Querida Laika, llegaste a nuestras vidas de una manera inesperada pues nada teníamos pensado, de verdad, te lo prometo.
Ocurrió que un día, a tu amita la naturaleza le habló, y haciendo alarde de un insospechado y desconocido amor hacía los animales, tuvo la genial idea de querer tener a un felino en casa. En este caso fue a una felina, y esa felina fuiste tú Laika. La verdad es que no sopesamos mucho los pros y contras de esta trascendental decisión, bueno, para qué mentir, de hecho no lo pensamos nada que es lo que normalmente solemos hacer. Sólo quiero decirte que a partir de ese momento nuestras tranquilas y relajadas vidas la cambiaste tú radicalmente. A raíz de ese día nada ha sido igual dentro de nuestro mundo, y por ende de nuestro hogar.
La cuestión es que fuimos a una tienda de animales exóticos y allí estabas tú. Muy exótica la verdad es que no nos pareciste. Eras una canija. Sólo tenías un mes de vida, pero te vimos...y nos prendamos de la mirada con la que nos obsequiaste nada más verte. Nos enamoramos de ti, y mentiría si dijese lo contrario, pero tengo que decirte, y no creas que es vil materialismo, simplemente es un dato para tu conocimiento, que el enamoramiento ascendió a veinticinco mil de las antiguas pesetas. No incluiré en este precio inicial todo el desembolso posterior del material hogareño gatuno que te compramos para que te encontraras cómoda entre nosotros. Tu recipiente para comer y beber agua. Tu camita, y ese recipiente plastificado color rosa profundo con aromática tierra incluida para que hicieras tus necesidades cómodamente en él. Laika, siento mucho decirte esto, pero tú precisamente no viniste con un pan debajo del brazo, tú te llevaste todo el pan que quedaba en casa pues tu adquisición fue precisamente a fin de mes.
Querida Laika, con respecto a ese mullidito lecho durmiente con el que te agasajamos, quería comentarte pues no sé si te acuerdas, que no te salió de tus jóvenes ovarios gatunos utilizarlo nunca, y sólo fue utilizado una vez porque te obligué para poder tirarte una foto, y así enseñar a toda la familia al nuevo miembro. Lógicamente me refiero a que el miembro ese eras tú.
Supongo que tampoco te acordarás que yo fui el padrino de tu primera " necesidad intestinal " entre nosotros. Tuve que llevarte en brazos desde donde pretendías realizarla (en medio del salón) hasta la ubicación que consideramos la idónea para esos menesteres. Te diré que este apadrinamiento me costó la posterior limpieza exhaustiva del pijama que llevaba, ya que no me dio tiempo a llegar al lugar indicado, y me pusiste perdido de subterfugios felinos. Supongo que en aquellos momentos y debido a tu corta edad, tampoco supiste relacionar la tierra aromática y tu necesidad, y tuve que enseñarte con mucha paciencia qué era lo que tenías que hacer, y que tus necesidades debías de taparlas tú y no yo. Te agradezco que aprendieras tan bien la lección, pero por favor, aunque soy conocedor de tu pulcritud, tampoco hace falta que te esmeres tanto ni seas tan impetuosa cuando crees que el recipiente está algo sucio y pretendes hacer limpieza, porque querida Laika, las matemáticas no son lo tuyo, y no calculas debidamente la fuerza que aplicas sobre la tierra. Tu recipiente sí que queda muy limpio, pero la mayoría de esa tierra aromática la echas fuera, y como por una de esas casualidades que tiene la vida, no creí en aquellos momentos que fuese necesario enseñarte a limpiarlo con la utilización de la escoba y su compañero de trabajo el cogedor (me arrepentiré toda la vida), ¿A que no sabes quién tiene que recogerlo luego?.
También recuerdo con cierta nostalgia cómo jugábamos al escondite, bueno, tú más que esconderte desaparecías, y el que tenía que buscarte siempre era yo porque como eras tan pequeña tenía miedo de que escaparas, o peor aún, que salieras con el resto de la colada de la lavadora.
¿Te acuerdas como jugábamos Laika?. Tú jugabas con una bola de papel de aluminio que tu amito te hacía con mucho cariño, ¿Vas recordando ya? ¿Recuerdas que al creador de la bola no le hacías ni puñetero caso?, Laika….tú ibas por libre. Sólo te percatabas de mi existencia cuando la bolita se te metía debajo del frigorífico o la televisión. Sólo entonces me mirabas pero no para hacerme partícipe de tus juegos, no, eso no, me mirabas con cara de fastidio, y con ese maullido tuyo tan característico me invitabas amablemente a que yo la cogiera y, si era menester, hiciera otra. La madurez a este respecto no te ha hecho cambiar, y sigues obrando de la misma manera.
