Y Dios creo al hombre…
Érase una vez que Dios tras haberse pegado una semanita de órdago creando cosas y más cosas de la “nada”, cuando por fin terminó no quedó contento. Algo le faltaba de crear, y en ese momento no tenía ni pajolera de idea de qué se trataba, pero muy importante debía de ser para que se notase tanto su falta. Más cuando aún no había sido creado.
Dios con una infinita paciencia digna de su alto estatus celestial, no halló en esos eternos momentos otra forma de solucionarlo que deshacer lo ya creado y volver a empezar por el principio. El problema se presentó al no recordar el orden diario de lo que tenía que volver a crear, y eso para los futuros historiadores iba a ser un problema. Pero bueno, como era Dios y nadie iba a osar poner peros a nada de lo que hiciese, creó cosas al tun tun. Inclusive casi se pasa de rosca y hace las semanas de catorce días. Menos mal que llevado de su infinita sabiduría (todo en Dios es infinito) en el séptimo día frenó su divino ímpetu y se percató que lo que le faltaba por crear era al hombre.
Tras dar divinamente con lo que le faltaba por crear, algunas divinas dudas se le presentaron que perturbaron nuevamente su sosegada quietud: ¿Qué diseño en 3D debía de tener el hombre? ¿Quizá a su imagen y semejanza? ¿Qué material disponible en el cielo utilizaría para crearlo?
Dios con las manos asidas por detrás, la cabeza baja, y paseando entre las mulliditas y celestiales nubes, que ese día no estaban muy compactas que digamos, y a veces tenía que ir dando saltitos para llegar de unas a otras, no daba con la forma que debía de tener o darle al ser humano. El altísimo, porque no neguemos que alto sí que está, lo único que tenía meridianamente claro es que debía moldearlo con arcilla al ser este un material más maleable, y dar la casualidad de haber hecho no hace mucho un curso práctico de alfarería al tacto.
En el cielo no se disponía de ese material, pero eso tampoco le importaba excesivamente porque como era Dios… con crearlo de la “nada”, asunto solucionado.
>> Por cierto qué repletita está la “nada” de cosas, que tantas son sacadas de ella.
Dios también de la “nada” cogió un trozo de nube muy sedosa tamaño DIN A4. Un lápiz de esos que llevan incorporados la goma de borrar, y se dispuso a dibujar el modelo para una vez terminado ir sobre seguro y crearlo de tirón.
El señor tenía claro que el ser humano debía de tener una cabeza, en la cual y dentro de ella debía de colocar un cerebro con sus dos hemisferios para que este ser humano pudiese pensar, tampoco mucho, que no había que abusar por si le plantaba luego cara, pero vamos, que algo sí. A punto estuvo de dotar a su creación más especial para evitar esto, de un cerebro con un hemisferio completo y la mitad de otro. Pero quiso dar un voto de confianza y no escatimó. Le otorgó los dos al completo.
Como si de un alfarero se tratase, y observando el modelo que había dibujado, Dios colocó en la cabeza, en su parte superior, los ojos, así los llamó. Se decidió por un número concreto de dos para que su creación pudiese ver bien en 3D. Claro, que aparte de ver también tenía que oír, así que también le colocó dos orejas con todas sus cosas dentro para que este ser humano pudiese escuchar sonidos en dolby surround. La duda le vino de en dónde se las colocaba. Si las dos juntas. Si a ambos lados de lo que él llamó cara. Al final se decidió por esto último para que quedase todo un poco equilibrado.
Dios estaba sudando de lo lindo. Nunca en su eterna vida había tenido que trabajar tanto, y sobre todo con tanta meticulosidad. Hizo recuento y ya tenía los ojos y las orejas. Miró detenidamente su boceto, y la verdad es que aquello parecía todo menos un hombre, además, este hombre tenía que alimentarse por algún lado, y claro, para mantenerse vivo tenía que respirar. No lo dudó y chasqueando dos dedos de su mano derecha, nuevamente de la “nada” apareció un catálogo de narices para elegir la que más se adaptase a sus necesidades, y el número de ellas.
