Sagrada confesión


   Esto que aquí se va a contar podría pasarnos perfectamente a cualquiera de nosotros. Quién no se ha tenido que confesar alguna vez por obligación y no por devoción. Seguro que a todos se nos ha unido en santas nupcias alguien muy cercano. Tan cercano...tan cercano...., que nos ha elegido democráticamente para que seamos padrinos del matrimonial enlace. Si por desgracia así ocurre no hay Dios que nos libre del sagrado rito de la confesión a tres bandas.

    En una banda ni que decir tiene que está Dios, que a la hora de la verdad es él quien perdona. En otra banda estás tú y tus pecadillos en el mismo pack, y en la banda que queda hay un señor que tú no conoces de nada y al que le tienes que contar tus más profundos e inconfesables secretos que tantos años de absentismo eclesiástico te han hecho ir acumulando. Encima, nuestro interlocutor suele ser pelín cotillo y hurga a base de bien en nuestras abundantes heridas emocionales. Todo vale, no hay reglas, “sálvese el que pueda” porque una vez que uno se arrodilla puede darse por confesionalmente jodido. De ahí no hay quien se mueva hasta que haya cantado de plano. La verdad es que el ritual impresiona, ¡Qué silencio hay por todos lados! ¡Qué solemnidad! ¿Qué miedo!, no te atreves a mentir por si desde allí te llevan derecho al cuartelillo.

    Tampoco  es que se trate de estar allí de coña, no, que no se trata de eso. Nadie duda que es un acto religioso muy serio, pero vamos, que podían hacer más afable y dicharachero el momento “confesión trascendental”. Tendrían que intentar que uno se sintiese como en casa hasta que resulte incluso agradable joderse allí el menisco de por vida permaneciendo arrodillado todo el tiempo que dure el relato pormenorizado de los pecadillos que cada cual lleve implementado en su debe. Pero no, digan lo que digan al fin y al cabo no es tu casa, es la casa de Dios que se hizo hombre para habitar entre nosotros, y tú has ido porque has querido,  nadie te ha obligado a ir.

    Así que después de que nuestro interlocutor con sotana se haya escandalizado ante el aluvión de pecados que acaba de escuchar de primera mano, y que los ha habido para todos los gustos y colores, desde los más inocentes, por ser algo descuidados, a los más aparatosos, por ser un poquito cabroncetes, pues el susodicho operario de Dios en la tierra nos pondrá más o menos penitencia. La que él cree que es la justa y necesaria. Porque eso sí. Él no consulta con nadie sobre el asunto. En ese aspecto está por encima del bien y del mal. Tantos pecados tienes pues tanta penitencia te cae. Digo yo que a lo mejor calcula al peso la penitencia que va a echar sobre tu frágil chepa.

    Siempre pensé que no es muy justo eso de que el cura nos eche la penitencia que él quiera. Quizás los conceptos que ambas partes tienen sobre lo que es pecado o no lo es, sean totalmente diferentes, pero claro, repito, nadie nos obliga a confesar. Así que si acudimos a la llamada de la selva deberemos estar dispuestos a apechugar con lo que nos caiga. Pero sea como fuere, allí nadie sale de rositas por muy casto y puro que haya creído ser.

    Pensando un poco para mis adentros y mis afueras, creo que debería haber una tabla de pecados con su correspondiente penitencia y que estuviera expuesta o bien en un tablón de anuncios o bien en el mismo confesionario por alguna de las partes que no se usa. También podríamos partir con unos eclesiásticos puntos concedidos por el obispado de nuestra provincia de origen a modo del nuevo carné de conducir, así, antes de confesarte y mientras haces tiempo podrías consultar la tabla para llevar una idea preconcebida. Que ves que andas jodidillo de puntos, pues tú miras el tablón y por un olvido justificado ante tanta tensión puedes omitir el pecado más grave que tengas. Que ves que tienes puntos de sobra, pues que te echen a ti confesión, pero se intentará todo antes que ser deudor de puntos y tenerte que volver a examinar. Tu despiste equivaldría a que marcarán automáticamente en tu declaración sobre la renta de las personas físicas y químicas con una X la casilla en la cual aceptas donar el importe de la devolución a la Iglesia.

    En la denominada “Ley de Dios” y como tal (a semejanza de la justicia humana, que a cada delito corresponde tal pena) debería estar explicado debidamente a cada pecado qué penitencia corresponde. La reincidencia en alguno de ellos ocasionaría penitencias más severas. Pondré algunos ejemplos de los pecados más arraigado a nuestra genética contemplativa para que clarifiquen lo que estoy intentando decir.

    No cometer actos impuros: Como se puede observar, este pecado no es nada clarificador. Más bien diría que es un pecado genérico. Aquí entran en juego muchos factores que pueden alterar el producto final, pero sabiendo cómo se las gasta la Iglesia seguro que estos actos impuros se refieren a las prácticas llamémoslas “Pim pam pim pam….tú ahí dale que te pego” o practicar el “Amor propio a solas contigo mismo”. Es difícil aquí dilucidar la cuantía del pecado que estamos cometiendo, ¿Qué hay de impuro en ello?, como no sea que no nos hemos lavado las manos, ¡Oye!, que lo que es de uno es de uno y puede hacer con ello lo que quiera mientras sus pecados no salpiquen a nadie. El único que puede salir dañado es el uno éste porque se acomoda y luego ya le va a costar un mundo buscar nuevos horizontes donde realizarse como persona íntegra en todos los aspectos. Que no digo yo que no vaya a salir, que saldrá, pero a lo mejor se da por vencido demasiado pronto. Al primer “no”, abandonará, y buscará seguramente refugio en la soledad. Sabe que allí no le van a faltar vías de escape revista en mano (no ocupada) o peli en vista (bizca y borrosa por el momento que está viviendo).

    Creo que por ponernos alguna penitencia, pero más que nada por el que dirán porque yo esto no lo considero pecado. Podríamos rezar un Padrenuestro rapidito sin detenernos mucho. Esta sería una penitencia en plan simbólico.

    Desear a la mujer de tu prójimo: Parece ser que en este apartado sólo vamos a pecar de pensamiento, ¡Qué le vamos a hacer…..!,Dios estará orgulloso de nosotros. Este pecadillo parece grave concretamente por dos motivos.