La casualidad también quiso que fuera testigo de tu primer celo. Qué ilusión me hizo a posteriori porque al principio no sabía qué era lo que te ocurría. De la noche al día te habías convertido en mujer. Quiero decir que te habías convertido en gata (al amito a veces también se le va la olla). Ese día de tu primer celo maullabas como una loca, y no parabas de restregarte en el suelo. Yo pensé que te dolía algo y que te encontrabas muy mal. No tuve ningún tipo de reparo en llevarte a urgencias gatunas aunque fueran las dos de la madrugada y tuviera que madrugar para ir a trabajar. No me importó pues primaba tu salud. Después de ese celo vino otro, y otro, y miles de otros. Laika, esos cansinos maullidos que pegas cada vez que estás lista para el apareo es que se nos meten en las entrañas. Nos saca de quicio, y nos invade un grado de nerviosismo tal... que por nuestras perversas mentes nos entran inmensas ganas de asesinarte con premeditación nocturnidad y un poco de alevosía.
Laika, bien supiste que te habías convertido en una más de la familia, y que como tal querías ser tratada. No me importaba cuando reivindicabas a maullido limpio tu derecho a dormir con nosotros en la habitación en vez de en los dos cómodos sofás o las siete sillas disponibles. La obstinación de la amita me costó más de una noche de desvelos, pero tu tenacidad venció a su tozudez y desde ese día, deseosos, esperamos a que cada noche y cuando a ti te salga de las narices pegues el saltito de rigor sobre la cama, te hagas un hueco en los pies, efectúes tu habitual acicalamiento, y te acomodes debidamente.
Laika, siempre me he preguntado para qué tanto acicalamiento nocturno. Tengo entendido que es para camuflar olores propios cuando la caza se avecina y hay que capturar a algún roedor, o a algún otro tipo de presa, pero Laika, perdona que te diga que precisamente la caza nocturna nunca ha sido tu fuerte. De hecho está aún por llegar la primera vez que captures algo que no sea el pelo de la amita cuando está tan tranquilamente acostada en el sofá. También quisiera suplicarte, si no te es mucha molestia, que seas tú la que te acoples a los posibles huecos que podamos dejar en los pies de la cama, y no lo contrario como siempre suele ocurrir. La posición fetal en la que me haces dormir a veces, no resulta demasiado cómoda.
Querida Laika, sé que eres conocedora de que no me gusta la soledad, y que por ese motivo nunca quieres dejarme solo cuando estoy sentado frente al ordenador. Aunque es de agradecer tu actitud, quería que supieras que el scanner no es el lugar más indicado para tu relajamiento y descanso, no, Laika, no. También debo decirte que cuando estoy haciendo manualidades con cualquier papel, no es con la intención de que te pongas a jugar con el trabajo que tanto esfuerzo me ha costado llevar a buen fin. Te rogaría que no te subieras a ningún sitio de mi habitación, ni por los armarios, ni por encima del teclado, e inclusive a costa de parecer demasiado severo contigo, no es necesario que archives tu mis folios sueltos, el suelo no es el lugar más idóneo para ello por muy extraño y sorprendente que te parezca.
Querida Laika, tu amita y yo te rogaríamos encarecidamente que antes de realizar llamadas telefónicas a su madre, y si no son a cobro revertido, tengas la amabilidad de consultarnos sobre la posibilidad de si esto es posible o no. Recuerda que la yaya Fermina no te entiende mucho pues no convive contigo, y además debes saber que las llamadas no son gratuitas y luego hay que abonarlas, y para decir sólo miau tampoco es plan.
Ya por último querida Laika, sólo decirte que te agradezco enormemente que jamás hayas acudido a mis llamadas. Unicamente te limitas a mirarme y si quiero algo de ti siempre tengo que ser yo el que dé su brazo a torcer. Sé que los felinos tenéis un arraigado orgullo, y vuestro ego es de mírame y no me toques, pero Laika, a veces es aconsejable ser algo más humilde. Ya sé que pensarás que porqué te digo esto si los gatos sois así y que para eso sois gatos. Es cierto que de haber querido algún ser vivo de cuatro patas y sumiso, un gato no es la mejor elección, pero laika, creo que después de tantos años me he ganado con creces mi momentáneo derecho al pataleo.
Laika, aunque pienses que el sofá es de tu propiedad, que sepas que estás muy equivocada aunque seas la que más lo utiliza. Te lo he dicho miles de veces, pero como siempre tú, ni caso, he tenido que aprender a convivir con esa cruz en forma de peludo ser enredado entre mis pies, y a que me reprendas con tus dulces maullidos dándome a entender que qué es eso de moverlos tanto y despertarte.
¡Ah me olvidaba!, Laika, cuando tu amita y yo tengamos un intercambio de pareceres, quizás a veces algo subidos de tono, te pediría que fueses algo más ecuánime e imparcial, y no me mordieses en los pies pues a veces el amito también puede llevar la razón.
Querida Laika, después de todo lo dicho sólo queremos darte las gracias por habernos elegido precisamente a nosotros para compartir nuestra vida contigo.
A día de hoy y allá donde estés, Laika, tengo que decirte que nunca te olvidaremos, y que siempre seguirás ocupando ese lugar en nuestro corazón que dejaste tan vacío.
Tu amito.
NOTA - Laika falleció el 22 de Diciembre del 2008
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