De todos es sabido que para Dios casi todo tiene que ser en dual, pero en esta ocasión no pudo colocarle dos narices porque no le quedaba sitio en la cara, teniendo que decantarse por una que colocó más o menos en el centro de la cara. Eso sí, muy grande y con dos grandes orificios de entrada para que respirase siempre bien sin la necesidad de tener que utilizar vick vaporub si alguna vez se constipaba.
Luego le posicionó un poco por debajo de la nariz una utilidad a la que llamó boca, que le serviría para comer, y ni te cuento de cosas blancas a los cuales llamó dientes que utilizaría para masticar, y para que se le vieran la mar de blancos cuando fuese a sonreír a imagen y semejanza de Dios, que daba gusto ver esa divina dentadura cuando sonreía, aunque bien es cierto que eso de esgrimir sonrisas por doquier no fuese algo muy habitual en él. Dios es un ser divino más bien seriote.
Jehová (que también se le puede llamar así) miró con cierta perspectiva a aquella cabeza que ya tenía casi completada, y la vio quizá excesivamente resbaladiza. Demasiado insulsa y calva. Debía asemejarse lo más posible a él, que de pelo andaba bastante bien surtidito.
Tenía que adosar a esa cabeza calva y puede que algo abollada, pelo. Dios volvió a pedirle a la “nada” que le enviase pelo. Claro, la “nada” tampoco era una eminencia en lo referente al tema capilar, ni sabía la cantidad solicitada, y le envió a Dios un poco de pelo negro y quizá excesivamente rizado para la zona a ser tratada.
El sempiterno Dios le colocó ese pelo en la cabeza, y para su gusto no le sentaba nada bien. No le poblaba toda la cabeza, y se le había quedado una pinta así como un poco a pubis que para qué te cuento. Así que ahora y para evitar futuras meteduras de pata, ya que lo mismo mientras fuera creándole cosas necesitaría diferentes tipos de pelos, alzó los dos brazos y a sus pies cayeron pelambreras de todo tipo de tamaños, formas, y colores.
Él fue desechando algunas. Unas porque le parecían quizás excesivamente heavy para aquella época, y otras porque no le pegaban ni con cola. Al final dio con la que quería. Una pelambrera sedosa, morena, y con la raya en el lado izquierdo, ah, y un poco de tupé a lo Elvis.
El altísimo, y ahora no porque viva en los cielos, sino que a veces se le llama así, también pensó que aparte de la cabeza ya con pelo; el cerebro, y todo lo que esta llevaba dentro; los ojos; la boca; las orejas con oído interno incluido, y la nariz, si no quería que el ser humano pareciese una maceta, debía de obsequiarle con unos brazos, en concreto dos, porque mal empezaría la cosa si creaba un ser humano manco.
Estos brazos además debían de estar a ambos lados de algún sitio central y asimétrico, y no los dos juntos o desperdigados por ahí. Dios entonces en un alarde de sabiduría sin parangón en los anales de la historia, también eterna, una vez creados los brazos, creo un tronco que mágicamente pegó a la cabeza para despegarlo inmediatamente después porque se parecía a R2D2. Se le había pasado un pequeño detalle pero no por ello menos importante, el ser humano éste no tenía cuello. Una vez creado de la “nada” nuevamente, que ya la tenía un poquito harta, a "la nada" digo, volvió a colocar el tronco y la cosa cambió como de la noche al día.
Seguidamente cogió los dos brazos y los colocó a ambos lados del tronco. Después, y para que esa maceta, proyecto de hombre, pudiera coger cosas, le colocó un apéndice en cada brazo al cual denominó mano. Dios no escatimó en gastos y a cada mano le otorgó la gracia de que tuviese cinco dedos con sus cinco respectivas uñas. Perfectamente podía haber decidido que tuviese siete u ocho, pero para qué tantos si con cinco ya podía coger cosas, y además eran también los justos para que tuviese la posibilidad de rascarse cuando algo le picase… Si no menudo calvario para ese ser humano de nueva creación.