    Motivo uno - Este pecadillo aparte de afectarte a ti, ya también afecta a otra persona aunque ella no lo sepa. Es un decir porque seguro que lo sabe. Cada vez que la ves te empieza a arder hasta el pensamiento.

    Motivo dosEn el enunciado de la frase hay un pronombre personal bastante incordiador que nos trae por la calle de la amargura. Me refiero a ese “Tú” que tanto daño nos hace y que tan culpables nos hace sentirnos, ¿Ese prójimo por qué tiene que ser nuestro precisamente?, si quitamos ese “Tú” quedaría algo así como “No desearás a la mujer del prójimo”. Dicho así cambia bastante porque claro, ¿Qué prójimo? ¡Ahhhh! no lo sabemos…..hay tantos prójimos desperdigados por el mundo que vete tú a saber. Nosotros no estamos en la obligación de conocerlos a todos, ¡Oye!, que tú deseas y ya está. No puedes estar siempre pensando en si puedes desear a ésta o a ésta también dependiendo de que sea la de “Tú” prójimo o sea la de un prójimo equis, y tampoco vas a tener la mala suerte que te toque precisamente el prójimo del que deseas a su mujer y del cual has oído hablar, además, no hay que ser tan pesimistas. Por cierto, y a colación a esto. Que yo sepa no hay ningún motivo por el cual esas mujeres deseadas no puedan a la vez desear a los maridos de sus prójimas. Que no me suena a mí que conste en ningún sitio. Que a lo mejor en la época en la que se crearon las sagradas escrituras las mujeres no pecaban, pero que ahora sí eh. que los tiempos han cambiado. Que a alguien se le ha ido la olla y se ha olvidado de ese pequeño detalle. Que mucha modernidad mucha modernidad, pero una rápida actualización de la base de datos en el próximo concilio vaticano no vendría de más. Que las mujeres de ahora también son pecadoras. Que aunque la pena de todo esto sea que nunca le toca a uno ser la causa del pecado, no hay que menospreciarlas en este pecador aspecto, y como dice la canción: - La española cuando besa es que besa de verdad - pero es que cuando la española peca….es que la canción se queda muy corta. Habría para “escriturar” un Lp por ambas caras.

    Esto no quita que el pecadillo bipolar antes mencionado deba quedar sin su correspondiente penitencia, vamos a ser honrados por lo que si a la que deseas es a la mujer de “tú” prójimo y además has oído hablar de él, va a ser cuestión de rezar otro padrenuestro pero esta vez despacito y sin prisas, pensando en lo que decimos, y mientras rezamos nos damos unos golpecitos en nuestro alopécico pecho en señal de deseoso arrepentimiento. Si por el contrario a la mujer que deseas es de un indeterminado prójimo, deberemos considerar este hecho como un atenuante. No ha sido con premeditación y alevosía. Ha sido algo instintivo. Vas o vienes, ella pasa a tu lado, miras, sigues mirando, no puedes dejar de mirar y de repente y sin saber por qué te das cuenta de que la deseas. No has podido evitarlo. Los cromosomas primaverales que son así de pecadores por lo que creo sinceramente que no habría que castigar esta última actitud. Pudiera ser que esa mujer no tenga prójimo, es raro, todas lo tienen, pero el caso es que tú no lo sabes y tampoco se lo vas a preguntar.

    Ahora bien, puede ocurrir perfectamente que en ocasiones confluyan en un mismo vértice varias líneas pecadoras a la vez, ¿Cuáles?, pues  que desees a la mujer de tú prójimo del que además has oído hablar y se cumpla el agravante de que una súbita respuesta corporal incontrolada haga entrar en escena precisamente al tan vilipendiado acto impuro. Si esto ocurre….ya sí que estamos ante un problema serio y que hay que castigar con total firmeza, por lo que aparte del padrenuestro rapidito, el padrenuestro lento, los golpes en el pecho y un Ave María sin pecado concebida que le vamos a añadir. Deberemos escribir cien veces antes de irnos a la cama esta oración:

ARREPENTIDA ORACIÓN

Por desearte pequé,
por desearte estoy pecando,
por desearte pecaré,
¡Qué jodido lo estoy llevando!.

No te puedo quitar de mi mente
ni de noche ni de día,
te sueño pecando conmigo,
tú ni soñando me miras.

Dice el cura que esto es pecado,
yo creo que bien no razona,
cómo va a ser pecado desear
a la belleza que nació persona.

Miles de padrenuestros deberé rezar,
humildemente aceptaré mi culpa,
uno por cada vez que pensé en ti,
¡Arrepentirme!…eso no lo haré nunca.

 

    Sinceramente he de decir que con esta actitud que mostramos en el canto penitente como que a Dios le va entrar por un oído y le va a salir por el otro,  porque mucho arrepentimiento no se aprecia. Qué incorregibles que somos, tengo la impresión de que no vamos a ser perdonados en la vida (por lo menos de este pecado mental). Pero en nuestro descargo diré que Dios debió pensarlo más antes de extraernos nuestra costillita para crearlas a ellas. Yo creo que se dejó llevar por la emoción del momento (como era la primera vez que creaba a una persona humana), pero no obstante y aun no pensándolo mucho, sí que debió suponer que haríamos todo lo que estuviera o estuviese en nuestra mano para recuperarla. De hecho cuando del deseo se pasa a la acción no es sino con la sana intención de mirar dentro de ellas con nuestro periscopio a ver si somos capaces de encontrar la costilla perdida y volverla a colocar en su sitio.

    Después de estos pequeños ejemplos dignos de ser estudiados a conciencia por quien competa. El cura hará lo que quiera y nos pondrá la penitencia que le venga en gana basándose en unos cálculos aritméticamente hablando, pecadores, que tienen la curiosa particularidad de siempre multiplicarse por dos y muy pocas veces dividirse por nada. Si el cura es de próstata flácida estará inquieto y será escueto en castigar nuestra culpa, cuanto más aprisa dé cuenta de nosotros mejor para él y su prostático momento, pero si por el contrario nos toca el gordito de turno, la hemos cagado. Este nunca tiene prisa, no tiene nada mejor que hacer hasta la hora de la  partidita de subastado con el resto de compañeros sacerdotales. Está bien alimentado y éste se traga todo lo que le echen sin pestañear con la agravante de que encima va haciendo sus cálculos aritméticos por cada pecado que osa entrar en sus adentros a través de sus dos oídos, el externo y el interno.

