tos que me asfixie, ¿No querrán que encima me suicide?

    Puessss…no acabo yo de encontrarme muy muerto ehhhh…, y como tampoco me duele nada, será porque soy blandito. Pues no crean que tengo mucha prisa, pero no les entretengo más. ¡Tú boquerón de los huevos!, échate a un lado que esta gente está deseando que me muera, y ya sólo faltaba que rodando me cayese encima de esas acelgas, que me confundan con un gusano de seda, y encima quieran que me haga un capullo y salga a los equis días en plan mariposita.

    Ahora sí eh, les dejo. Lo mismo si se rompe el frigorífico éste de las rebajas vuelvo a charlar con ustedes otro día, pero esa ya no puedo asegurárselo porque no depende de mí.

 ¡Atchissssssss!, ¡Joder! Que constipado más tonto estoy cogiendo.

Adiós.

 

 

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