>> Dios miró lo que hasta ese momento llevaba creado, y se felicitó porque aquella mitad de ser humano estaba de lo más resultón. A ver…era Dios, cómo iba a hacer algo mal.
El divino creador y haciendo honor a ese nombre, tuvo a bien en un acto de divina compasión, y viendo que el ser humano aun cuando tenía un montón de cosas seguía pareciendo una maceta, le concedió a eso que acababa de crear de la “nada” dos piernas de exactamente la misma longitud para que no empezase ya su recorrido en esta vida desequilibrado, y que colocó en la parte baja del tronco.
El diseñador de esta cosa, que ya se iba pareciendo un poco más al boceto de lo que podía llamarse el primer hombre, para que al andar no fuese haciendo hoyos, adornó a estas piernas con un pie por cada una de ellas. Dios secundó lo que hizo con las manos y les puso los pies con diez dedos y diez uñas; aunque bueno, diez es porque fue extremadamente equitativo, ya que cierto es que el dedo pequeño se lo podía haber ahorrado. Aparte de que apenas se ve, sólo está ahí para incordiar cuando hay que cortarle la uñas.
Dios se separó nuevamente a una distancia prudencial de lo que había creado a base de arcilla, y porque allí en el cielo no había cervezas y además era abstemio, que si no...fijo que habría hecho un acto divino de consumo incontrolado de esta divina bebida rica en cebada y silicio, por cierto, muy bueno para los huesos del que la bebe, claro.
El omnipotente con su divina visión estereoscópica, miró y remiró al hombre desde todos los lados y ángulos habidos y por haber, pero aún le faltaba algo porque estaba como demasiado rectilíneo tanto por delante como por detrás. El Espíritu Santo salió un momento de la inquisitiva Santísima Trinidad, para en un fugaz pensamiento indicarle al altísimo que como ese hombre iba a ser a su imagen y semejanza, no del todo, pero sí la mayor parte, pues que se mirara y dedujese qué se le había pasado por alto.
Dios se alzó los celestiales faldones blancos, se pegó un vistacillo así como el que no quiere la cosa y….Voila, a ese cuerpo creado no le había adjuntado aparato reproductor, y bueno, no cabe duda que aparte de que le serviría para que los espermatozoides saliesen a ver mundo por algún lugar, también tendría que miccionar alguna vez en su vida.
Dios volvió a chasquear los dedos, y de las blancas y sedosas nubes emergió muy eufórico todo él, un órgano de lo más simpático y dicharachero de unas dimensiones que bien podríamos cuantificar como equis. Este órgano, una vez que Dios estaba realizando la milimétrica maniobra de acoplamiento, silbó, y así como con unas alitas, unas ovoides formas impulsadas por un viento del sur de lo más sutil procedieron a acoplarse un poco por debajo y a ambos lados del órgano silbador. A Dios, con la forma ovoide izquierda se le fue un poco la mano, y la dejó un poco descolgada con respecto a la otra, pero bueno, que así visto en conjunto tampoco le quedaba nada mal a aquel primer ser humano.
Luego ya a lo que Dios llamó culo, se lo puso detrás para que ese humano pudiese sentarse y que los huesos propios de esa zona no se le incrustasen en el abdomen, y le obsequió con un oscuro orificio que en aquellos entonces sólo le serviría como fin puramente evacuativo.
>>Jamás Dios se hubiese podido imaginar el uso que en ocasiones, y en un futuro, se le iba a dar a aquel oscuro orificio por parte de algunos y algunas.
A partir de aquí y para que todo ese exterior tuviese vida y funcionase correctamente, ordenó a una nube que descargase cierta cantidad de agua, más o menos cinco litros sobre aquel ser. Dios antes le había quitado momentáneamente la cabeza para que esa agua entrase en el cuerpo. Por arte de birlibirloque y conforme iba entrando, su color se iba tornando rojo. Dios a este líquido llegado de los cielos lo llamó sangre. No sé sabe muy bien porqué, aunque se puede suponer que fue por darle más trascendencia que a otros que deberían recorrer ese cuerpo.