    La paciencia es su virtud y Job su santo predilecto, pero sea cual sea el personaje que tengamos enfrente entre penumbras, curiosamente nunca siente la sana curiosidad de preguntarnos si nos acordamos de rezar esas cosas. Particularmente yo ahora mismo no me acordaría. Yo sabía rezar de maravilla el Padrenuestro antiguo, el de toda la vida, el de nuestros abuelos, el de los abuelos de nuestros abuelos, pero parece ser o por lo menos eso he oído que hace algún tiempo hicieron algunos arreglos o retoques sobre él. Todo evoluciona y el Padrenuestro no iba a ser menos. La iglesia nunca se queda atrás en cuestión de avances que la tecnología es la tecnología. Antes quien quería ser caritativo y dadivoso se rascaba el bolsillo y encendía una velita, más o menos a voluntad por velita, ahora no, ahora el velorio es casi idéntico a una máquina tragaperras, echas la mosca en la ranura pertinente y se enciende un pilotito de color anaranjado. Hay que tener cuidado porque a veces el párroco hace “trampilla” y desenchufa “accidentalmente” la máquina, y como no andemos con ojo y nos hallamos levantado de un dadivoso que asuste, podemos dejarnos allí la paga intentando que se encienda algún anaranjado pilotito, ¡Pero a dónde vamos a llegar!. Yo si tengo que elegir prefiero todo esto a la antigua usanza. A mí me hacía mucha ilusión eso de encender una velita y que una ráfaga de aire traicionero te la apagara mientras el respetable se descojonaba ante nuestra mala suerte aireada. Ese sin vivir….curiosamente le mantenía a uno vivo mientras permanecía en la iglesia. Ahora como te descuides te puedes quedar incluso electrocutado monedita en mano.

 
    Pero vamos a lo que vamos, la sagrada confesión. Los hechos que a continuación relataré bien podría servirnos para sentirnos reflejados cualquiera de nosotros en ellos. Podría ser perfectamente una confesión de alguien que debido a un fortuito acontecimiento religioso, como por ejemplo una boda de la cual es padrino, debe ir a confesar sus pecados a la parroquia más cercana. Él no está mucho por la labor. Hace siglos que no lo hace pues no se considera muy religioso que digamos, en concreto no se confiesa desde que hizo la primera y última comunión a la vez.

    El protagonista presto a confesarse es del novísimo gremio de los católicos no practicantes. De los de creencias y religiones a la carta, aunque todo hay que decirlo, razón no les falta visto lo visto. Este alguien siempre pensó que si Dios despertase de la eterna siesta que se está echando qué pensaría al ver la opulencia en la que viven muchos de sus santurrones lugartenientes y el poco espíritu de sacrificio del que hacen gala mientras mucha otra gente está muriendo de hambre. Quizás también le extrañarían los eclesiásticos lujos del Vaticano (potencia monetaria mundial). Quizás se enfadaría ligeramente si viera con sus ambos dos santos ojos al interminable séquito Papal, Sacerdotes rasos, Obispos, Cardenales y algún que otro monaguillo que siempre se apunta saludando “cariñosamente” a criaturas que quizás no lleguen a ver la luz del día siguiente, mientras, y para pasar el mal trago, este séquito degustará variopintas viandas características del lugar visitado y se irán a dormitar a un hotelito de esos de cinco estrellas exclusivo para enviados de Dios.

    Entonces quizás Dios pensase que no acertó con la elección de San Pedro como cabeza visible de esa Iglesia. Quizás era un poco ceporrete y no captó bien el mensaje ni entendió para nada lo que él quería decir ni que su religión mayoritariamente era para la gente más humilde. No por nada. En cuestión de fe no hay exclusividades, pero siempre los más humildes son los más proclives a creer. Puede que lo único que les queda sea eso, fe y poco más, pero bueno, como Dios sigue echándose la eterna siesta no nos vamos a preocupar nosotros ahora. Lo mismo si despertara o despertase sentiría que fue inútil que pereciera en la Cruz, (que no sé por qué se empeña la gente en ponerle el altivo adjetivo de “Santa” a algo que fue testigo inerte de un sufrimiento tan bestial), pero bueno. Pobrecillo, dejémosle que siga descansando que bastante padeció hace mil novecientos y pico de años, porque de todas formas poco iba a poder solucionar visto cómo está montado el tinglado. Entretanto, nosotros sigamos sintiendo el cristianismo y la religión o como queramos llamarlo, a nuestra manera por muy equivocados que los “Enviados de Dios” nos digan que estamos.

    El mejor cristianismo que podemos vivir y practicar es aquel en el que la voz de nuestra conciencia no nos esté abroncando constantemente. Si nuestra conciencia es medianamente sensata y sabe distinguir entre el bien y el mal, es a ella a la que debemos escuchar y hacerle caso sin dudarlo. Esa son las únicas creencias que debemos seguir y a la que tenemos que rezar todas las noches para que no nos abandone nunca. Seguro que dormiremos más tranquilos.

Comentario del autor, ajeno a la obra.

El creador de la obra no se hace responsable de los comentarios vertidos ni por él mismo, ni por él mismo tampoco.

Fin del escueto comentario del autor, ajeno a la obra.

    Bueno, pues el caso es que el protagonista de la cada vez más cercana confesión, tiene el hándicap de contar entre los miembros de su familia con una persona que es una creyente practicante que para qué las prisas, vamos, de éstas que entonan el mea culpa a cada paso que dan y se fustigan el corazón echándose la culpa por las desgracias que asolan el mundo. Me estoy refiriendo a su sagrada esposa.

    Marido y mujer se hallan en uno de los bancos de la Iglesia, más o menos a unos cinco metros del confesionario, al marido le da repelús acercarse más.

    Comienza el sagrado acto con la canónica llamada del Pater Noster. Como nadie se acerca, el párroco tiene que hacerse publicidad él mismo.

Confesor – ¡A veeeeer!,  siguieeenteeeee…(pasan algunos segundos, en concreto treinta y dos).

Confesor -  ¡A veeer!, he dicho que ya puede venir el siguiente (Que bien, hoy voy a cerrar prontito).

