Lo primero que podríamos hacer es preguntarnos por qué coño (me ha venido a huevo la palabrota) se le llama a ese punto así, ¿Será porque tenga forma de G?, o será porque es “graciosillo” ese punto y por ello la G, no lo sé, supongo que alguna mente avispada lo encontró, y no se le ocurrió otra cosa que bautizarlo así. “Punto G”, ¡Hay que joderse!, hasta para eso son complicadas las mujeres.
Una pregunta que me hago es para qué tienen que tener punto G, no les basta con tener todo lo que ya tienen, que además quieren obsequiarnos sin ningún remordimiento de conciencia con un quebradero de cabeza más. ¡Joder!, que uno ya tiene bastante con la preocupación de no saber dónde centrarse para satisfacerlas con tantas cosas con las que Dios las ha dotado para su uso y disfrute.
Estoy colérico con tanto punto G porque para ellas un hombre no está sexualmente maduro y completo hasta no haberlo descubierto, y además que no paran de recordártelo para tu eterna obsesión y humillación. Tampoco hubiese pasado nada porque el puntito de nuestros desvelos viniese acompañado de alguna flechita indicativa de dónde narices está.
Me está hirviendo la sangre. Esto del punto G es algo obsesivo si lo que pretendemos es que nuestra compañera disfrute al máximo, y lo máximo parece ser ese punto precisamente, mira tú por donde....¡Casualidades de la vida!.
No es tarea fácil dar con él, que lo sepáis, no nos engañemos, sería tremendamente más sencillo encontrar con un telescopio la más ínfima estrella de la más remota galaxia. Pensemos un poco, pero eso sí, que no nos estallen las neuronas. Para encontrar el punto G es primordial buscarlo ¿Pero dónde?. Ahí precisamente y no en otro lugar radica el problema porque anda que no tienen rincones las mujeres. Podemos suponer que debe encontrarse más o menos por el perímetro genital o zonas adyacentes de las dulces damiselas. Ellas tampoco es que nos orienten mucho. Quieren vernos sufrir en esta ardua labor de dar con él.
Seguro que algunos de nosotros habremos echado algún vistacillo a alguna revista de contenido sexual, que detalladamente nos dice con imágenes dibujadas de por medio dónde se halla. Nosotros miramos el dibujito y nos quedamos estupefactos ante las escuetas dimensiones que parece tener. Tampoco es que queramos que sea como un melón, pero vamos, que algo más crecidito sí que podía serlo. Aun así observamos atentamente la revista y no nos parece que sea tan complicado. En nuestra mente introducimos esa base de datos a fuego lento para que no se nos olvide, pero claro, ni nuestra mente ni nosotros habíamos caído en la cuenta de que el dibujito está completamente depilado, y cuando nos encontramos esas tupidas pelambreras entorpeciendo nuestro estudiado recorrido se nos caen todos los pelos del sombrajo. ¡A ver qué hacemos! tampoco podemos pasarnos media vida separando pelo por pelo para ver si Dios proveerá algún día y le da al dichoso punto G por asomarse a saludarnos, además que como uno se pase un milímetro la ha cagado, quizás no vuelva a tener otra nueva oportunidad, y para qué vamos a negarlo, que da un poco de cosilla ponerse a buscarlo como si uno estuviese buscando setas silvestres en el campo. Si tuviésemos un radar incorporado todo cambiaria, pero la madre naturaleza no nos ha dotado con ese don, o uno va provisto de prismáticos, o puede ser que el punto éste accidentalmente te pegue en un ojo de lo mucho que se tiene que acercar uno.
Para más coña, antes de todo esto debemos de contar con que hemos leído en la depilada revista que el puntito G, estar está, pero sólo será más o menos visible o palpable cuando la dama esté excitada. Si no lo está, tarea infructuosa y démonos por punteados.
Nunca intentemos buscarle el punto G a nuestra compañera cuando esté haciendo la comida, no estará muy excitada que digamos, y lo único que podremos conseguir es que nos pegue en la cabeza con la Braum minipimer, y entonces el punto G lo tendremos nosotros en la cabeza en forma de chichón.
Yo creo que el punto G es como un eclipse que se ve muy de tarde en tarde y con protección ocular para que no nos dañe la vista. Dios quiso que todas las mujeres tuviesen un punto G, y claro, pasa como con los culos, que cada uno tiene el suyo. Si no fuese así, y por el contrario la tuviera una sí y otra no, pues a lo mejor lo tendríamos más fácil, con ir a la caza y captura de las que no tienen pues asunto arreglado. Por lo menos podríamos elegir, eso sí, para que no hubiese engaños,,que las mujeres son muy arpías, debería venir explicitado en el DNI justo al lado de la foto a todo color y en 3D. Tampoco es tan descabellada la idea, cosas más raras se ven en las películas de ciencia ficción y nadie dice nada.