La obra final, aparte de la creación de todos sus órganos internos, que ya incluso antes de nacer eran inteligentísimos como para saber dónde debían colocarse por sus propios medios, salieron desde dentro del cuerpo conforme a estos les pareció bien. El padre de todos, no de los órganos, sino Dios, dijo unas palabras en hebreo inentendible para los castellanos manchegos, y en el pecho algo en ese primer ser humano comenzó a palpitar desaforadamente. Dios lo bautizó como corazón. Podía haberle puesto otro nombre, había mogollón para elegir, pero ese nombre era el idóneo para que un futuro algo lejano se pudiesen escribir poemas y cantar baladas en su honor.
¡Por fin todo creado!. Dios alzó los brazos con una energía desbordante. El cielo se oscureció (mal presagio), y con una estruendosa voz, dijo: --¡Vive, hombre, Vive!--, y aquel hombre comenzó a vivir aunque ciertamente algo titubeante.
Adán, que así fue bautizado por Dios, o bueno, lo mismo se bautizó él sólo pero eso no consta. Se incorporó a erecta posición, así como de erecto ya se encontraba él. Prematura erección de Adán que tampoco consta en ningún escrito (no entiendo por qué), y se miró de arriba abajo para ver su apariencia por delante. Por detrás no podía dada las dimensiones del cuello y lo limitado de su poder de rotación. Adán se vio esbelto, guapetón, y oye, no estaba nada mal, aunque eso sí, si por él hubiese sido, algo más de tamaño en su miembro viril sí que querría, pero como estaba solo, tampoco la podía comparar con ninguna otra y se conformó. Adán pensó que realmente podía resultarle atractivo a la féminas, pero claro, allí donde él se encontraba no había nada de nada y mucho menos féminas. Así que Adán, que tenía cierta relación con Dios y era su primer hijo, le pidió encarecidamente que crease a su compañera de mundo, aún desértico de todo.
Dios y Adán se reunieron en un gabinete de crisis para acordar las especificaciones técnicas que debía decorar a la dama, y que más se adaptasen a las necesidades de Adán, que para eso había sido creado primero. No cabe duda que Adán en este sentido fue de lo más perspicaz e imaginativo porque a la vista está que acertó de pleno en todo. Aunque también es sabido que Dios tuvo que pararle un poco los pies en sus peticiones porque si por Adán hubiese sido, y ya puestos…
Y Dios en su infinita bondad y tras echar un vistacillo al dicharachero órgano reproductor de su primer hijo, le concedió que compartiese su vida con una exuberante belleza como él pero de sexo contrario. Además, que si Dios quería tener más hijos no le quedaba otra si no quería pasarse toda su eternidad creando seres humanos. Eso no era posible porque tenía muchísimas otras cosas con las que calentarse la cabeza.
Pero eso sí, Dios esperó a que Adán se le pasase la inflamación por si la devoraba antes de que la crease, y cuando se durmió, Dios dijo:
― No es bueno que el hombre esté sólo, y más en ese erecto estado, haréle (hebreo de la época) ayuda idónea para él ―
Dios se refería al hombre y no al órgano del hombre. Pero para que la cosa no le saliese gratis a Adán, y supiese desde un primer momento que la mujer a veces duele mucho, la creó sacrificando una de sus costillas que aprovechando que adán estaba durmiendo le extirpó. Nunca más se supo nada de esa costilla aunque muchas veces Adán se palpase y no le pareciese que le faltaba ninguna. No sé, lo mismo Dios le había colocado una de más cuando lo creo. Dios es tan sabio...
>> Simplemente por el hecho de la extracción de la que fue objeto Adán, ella y todas sus descendientes le deberían haber estado eternamente agradecido tanto a él como hasta el día de hoy a todos sus descendientes, cosa que me da a mí que no.