Confesante - ¡Cari!, una voz de ultratumba salida de la caseta esa de madera ha dicho que vaya el siguieeenteeee, ¿Quién será?, nadie sale, ¿Crees que se referirá a mí?

Cari – Pues en concreto no creo que sea a ti con nombre y apellidos, pero si ya los que quedan no se van a confesar, pues digo yo que serás tú el siguiente.

Confesante – ¿Y cómo sabes tú que ya no se va a confesar nadie más?

Cari – Pues porque los que quedan están rezando la penitencia impuesta por el párroco.

Confesante – Vaya, ¿Cómo sabes eso?

Cari – Pues porque los vi confesarse ya.

Confesante – ¡Joder! pues yo no los vi.

Cari – A ver esa boquita eh. Recuerda donde estás. Ya sabemos toda esta iglesia y parte del Vaticano que no lo has visto, estabas roncando, ¡Qué vergüenza me has hecho pasar! ,casi hay que llamar a los Geos para que te callen.

Confesante – No hace falta, contigo ya sobra querida, se te da despertar a la gente a traición como nadie, ¡Qué sobresalto!, si ves algo rebotando por el suelo con ganas de volver a casa dímelo que es mi corazón que se me salió por la boca del susto.
Cari – Lo mismo me he pasado, pero es que tiene guasa que no puedas estar despierto media hora eh.

Confesante - ¿Qué quieres?, cuando a uno le entra el Tsunami pues le entra, además, que es la hora de la siesta y por si no lo recuerdas me levanté a las cinco de la mañana para ganarme los churros con chocolate con el sudor matutino de mi frente, a ver...lista, ¿Dónde estaba toda esta gente tan confesional a esas horas?

Cari – Sieeempre con el madrugoncito de la narices….ni que fueras el único que madruga y al que Dios no le ayuda.

Confesante – Pues de la gente que conozco sí. Antes de las ocho no se levanta ni Cristo, con perdón, pero bueno...es igual, hay que confesarse pues se confiesa uno que tampoco pasa nada, total para lo que le voy a decir al cura.

Carí – Tienes que confesarte con sinceridad y sin ocultar nada para que cuando te den la sagrada hostia estés en paz con Dios y en tu cuerpo entre el de él estando limpio de pecados.

Confesante – Ahhh Carí, que los curas también dan cosas, qué completitos que son, yo creía que solo pedían......¡Cari!, ¿Cuánto medirá  Dios?

Cari – No empieces ¡Eh!, Dios no mide nada, es etéreo.

Confesante – ¿Es estéreo?

Cari – Que no, que te calles ya y a confesarte, Ah, ¿Por qué me preguntaste lo que mide Dios?

Confesante -  Cari, como dijiste que cuando me hostiasen entraría Dios en mí, pensé que como mida mucho como que no vamos a coger los dos en mis adentros.

Cari – Que lo de entrar en ti es simbólicamente hablando. No hay que tomarlo al pie de la letra, con lo listo que eres para una sola cosa y lo tonto que eres para todo lo demás.

Confesante – Como siempre cari irradiando emotividad por todos tus poros Cari, pues que sepas que no me hace mucha gracia contarle mis cosillas a un extraño por mucha sotana que lleve, no sé para qué tengo que hacerlo.

Cari – Pues porque de eso trata la confesión. Tú no se lo estás contando a un extraño. Tú se lo estás contando a Dios lo que pasa es que primero lo tiene que oír el cura que es el último en el escalafón y su brazo derecho, y aquí otra cosa no, pero el conducto reglamentario es el conducto reglamentario y se respeta siempre.

Confesante - ¡Ah!, explicado así la cosa cambia. Yo se lo cuento al cura, Dios lo oye y todos tan felices ¿no?, Cari y ¿Quién me asegura a mí que Dios está escuchando precisamente en esos momentos y que cuando termine de contarle el rollo al cura y me diga eso de yo te perdono, realmente Dios lo habrá escuchado y me habrá perdonado?

Cari - ¡Hereje!, que eres un hereje, qué quieres… que te lo pongan por escrito firmadito y todo, Fe es lo que tienes que tener que no tienes ni pizca.

Confesante - ¿Fe? ¡Ahhh!, fe así sin más, ¡Cari!, la fe entonces viene a ser como tirarse a una piscina desde veinte metros de altura  sin saber si la piscina está llena o vacía y en caso de que la opción que se dé sea la dos, o sea, que de agua andemos escasos, suponer que nos quedaremos flotando en el aire antes de rompernos la crisma contra el suelo ¿no?
Cari – Básicamente sí, así es.

Confesante – ¡Joder! pues está el asunto como para ir sobrados de fe, Venga, tendré fe, de todas formas aquí no hay piscina jeje, a ver, y qué hago cuando llegue a la altura de la voz de ultratumba.

Carí – Cuando llegues deberás de arrodillarte.

Confesante – Que qué, ¿Que me arrodille?, vamos....no me jodas, lo que me faltaba ya por escuchar, antes muerto que arrodillarme ante nadie, jamás lo haré, no lloraré como mujer lo que supe defender como hombre, mis rodillas permanecerán erectas, quiero decir.....erguidas, firmes, no se doblegarán ante nada ni ante nadie.

Cari – No digas palabrotas que estamos en la casa de Dios eh. Te arrodillarás como un buen cristiano temeroso de Dios y le dirás al padre “Ave María Purísima”

Confesante - ¿Padre?, ¿A qué padre?

Cari – Pues a qué padre va a ser, al sacerdote, el sacerdote es tu padre eclesiásticamente hablando.

Confesante – O sea, que me quieres decir que una voz salida de un confesionario es mi padre ¿no?, pues no lo entiendo, aquí te asignan progenitores sin preguntar y además que ni les ves.

Cari  - Que es igual, para una vez que te vas a confesar tampoco pongas tantas pegas. Si no quieres que sea tu padre tampoco creo que él se moleste, además, que hay que echarle valor para tener un hijo como tú. El caso es que cuando le digas al cura “Ave María Purísima” él te responderá “Sin Pecado Concebida” y empezarás a confesarte.

Confesante – Vale, parece fácil, me confesaré in extremis.

