Ensalada mustia

Ingredientes básicos:


- Piso en propiedad
-Cocina con frigorífico incluido
-Ropa cómoda ignífuga (el delantal es opcional, no influye en el resultado final)
-Gas ciudad o en su defecto butano.
-Haber dormido bien la noche anterior.
-Un par de lechugas arrieras.
-Tomates de huerta.
-Atún de mar (mejor que ya vengan en la latilla para no tener que asesinarlo nosotros mismos)
-Aceite de algún olivo.
-Sal de aquí, no de allá
-Vinagre concentrado
-Un extintor
-Mucho ánimo
-Rezar

    Como veréis, lo que prima entre estos ingredientes es nuestra propia seguridad, dicho esto pasemos a lo que es la propia elaboración en si misma.

    Una vez que ya somos poseedores de la escritura del piso y podemos dar fe de ello, se procederá a abrir el frigorífico por si por una casualidad rara de esas que tiene la vida tuviésemos alguna lechuga a mano, como lógicamente será que no tenemos, nos colocamos nuestro traje cómodo e ignífugo para bajar a la tienda a comprarlo, ya de paso estamos advirtiendo a los vecinos que nos disponemos a coccionar algo y que su integridad física peligra.

    Después del tira y afloja con la tendera pues nos quiere encasquetar una lechuga bastante esmirriada y poco llena de vida, cosa que finalmente consigue, con nuestra lechuga esmirriada subimos al piso para ya con todo lo necesario disponernos a la realización de nuestra mustia ensalada.

Elaboración:

    Una vez en la cocina, cogemos una ensaladera y la ponemos en cualquier hueco que encontremos libre de gérmenes. No hace falta lavar la lechuga arriera porque de todas formas pocas mejoras íbamos a conseguir. Lo que sí es importante, es quitarle las hojas que peor veamos. Tras quitárselas, sólo nos ha quedado el cogollo que muy alegremente colocamos en el centro de la ensaladera. Es nuevamente importante que la punta del cogollo esté siempre apuntando al norte.

    Una vez hecho esto, cogemos un tomate (para probar primero) y lo troceamos en doce trozos iguales. Encima de cada trozo echamos sal a partes iguales para que ningún trozo se sienta menospreciado ni aislado de los demás, esperamos ocho o diez segundos para que asimilen convenientemente lo que le hemos echado y procedemos a atunar el cogollo de la esmirriada lechuga arriera. Para hacer esto deberemos coger el cogollo y hacer un sofrito arriero en compañía del atún. Previamente habremos calentado el aceite de olivo a una temperatura no superior a 60º en caliente. Esto es fácilmente comprobable con un truco que me enseñaron de pequeño que no es otro que introducir un dedo en la sartén hasta que se nos salten las lágrimas. Nuestras primeras lágrimas serán la señal. Nunca esperar a que entremos en combustión espontánea porque esto sería señal de que nuestro dedo ha superado los 60º de temperatura y habrá pasado a mejor vida.

    Cuando ya esté hecho el sofrito y el atún haya desaparecido sin saber dónde se ha ido, cogemos el cogollo y lo ponemos nuevamente en la ensaladera. A estas alturas ya nos dará igual para donde apunte. Si habéis seguido bien los consejos hasta este momento, deberéis tener en la ensaladera un triste cogollo y doce trozos de tomate.

    Como nos habíamos olvidado del vinagre concentrado, aprovechamos estos mustios momentos para mustiamente echar dos mustias gotitas encima del mustio cogollo y una gota encima de cada trozo de tomate. Si notásemos que por la espera algún trozo de tomate se hubiese solidificado en exceso, lo tiramos sin más miramientos.

    Ya sólo queda el punto final y de lo que dependerá el éxito de nuestra ensalada, tenemos que rehogar el mustio cogollo y los once trozos de tomate al baño María Jiménez y esperar a ver qué es lo que ocurre porque esto siempre resulta ser imprevisible, es aconsejable tener el extintor a mano.

    Si no ha hecho falta utilizarlo, esto será muy buena señal y podremos servir lo que haya salido en un mísero plato para consumo propio.

 

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