Dios, ahora sí, bautizó a la compañera de Adán con el nombre de Eva. Como fue creada de una costilla de su partenaire, no queda muy claro que pudiese ser catalogada también como hija, porque claro, de ser así y si ellos ambos dos consumaban alguna vez el acto sexual, estarían cometiendo incesto, y no parece factible que Dios consintiera semejante disparate.
Para que fuesen lo más felices posible, Dios pegó un soplido de mil demonios, y ante los incrédulos ojos de Adán y Eva apareció el paraíso terrenal. Sitio de lo más fashion que uno se pudiese imaginar. Si todo salía como era de esperar…Adán jamás le pegaría un palo al agua y su vida al lado de su exuberante compañera sería maravillosa.
Dios tan sólo les puso una condición, condición que de no ser cumplida daría al traste con toda aquella bienaventuranza y serían expulsados de allí, y por supuesto, llegaría el día que morirían. Por ningún concepto ni excusa que valga debían consumir fruta procedente del árbol de la ciencia del bien y del mal. Concretamente estaba situado justamente en el centro de aquel jardín del Edén. Para que nunca se les olvidara, el altísimo grabó a fuego en el tronco de ese árbol la premisa dicha a los felices seres humanos.
Adán y Eva, pues eso…le dijeron a Dios que no se preocupase. No eran tontos y por nada de aquel paradisíaco mundo comerían fruta de ese árbol.
Adán en un estado latente y exacerbado de apetencia sexual, no veía el momento en el cual Dios se ausentase un tiempo indeterminado para poder satisfacer sus ansias de poseer a su compañera, que sobra decir, tampoco iba a poner muchas cortapisas al respecto de la posesión porque también estaba que se subía por las paredes, cosa que algún fortuito y apasionado beso mostró claramente ante la consiguiente forzada carraspera de Dios al respecto.
A Dios poco le quedaba ya por decir. Les había dado todo y confiaba plenamente que la pareja no le defraudaría, así que más rápido que un pestañeo desapareció de la vista de los futuros, a no mucho tardar, copuladores mayores del reino.
Y así ocurrió. Adán excesivamente torpe, y Eva de lo más avezada, se enzarzaron en un combate sexual hasta que quedar extenuados y sin apenas fuerzas para incorporarse de la misionera posición en la que concluyeron. San Kamasutra aún no había sido canonizado.
Los días pasaron, y para Adán y Eva todo era felicidad. Estaban de lo más enamorados y la vida les sonreía aunque siempre mirasen de reojillo cuando pasaban al lado del arbolito de las narices. Claro, como estaba en el centro. Adán en más de una ocasión intentó destruir ese árbol pero no halló la forma. Era indestructible. Lo mismo algún elefante podía haber acabado con su frutícola vida, pero aún no existían.
Adán estaba viviendo un sueño. Eva más que vivir en un sueño, estaba pasando un sueño del copón por culpa de Adán que parecía no tener hartura. En todo momento estaba dispuesto para el apareo. Cosa lógica porque con eso de no pegar palo al agua; no pillar ni un mísero constipado; tener la tensión arterial en unos valores perfectos, y tener todo el tiempo del mundo libre, pues claro, a ver qué iba a hacer que no fuese eso…
Al demonio, Sr. Satanás para los menos allegados, y Mefistófeles para todas sus amistades, tanta gilipollez de los modositos le estaba aburriendo de lo lindo:
― ¡Qué pesadez! algo tengo que hacer porque este plan por toda la eternidad me va a resultar inaguantable. Soy el demonio endemoniado por la gracia de Dios, y esto ha de acabarse
Cierto día que Eva estaba cogiendo flores silvestres y alguna que otra margarita, a la que deshojaba diciendo eso de me quiere y no me quiere, que chungo lo llevaba por otra parte si salía porque no había más hombres por allí, pasó justo al lado del tan temido arbolito. Mefistófeles, adoptando la forma de una atractiva serpiente multicolor fue deslizándose hacia ella de una manera de lo más tierna, inclusive le hacía ojitos y todo. Eva sorprendida la miró, y aquella serpiente no le infundió ningún tipo de temor, todo lo contrario, la dejó aproximarse a ella hasta inclusive posar la cabeza sobre su hombro.