Confesor – Qué, viene alguien más o cierro el chiringuito. Que esto ya son horas extras y nadie me las va a pagar (Joder que sueño me está entrando y aquí no viene ni Dios a confesarse, perdón señor, frase hecha, voy a cerrar)

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Confesante – Sr. Cura hola

Confesor - ¡Joder qué susto

Confesante – Perdone, no quería asustarle, ¿Ha dicho Joder?

Confesor – Como voy a decir eso….He dicho Jesús, Jesús qué susto que me ha dado

Confesante – Ahhhh, habré oído mal

Confesor – Pues habrá oído mal, a mí qué me dice, además, que la duda ofende eh, qué quiere, confesarse ahora ¿no?, (No ha tenido tiempo en todo el día, me acaba de fastidiar el plan)

Confesante – Sí claro, bueno no, yo no quiero, pero es que me obligan, soy padrino de una boda y no tengo más remedio.

Confesor – Oiga, que no le pregunté los motivos que tiene para confesarse,

déjese de rollos y vamos al tema que se hace tarde.

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Confesante  Brbrjdjkdlsldkdslsdds….ísima.

Confesor – ¿Qué?

Confesante – Que brbjdjkdlsldkdslsdds….ísima

Confesor – Ahhhhh, pues jfkdjfkdfkddfjdkf…..cebida.

Confesante - ¿Cómo?

Confesor – ¿Qué?

Confesante – Sí, que qué ha dicho que no le he entendido.

Confesor – pues jfkjfjflfkjflfjlfljf….cebida

Confesante – Ya, si eso sí que lo entendí, pero eso no es lo que me habían dicho que me tenía Vd. que responder.

Confesor (Vaya, encima me tocó el gracioso, todo el día temiendo que llegara el cachondo de turno y justamente helo aquí en la última confesión del día)

 Con que no es lo que le habían dicho que tenía que responderle, qué desilusión

¿Verdad?, pobrecito mío, pero claro...brbrjdjkdlsldkdslsdds…..isima, sí que le han dicho que tenía que decírmelo Vd. a mí ¿no?

Confesante – Bueno, eso tampoco, es que lo tengo en la puntita de la lengua, pero no acababa de salir y por no quedarme callado a las puertas del cielo.....

Confesor (Mejor que lo tenga ahí que no en la puntita de la p.......¡Señor! perdóname, me he dejado llevar, lo siento, dame paciencia), Pues márchese y vuelva cuando se acuerde alma de Dios

Confesante - ¿Cómo dice?, ¿Qué me vaya?

Confesor – Sí, que se vaya, que esto es la casa del señor y no la taberna de al lado. Las cosas hay que hacerlas bien. Mal empezaríamos si ni siquiera sabemos decir  el  respetuoso  saludo  inicial  para  pedirle  a  Dios  que  nos  perdone  los pecados,  bueno,  quiero  decir  para  que  le  perdone  a  Vd.  que  yo  ya  estoy perdonado de antemano. Son cinco años de seminario y alguna ventaja tenía que tener. Uno no guarda castidad tanto tiempo por capricho, y además, que no se ha  arrodillado  y  eso  es  requisito  indispensable  para  llevar  a  buen  fin  su confesión.

Confesante - ¿Y cuándo vuelvo?

Confesor – Pues cuando sepa presentarse debidamente a Dios nuestro señor y sienta realmente en su corazón que quiere ser perdonado. Cuando la fe llame a su puerta y Vd. le abra sus sentimientos de par en par. Vaya con Dios y que él le acompañe en estos duros momentos de carencia de fe y zozobra espiritual hijo mío.

Confesante (Joder, otro con la fe de las narices) Vale Padre, ya volveré cuando me pase todo eso que Vd. ha dicho.

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Carí - ¿Ya te has confesas?

Confesante – Puessss...técnicamente hablando, no.

Cari - ¿Cómo que técnicamente hablando no?

Confesante – No, el cura me ha dicho que me vaya hasta que no sé quién que quiere  ser  perdonado  salude  respetuosamente  a  Dios.  Luego  Dios  me acompañará  a  la  taberna  de  al  lado  porque  allí  parece  ser  que  me  está esperando la fe perdida que está zozobrando. Son duros momentos de espera para que todos a la vez llamen a mi puerta sin presentarse, así que vámonos y mañana volvemos a ver si tenemos más suerte.

Car– ¿Cómo?, ¿Quieres decir que el cura te ha dicho que si hay suerte zozobraremos mañana con fe después de saludar respetuosamente a Dios en la taberna de al lado, y que estamos esperando que todos estos que no tienen ni un duro  en  este  momento  llamen  a  nuestra  puerta  después  de  querer  ser perdonados sin presentarse?

Confesante –  Que no, no es eso. Que parece ser que mañana serán duros momentos para quien no se presente a Dios que está zozobrando mientras saluda a la fe que quiere ser perdonada y que a la vez quiere abrir la puerta para ir respetuosamente a la taberna de al lado porque alguien que está llamando se ha perdido, ¡Ale!, vámonos.

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Cari - ¡Quietecito aquí!, incorregible, que eres un incorregible, te crees que soy tu clon pero en versión tonta, ¡Hala! al confesionario otra vez y ya le estás diciendo al cura que el espíritu santo te ha poseído y estás repletito de fe, y recuerda que debes de decir Ave María Purísima en reverente posición.

Confesante - ¿Otra vez tengo que ir allí?

Cari – Sí, otra vez

Confesante (Hay que joderse tanto ir y venir, parece esto un partido de tenis), vale, volveré, repíteme lo que tenía que decir que si no el cura ese me va a expulsar otra vez. Tendré que darme prisa que antes estaba a punto de pirarse.

Cari – Ave María Purísima

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Confesante – Purísima el Ave de María

Confesor –¡Psssss!, ¡Psssss!….Oiga.

Confesante - ¿Es a mí a quien sisea Vd.?

Confesor – Sí, es a Vd. a quien siseo, a quién va a ser si no, ¿Ve a alguien más?

Confesante – Pues no

Confesor – Pues entonces....,

Confesante - Bueno, y qué quiere.

Confesor – Listillo, que tiene que arrodillarse, que le he visto acercar el banco para poderse sentar.

Confesante (Vaya, se dio cuenta), ¡Ui!, pues es verdad, lleva Vd. razón, hay aquí un banco, debe haberme seguido.