De todas formas tampoco nos obsesionemos con esto y estemos a todas horas pensando que cada día que pasa es un día menos de vida que nos queda sin haber sido capaces de haber encontrado el punto G de la mujer. Honestamente tengo que decir que he intentado encontrarlo muchas veces. Tan sólo una vez creí que lo había capturado pues una equis ella pegó un pingo. Cuando le pregunté que si era ese el punto G me dijo que Lourdes quedaba muy lejos, que no, que es que tenía el dedo corazón de la mano derecha excesivamente frío.
En fin, que creo que habré aclarado todas las dudas habidas y por haber sobre el dichoso punto G de las lindas damiselas.
No quisiera acabar este estudio sin comentar algo que me ha preocupado mucho desde que me enteré de que los castos varones también parece ser que tenemos otro puntito G. Me quedé sobrecogido. Creí que era víctima de una insolación. Que los hombres tengamos punto G no tiene sentido. Para qué narices lo queremos si nosotros estamos tan felices y dicharacheros con lo que ya tenemos, que por cierto está tan visible todo él.
Me puse a pensar y pensar dónde podía hallarse esa nueva parte excitante de nuestro cuerpo. Fui metódico en el descarte de opciones y me ofrecí voluntario como conejillo de indias de mí mismo sin morir en el intento. Como conclusiones saqué que en la cabeza no estaba, son ya demasiados lavados y peinados en tantos años vividos como para no haber sentido alguna vez algo que no fuesen picores. En nariz, boca, labios, ojos, orejas, y cara, tampoco, son zonas que nos tocamos muy habitualmente y nunca ocurre nada anormal o fuera de sitio. En brazos, hombros, pecho, vientre, y espalda, a parte de granos, tampoco. En piernas y pies aparte de las durezas habituales tampoco. ¿Entonces?. Puedo jurar que no quedó ninguna parte de mi cuerpo sin inspeccionar minuciosamente. Me convencí de que lo que había oído fue fruto de que a alguien se le había ido la olla, y me quedé muchísimo más tranquilo. En mi cuerpo no quedaba ningún sitio donde pudiese hallarse el punto G. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me enteré de lo más terrible que había escuchado nunca jamás. ¡Por favor!, que los castos varones no me lancen objetos contundentes. Me enteré tomando café en un bar que su ubicación parece estar localizada exactamente en nuestros queridos alrededores de nuestra querida y amada próstata, inclusive, dicen que está en ella.
¿Qué? ¿Cómo nos hemos quedado los castos varones?. A mí el café se me cortó y todo. Después del disgusto inicial al ser conocedor de su posible ubicación, albergué alguna duda que otra. ¡Mea culpa! Precisamente su lugar de ubicación era en la única parte que no había inspeccionado. ¡Pero quién podía suponerlo!. Tengo que decir en mi prostática defensa que nunca fui mucho de supositorios, y jamás se me hubiese pasado por la cabeza que pudiese estar ahí. No tiene sentido ni razón de ser porque que yo sepa la próstata no se nos sale para fuera para que nos la palpen. Ella está allí muy interiormente agazapada y tan tranquilita por lo menos hasta los cuarenta y pico de años. Ya luego aconsejan que una pequeña exploración no nos vendría nada mal.
Sudores escalofriantes recorrieron mi frente cuando el desarrollo de todos mis dubitativos pensamientos me hicieron llegar a la conclusión de que no había forma de llegar hasta ella que no fuese realizando inmersiones no deseadas, y claro, para estas inmersiones digo yo que algo dimensionalmente aceptable habría que introducir. Qué disgusto me llevé todo yo. Jamás iba a poder saludar a mi punto G, sobran comentarios sobre los motivos, claro.
Queridos paisanos de sexo, no me considero quien para aseverar si esto es cierto o no. Me he limitado a comentar algo que he oído. Cada cual puede hacer de su capa un sayo. No seré yo quien critique posturas a favor o en contra. Tampoco censuraré a aquellos congéneres que por sus propios medios, o medios no tan propios, quieran averiguarlo. La ciencia avanza así, arriesgándose y llegando hasta las últimas consecuencias, pero aviso para navegantes, hay una finísima línea que es muy peligroso cruzar. A ver si “caprichos del destino” va a resultar que sí que tenemos ahí nuestro punto G, y en vez de inmersiones no deseadas, vamos a estar todo el día deseando que nos inmersionen.
¡A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!. Puedo jurar que particularmente jamás intentaré tan siquiera averiguarlo, ni por mis propios medios, ni con ayudas externas, y ya se guardará muy mucho mi urólogo de zona de pasarse ni tan siquiera un pelín en sus futuros tactos rectales.
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