La serpiente le dijo a Eva que por qué no se comía algún fruto de ese árbol. Hacía mucho calor y una fruta la refrescaría aportándole una buena dosis de vitamina C. Esto tampoco es que le hiciese mucha falta porque estaba lo suficientemente vitaminada, pero un extra antes de volver a encontrarse con Adán no le vendría mal. Eva le dijo que lo tenía prohibido. Podrían morir y todo. Dios le había dicho que jamás se acercase a ese árbol, y mucho menos comer de sus frutos por muy apetecibles que le pareciesen.
El sensual reptil le dijo a Eva que eso no era cierto. Dios no quería que comiesen los frutos de ese árbol porque se les abrirían los ojos y serían como él, Dioses. Mefistófeles, ergo serpiente, convenció a Eva con estos argumentos y tras ofrecerle una manzana, que lo mismo si hubiese sido sidra Dios habría sido algo más benevolente, le pegó un buen mordisco. Estaba acostumbrada a morder y clara muestra eran los hematomas que adornaban el cuerpo de Adán.
Tras ese mordisco apareció Adán por allí, y Eva le ofreció probar de esa misma manzana.
>> Bien podía haber seguido durmiendo porque mejor no habría ido a los hombres.
Adán, claro, estaba por los huesitos de Eva, y con la razón obnubilada por tanto desenfreno sexual accedió y le pegó otro gran mordisco.
Dios al poco tiempo como oliéndose algo se dejó caer por allí “para pasar inspección”, y vio como Adán y Eva se escondían. Dios se temió lo peor y le preguntó si habían comido del fruto prohibido. Adán le respondió que sí, Eva se lo había dado a probar:
― Eva ¿Qué has hecho?
― La serpiente me engañó.
Los amantes, y no de Teruel, completamente en bolas fueron desterrados por Dios del paraíso, y a partir de ese momento deberían ganarse el pan con el sudor de su frente, no del de enfrente. Serían susceptibles a sufrir enfermedades como todo quisqui, y bueno, una mierda de vida en comparación a la que hasta ese momento habían disfrutado.
Entre Adán y Eva ya nada fue igual. De sexo casi cero porque Adán llegaba reventado de labrar la tierra, y no estaba como para colocar la bandera en la cúspide. Para más INRI vivió 930 años, que no es moco de pavo. Difícil imaginar estar currando tantos años y cascarla justo cuando iba a jubilarse.
Eva por su parte expió culpas con un intransigente celibato tras engendrar a tres hijos, Abel, Set, y Caín, o dicho de otro modo, el bueno, el feo, y el malo.
>> Como reflexión a esta gran historia de un amor tan vitaminado, y todo lo que condujo a él. A Día de hoy aún muchos eruditos en la materia se preguntan por cómo es posible que la raza humana actual descienda de ellos, ya que como es sabido, los hijos que tuvieron fueron todos varones, y qué se sepa, mujeres no había, aunque visto lo visto pudiera ser que cuando Dios cayo en la cuenta de esto crease unas cuantas para perpetuar la especie.
>> A título personal creo que Dios para no aburrirse y tener faena fue pelín maquiavélico en aquella condición que les puso, porque si en vez de un esplendoroso árbol de apetecibles frutas frescas hubiese creado un cocotero, seguro que Eva aunque hubiese podido morderlo nada habría conseguido, y a día de hoy todos estaríamos tan felices, y por qué no decirlo, creo que se quedó corto con aquello de sólo obsequiar a Adán con dos hemisferios cerebrales, estoy seguro que con alguno más no se hubiese dejado, porque quizás algo más inteligente habría sido y no se hubiese dejado llevar por Eva.
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