Confesor – Estaría bonito que no la llevara. Yo que en el seminario era de los alumnos más aventajados, pues venga, a arrodillarse y prosigamos. Mientras se

arrodilla dígale al banco que puede retirarse, a todo esto, ¿Qué me dijo?

Confesante – ¿Qué le dije? ¿Cuándo?

Confesor – Pues cuando va a ser, cuando ha llegado.

Confesante – Purísima el Ave de María, creo.

Confesor – Concebida sin el pecado.

Confesante – Oiga, pues para ser de los alumnos más aventajados no ha tardado mucho en perder el feeling ese estudiantil eh, para mí que Vd. era de los

enchufados.

Confesor – Sin faltar eh, que le excomulgo.

Confesante – Es que lo que me tenía que haber dicho es Sin Pecado Concebida, que de eso sí me acuerdo.

Confesor – O sea, que yo soy el tonto ¿no?, y lo de Purísima el Ave de María está muy bien dicho, a que sí. No me cabré eh, no me cabré....que no está el horno para pollos, quiero decir....para bollos, que no está el horno para bollos, tengamos la confesional fiesta en paz. Dígame, ¿Qué pecados tiene? (mientras, impulsivamente sujeta a nuestro confesante por el cogote)

Confesante  –  Padre,  si  es  tan  amable  de  dejar  mi  cogote  en  paz  se  lo agradecería. Es que a mí eso de los toquecitos foráneos como que no me va. Así que si quiere que me confiese, que corra el aire eh, a propósito....¿Hay que decir la verdad?

Confesor – Hombre claro, que esto no es hacienda y además le asiste el secreto de confesión, no tema.

Confesante – Pues vaya secreto que hay que contárselo a Vd.

Confesor (Señor perdóname, pero este robotín de ser humano es tonto). A ver hijo, el secreto de confesión significa que lo que Vd. me cuente yo no puedo contarlo bajo ninguna circunstancia humana o divina, bueno divina sí porque si lo sé yo también lo tiene que saber Dios. Sólo lo sabremos los tres. El único que podría irse de la lengua soy yo, pero no me está permitido, así que empiece ya que tengo prisita, que llevamos ya dos horas aquí.

Confesante – Padre, no le eche tanto morro que Vd. por lo menos está sentado, que yo me estoy clavando la madera ésta hasta el esternón, así que encima no se queje que yo estaría mejor echando la partidita.

Confesor – Alma cándida....que yo no le dije que viniera a confesarse, yo dije que viniera el siguiente. Si llego a saber que el siguiente es Vd. le aseguro que me hubiese callado, así que venga, dígame sus pecados y no me eche trolas que sé cuándo la gente me miente, son ya muchas las confesiones que llevo a cuestas.

Confesante – Hoy dos veces.

Confesor - ¿Cómo dice?

Confesante – Que hoy.....dos veces

Confesor - Que hoy.....dos veces....¿Qué?

Confesante – Que lo he hecho dos veces con mi mujer.

Confesor – ¿Que ha hecho dos veces qué?

Confesante – Hoy la he amado dos veces.

Confesor – Pues muy mal hijo, eso está muy mal, no lo comprende, es su esposa y debería amarla siempre.

Confesante – Padre, parece Vd. tonto eh, el que no lo comprende es Vd., me refiero que hemos hecho el acto sexual dos veces.

Confesor – ¡Coño! (perdón otra vez señor), pues dígalo claro que ya somos todos mayorcitos. Se refiere a que se la ha cepillado sendas dos veces.

Confesante – Sí padre, sendas dos veces.

Confesor – Y a mí que me cuenta, como si se la cepilla Vd. veinte.

Confesante – Oiga, que yo no sé las cosas que para Vd. son pecado eh. Como no ha sido con la intención de procrear pues pensé que a lo mejor era pecado alguna de las sendas dos veces.

Confesor – Pues no, no lo son ninguna de las sendas dos veces....continúe.

Confesante – Perdone, pero voy a apuntarme en este bloc que siempre llevo en el traje de los domingos lo que es pecado y lo que no lo es. No le importa ¿Verdad?, así para otra vez ya no tendré dudas.

Confesor – No me jod…..(señor perdóname nuevamente, pero me está sacando de mis casillas), no, no me importa, apunte Vd. lo que quiera.

Confesante – Vaya, el boli éste está seco, claro, hace tanto tiempo que no apunto nada,,,,pss, psss, Padre ¿Puede prestarme un boli?, es que el mío está más seco que el ojo de Benito.

Confesor – Sí hijo sí, le presto mi boli y si quiere también mi chepa para que le sirva de escritorio, pero eso sí eh, el boli es de Huelva, a propósito, ¿Cómo se encuentra Benito?

Confesante - ¿Benito?, ¿Qué Benito?

Confesor – Pues cuál va a ser, el del ojo ese que ha dicho Vd.

Confesante – Oiga que yo no conozco al tal Benito. Es una frase que se dice, de todas formas supongo que seguirá con sequedad visual. No tengo noticias de que haya mejorado, ¿Sabe que estuvimos en Huelva la semana pasada nosotros pasando unos días de descanso?, qué casualidad que su boli sea también de allí ¿Eh?

Confesor (Padrenuestro metido en un cesto,,,llévatelo cuando puedas, ¿Qué he pensado?, ¿Padrenuestro metido en un cesto? este tío va a volverme loco) Hijo mío, ¿Pero Vd. se cree que a mí me interesa ahora saber dónde estuvieron Vds. la semana pasada?, era otra frase que se dice por ahí y que significa que no se le olvide devolvérmelo que sólo tengo ese.

Confesante  –  Ok  padre, voy a  apuntar  entonces......Me  acaba  de  decir  el párroco algo irritado, que hacerlo cuantas veces sean con la mujer propia de uno mismo no es pecado, pero parece ser que a él las sendas veces que sean le traen al fresco. Ha estado a punto de decir una palabrota. No creo que sea buen samaritano. Me ha prestado un boli de Huelva a regañadientes y el verbo que utiliza para denominar hacer el amor es cepillar, supongo que al decirlo él no debe ser una palabrota.

Confesor – Continúe.

Confesante – Padre, y hacerlo aunque sólo sea senda una vez con alguien que no sea la propia ¿Sería pecado?

Confesor - ¿Hacer qué?

Confesante – Padre, pues qué va a ser, el acto

Confesor - ¿El acto? ¿Qué acto?

Confesante – Padreeee, ¡Joder!, el acto sexual,

Confesor – Cuidado con esa boquita eh, que Dios está oyéndonos. No haga que se cabré, que fíjese Vd. la que lió en el templo él solito. Como contestación a su estúpida pregunta le diré que claro que es pecado y además de los gordos, de todas formas en su caso aparte de pecado y gordo eso sería imposible (Jeje, vaya indirecta)

Confesante – ¡Vaya!, estamos graciosillos eh.

Confesor – Perdóneme hijo, pero no me he podido reprimir, lo tenía a huevo, continúe.

Confesante – Pues ya está padre, eso es todo.

Confesor – Ya?

Confesante – Claro

Confesor – Ahhhhh…

Confesante –  Bueno no, la verdad es que llevo pensando mucho tiempo que mi jefe es un cabr…, bueno, ya me entiende, ¿Eso es pecado también?

Confesor – ¿Pero lo es?

Confesante – ¿Qué?

Confesor – Que si es cab….., ya me entiende, no me haga repetirlo que al paso que vamos nos va a excomulgar Dios a los dos.

Confesante - Buenoooo que si lo esssss….claro que lo es, y además consentido.

Confesor – ¿Con qué sentido? ¿Con el común?

Confesante – Que no padre, que no, que me refiero que su santa esposa se la pega muchas sendas veces y él lo sabe.

Confesor – Vaya, entonces no es pecado –  Tras acabar de decir esto el párroco pega un puñetazo que se oye en veinte kilómetros a la redonda – quiero decir que sí, que sí es pecado, cómo no va a ser pecado pensar eso aunque sea cierto, oiga, ¿Va a estar todo el tiempo preguntándome sobre lo que es pecado y lo que no lo es?.

Confesante – Pues sí porque no lo tengo nada claro y a Vd. se le paga por algo, no  para  estar  ahí  sentadito  y  que  le  vayan  echando.  Por  cierto,  a  ver  si empleamos mejor las limosnas y ponemos algo acolchadito en el reclinatorio que hay que joderse lo duro que está esto, ¿No podríamos seguir con la confesión paseando los dos por este pasillo o sentados en un banco?

Confesor – Pues no, claro que no podemos, no me obligue a echarle otra vez y le mande volver cuando no pregunte gilipolleces. Así que a seguir arrodillado, por cierto ¿Vd. ha dado alguna vez alguna limosna en su vida?

Confesante – Pues a Vds. no, pero potencialmente sí que puedo darla.

Confesor - Entonces porqué narices se queja, ¿Qué hace ahora?

Confesante – Pues apuntar

Confesor - ¿Otra vez?

Confesante - ¿Qué pasa, tiene prisa?

Confesor – No hijo, no tengo prisa, apunte, apunte.

Confesante Parece ser que también es pecado pensar aunque sea cierto. A este paso todo va a ser pecado menos lo de las sendas dos veces con la propia, no me extraña que todos los que practican esta religión estén paranoicos y parezcan zombis sin ilusión por la vida. Tanto pecar por todo debe ser de un aburrido que para qué, además, que el cura me ha coaccionado. Si uno no dona no tiene derecho a quejarse de nada. Llevo media hora arrodillado y el dolor se está haciendo cada vez más y más insoportable, ignoro cuánto podré aguantar así.

Confesor – Bueno, pues ale, Ego te absuelvo in nomine patris et filis et.....

Confesante – Padre, Ego no me absuelva de nada que aún no he terminado.

Confesor – Ah no, vaya, qué me va a decir ahora, que le ha escondido la comida al gato y que si eso es pecado también.

Confesante –  No padre, eso no, eso ya lo hice una vez y mi querida y cristiana esposa me escondió a mí el tabaco dos semanas, es que no sé cómo decírselo.

Confesor – Pruebe a decírmelo hablando, a ver qué tal.

Confesante – Padre, menos cachondeo eh, que pido el libro de reclamaciones. Es que verá, cuando veo a una mujer pienso continuamente en por lo menos senda una vez hacérmelo con ella y luego que se lo haga ella conmigo senda otra vez.

Confesor – A una mujeeeeer, Ummm (Señor, luego dicen que a los curas sólo nos gusta oír hablar de temas sexuales en las confesiones, pero es que nos provocan eh, que yo a este robotín todavía no le he preguntada nada al respecto y desde que empezamos siempre está con lo mismo, conste en acta eh señor,)

Confesante – Sí, ya sabe, de esas de uffff....

Confesor – No hijo, yo no sé nada de uffffff...soy cura por si no se ha dado cuenta aún y no me está permitido saber esas cosas.

Confesante – Ah claro, es verdad, Vd. va por la calle ve a un monumento de esos que quitan el hipo y Vd. no sabe no contesta ¿no?

Confesor – Sí, hijo sí, eso es, qué pronto ha captado la esencia del sacerdocio.

Confesante – Pues no me lo trago, otra cosa es que Dios esté espiándonos y Vd. se haga el tontito, pero un monumento es un monumento para mis ojos y para los suyos, a no ser que Vd. sea gay

Confesor – Oiga, que yo no soy gay, que antes de ordenarme sacerdote hice mis pinitos y las mujeres me encantaban

Confesante – Le encantaban antes.... ¿Y ahora no?

Confesor – Pero oiga, que yo no tengo porqué contarle mi vida, que el que se está confesando es Vd. a mí y no yo a Vd., sigamos ¿Sabemos el nombre de la Ufffff esa que dice Vd.

Confesante – ¿Su nombre?, pues no, no pretenderá que les pregunte el nombre a todas las mujeres Ufffff que pasan por la calle.

Confesor – Ahhhh, que es una mujer Uffff al azar....que no conoce.

Confesante – Pues claro que no la conozco, era un ejemplo hipotético.

Confesor – Pero ovejo descarriado. Entonces si no la conoce ni de vista cómo quiere  hacérselo  con  ella  senda  una  vez. Digo  yo  que  primero  tendrá  que conocerla. Aunque la verdad hay que tener gana para hacérselo con Vd.

Confesante – ¡Paaadre!, no se pase eh, que Vd. tampoco es un adonis. Estoy preocupado padre, creo que padezco el mal de los pensamiento impuros ¿Cree que esto también es pecado?

Confesor  -  ¿Pecado?,  pues  hombreeee,  pecado,  pecado,  lo  que  se  dice pecado.... con la Biblia en la mano….no, yo más bien diría que son gilipolleces suyas porque si ya es difícil que Vd. se lo haga con ella imagínese hacérselo ella con Vd., pero bueno, de ilusiones también se vive..

Confesante – Padre, y si le dijera que una vez aprovechando el caos que se forma en el metro toqué un culo ajeno

Confesor – ¡No me diga!, atónito me he quedado.

Confesante – Si, claro que se lo digo, pues eso, que una vez toqué un culo ajeno.

Confesor - ¿A quién?

Confesante - ¿Cómo que a quién?

Confesor – Claro, no ha especificado, ha dicho que tocó un culo ajeno

Confesante – Pues no sé, a una monumental Ufffff que estaba delante de mí, tampoco le pregunté su nombre.

Confesor – Ah, que era un culo anónimo

Confesante – Si padre, ¿Cree que pequé?

Confesor – Hijo mío, más que pecar creo que lo que hizo fue el tonto,

Confesante – Espere padre.

Confesor - ¿Qué hace?

Confesante – Pues  apuntar

Confesor – ¿Otra vez?

Confesante – Claro, déjeme que siga. Parece ser que he tenido suerte con este cura, para él todo lo que esté relacionado con el sexo no es pecado. Creo que pudiera tratarse de un cura progre, qué suerte, si esto acaba bien siempre me confesaré con él.....las rodillas no pueden aguantar más mi peso, las piernas me están empezando a temblar.. Padre, lo que pasa es que no se lo toqué con las manos

Confesor – ¿Ah no? ¿Y con qué entonces?

Confesante –   Padreee, imagínese con qué, tampoco se haga usted ahora el tonto, que una cosa es que no practique, y otra......

Confesor – No me jod….quiero decir, No me diga que le tocó el culo a una explosiva humana sin las manos. Tremendo hijo, tremendo, vamos, que si me dice que encima la explosiva mujer se dio cuenta me da un infarto de pestañas aquí mismo

Confesante – Padre creo que sí que se dio cuenta.

Confesor – Vaya, ¿cómo lo sabe?

Confesante – Me di cuenta cuando sentí que su codo impactaba contra mi estómago.

Confesor – Pues va a llevar razón. Sí que se dio cuenta entonces, pero hijo, es que  esas  cosas  hay  que  hacerlas  con  mucho  tacto,  levemente  y  siempre aprovechando algún movimiento inoportuno del metro.

Confesante  –  ¡Vaya!,  pues  va  a  ser  eso,  que  tonto  fui,  el  contacto  fue justamente cuando el metro estaba parado en la estación.

Confesor – Ve alma cándida

Confesante – A propósito padre, ¿Vd. cómo sabe eso?

Confesor – ¿Cómo sé el qué?

Confesante – Pues lo del tacto...los levemente y todas esas cosas.

Confesor – Hijo mío, pues de qué lo voy a saber, de otras confesiones

Confesante – Ahhhhh bueno, por un momento pensé que Vd.

Confesor – Blasfemo, que es Vd. un Blasfemo, pero qué obsesión tiene con que yo no sea casto y que peque eh.

Confesante – Ah, otra cosa, yo dije monumental, yo nunca dije explosiva.

Confesor - ¿Cómo?

Confesante – Sí, que dije monumental y no explosiva.

Confesor – Vd. puede decir lo que quiera, a mí que me cuenta.

Confesante – Que qué le cuento, rebobine padre, parece que se le da a Vd. muy bien expresarse en estas terminologías, a ver si va a resultar que Vd. el luto solo lo lleva por fuera.

Confesor – ¡Sacrílego!, cómo se atreve a dudar de mi castidad, que más dará decir monumental que explosiva, el caso es que estaba buenorra ¿no?

Confesante – (El confesante sin que el cura se dé cuenta apunta en su bloc..) Casi puedo confirmar que sí que se trata de un cura progresista, lo de buenorra me  lo  ha  confirmado....intentaré  seguir  confesándome  en  vilo  para  quitarle presión a mis rodilla, todo puede ser que me escoñe los codos, pero tengo que intentarlo.. No puede ni imaginarse como estaba padre,  vamos, que quiero decir que ni puede ni debe, que Vd. estos lujos no le están permitidos.

Confesor – Hijo, ¡Cuánta razón llevas!

Confesante – Bueno padre, yo me tiraría horas y horas aquí hablando con Vd. pero ya se ha hecho muy tarde. Otro día si quiere pedimos que nos traigan una cañas y unas tapillas y continuamos, si quiere incluso cambiamos las posiciones.

Confesor – Ya veremos hijo, ya veremos, que yo al otro lado me pongo de un tristón que para qué, así que venga hijo mío, ale, rece dos Padrenuestros, tres Ave Marías y cante la canción de la gallina cocoguagua a la pata coja para que la gente vea cómo hace el tonto e ipso facto le serán perdonados todos sus pecados, Ego te absuelvo in nómine patrís et filis et espíritu santi.

Confesante – Amén.

Confesor – Amén...no

Confesante ¿No?

Confesor – No

Confesante - ¿Por?

Confesor - Porque Amén lo tengo que decir yo, no Vd.

Confesante – Está Vd. seguro padre, para mí que soy yo el que tengo que decirlo.

Confesor – Que no, que soy yo, ¿Sabe Vd. Latín?

Confesante - ¿Latín?, pues no, para qué quiero yo saber eso si soy camionero.

Confesor – Pues porque aparte de que el saber no ocupa lugar, Amen quiere decir “así sea” traducido al castellano moderno y como comprenderá, un pecador como Vd. no puede decirle a un sacerdote como yo así sea, como dudando de mi palabra.

Confesante – Vale, pues diga ya Amén y vayámonos ya.

Confesor – Diré Amén cuando me devuelva mi boli, mientras de aquí no se mueve nadie, o cree que me había olvidado-

Confesante – ¡Anda!, es verdad, que cabeza la mía, tenga padre.

Confesor – A ver si escribe, sí , escribe, Ale pues Amén y tanta gloria lleve como paz deja.


                                                                                                                                                                    


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