Albóndigas finlandesas

Este plato, perfectamente podríamos casi incluirlo en el selecto grupo de los denominados de comida rápida, claro está, dependiendo de la rapidez con la que seamos capaces de realizarlo. De igual manera no estaría de más decir que es un plato que siempre nos puede sacar de algún apuro ya que es muy socorrido y digestivo. Socorrido porque todo puede ser que tengamos que pedir socorro después de echarnos la primera albóndiga a la boca, y como consecuencia, poca digestión vamos a tener que hacer.

    Las albóndigas se diferencian de las almóndigas, aparte de en la b y en la m (que salta a la vista), en que éstas últimas no han existido ni existirán nunca y sólo han visto la luz como consecuencia de un imperdonable error sintáctico bastante común aun en nuestros días.

    Podríamos denominar a las albóndigas, aunque no en esta modalidad que aprenderemos a realizar hoy, como pelotas compactadas por dentro y por fuera de carne espachurrada o triturada de cualquier tipo de origen y nacionalidad. Es un compacto preparado que tiene mucha historia pues su consumo crudo se remonta casi hasta nuestros simios ancestros. Aunque realmente, y ya tal y como las conocemos en la actualidad, podríamos decir que su lanzamiento mundial fue en la época de los romanos y concretamente durante el mandato de Nerón, que aparte de que dicen las lenguas viperinas que era un poquito……; Nerón era un acérrimo e incondicional fans de ellas y no había día que no se apretase entre pecho y espalda algún condimentado platito. Precisamente también Nerón, y por casualidad, fue el que dio el espaldarazo final a las albóndigas transformándolas en hamburguesas cuando un día se las prepararon no muy hechas y optó por intentar empotrar una de estas albóndigas sobre la cabeza del chef de cocina, que muy hábil se agachó, y la albóndiga en cuestión fue a empotrarse contra una pared quedándose chafada y ligeramente planificada de aspecto sobre el irreverente suelo.

    Cuando Nerón murió por suicidio sobre cuerpo propio tras recibir la triste noticia médica de que ya no podía comer más albóndigas debido a un extraño mal que le aquejó, la cosa cambió. Su consumo decayó bastante porque Calígula, algo más aborigen que Nerón y más gay, le gustaban las longitudes y era más de espárragos trigueros y ensaladas mixtas, que por cierto, así estaba de esmirriado (dato para la posteridad por si no lo sabían), y además que el suicidio de Nerón trajo consigo la escasez en los romanos mercados de carne de albóndigas para hacer el relleno. Nerón dejó explicitado en su testamento que debían enterrarle en el panteón familiar con toda la carne de albóndigas que estuviera disponible en el imperio romano en ese momento. Como consecuencia de esto, la poca que podía encontrarse era de contrabando y aparte de estar adulterada, y no ser pura,  estaba a precio de oro y costaba un huevo de denarios los cien gramos de este preciado alimento. Como los romanos eran poco dados al uso de profilácticos y procreaban mucho, pues la verdad es que con cien gramos poco iban a hacer para alimentar a una familia de numerosos miembros, así que optaban por otra alimentación más económica y no de tan alto Cesar imperator standing.

    Ya casi olvidadas en un inexplicable ostracismo culinario, tuvo que ser el gran rey macedonio Alejandro El Maño quien las sacase de aquel injustificable olvido llevado por la necesidad de comer cosas blanditas y fáciles de digerir. Alex era muy delicado de dentadura y siempre padeció de sangrantes encías, esto le hacía imposible mordisquear los restos de carne adherida al hueso en sendas chuletas.

    Como era una mente privilegiada y le daba un poco por saco ver como todos los demás roían las chuletas hasta dejar los huesos pelados, y él no podía, dictó un magno bando por el cual se prohibía el consumo de chuletas con hueso. Fue muy criticado por ello y numerosas fueron las manifestaciones promovidas por los sindicatos cárnicos porque la carne de las chuletas al no tener hueso habían perdido ese toque a chuleta tan característicos en ellas y que tanto alegraban las hogueras de la época en comilonas campestres.

    Pero nada consiguieron, muchas pancartas del estilo “Quitarles a las chuletas sus huesos es un sacrilegio” o “Queremos pan, queremos vino, queremos que las chuletas tengan sus huesos adheridos” fueron paseadas por las pedregosas calles macedonias en señal de protesta pero Alex no cedió e inclusive para hacer ver que los tenía muy bien puestos, dictó otro magno bando por el cual también prohibía el consumo de carne en forma y manera alargada. Pocas opciones dejó a su pueblo que no fuese comer la carne en plan lo más redondo posible.

    Quizás el macedónico pueblo de Alejandro El Maño le odiase por esto de por vida,  pero nosotros debemos de estarle muy agradecidos pues gracias a él, hoy siguen encontrándose entre nosotros nuestras entrañables albóndigas que tanto mundo llevan corrido.
 
    Sea como fuere, el paso de los siglos han traído consigo que en la actualidad en la cual vivimos, podamos encontrarlas casi en todas partes. Desde los supermercados hasta en la tienda que ha puesto la vecina porque el marido se ha quedado en el paro y no está mucho por la labor de en un futuro próximo salir a batallar calles y encontrar trabajo.

    Las albóndigas han evolucionado tanto que inclusive podemos encontrarlas encarceladas para el resto de su vida en botes y a un módico precio accesible para casi todos los bolsillos. En estos botes ya se las ha introducido previo primer hervor y sólo hay que pasarlas por el microondas antes de consumirlas. Si sólo se trata de llenar el estómago y no somos de delicados hábitos, hasta podría valer, pero si lo que queremos conseguir es salir completamente saciados y satisfechos, mi opinión tras haberlas probado enlatadas en reiteradas ocasiones (para poder hablar con conocimiento de causa), es que cuando las echas en el plato dan como un poco de pena verlas así de lánguidas y compungidas. Parece que sólo han elaborado una y que todas las demás son fotocopias a color tras previo paso por retoque photoshop. Tan poca consistencia presentan, que cuando uno se las come es como si las estuviese esnifando de lo poco que notamos el recorrido que realizan desde el plato hacia nuestro anhelante y agradecido estómago. Tampoco nunca he podido conocer la causa por la cuál cuando las echas del bote al plato tienen que botar dos o tres veces antes de pararse.

    Por estos motivos que quizá ustedes consideren intrascendentes pero que para mí son muy importantes pues de ello depende nuestra salud, yo aconsejaría que nos dejásemos de botes y que las hagamos nosotros mismos sin reparar en esfuerzos ni sacrificios, además, que les puedo asegurar que estarán hechas en un santiamén pues la receta va a ser para una única persona. Si tienen invitados a comer, con sólo multiplicar todo lo que vamos a hacer por el número de invitados que tengan lo tendrán solucionado. Serán la envidia y al mismo tiempo se sorprenderán ustedes mismos y sus invitados de lo que ha evolucionado su vida en cuanto a temas de cocción se refiere.

ingredientes:

Mucha ilusión - Sin ilusión nada en esta vida sale bien y mucho menos estas albóndigas finlandesas
Carne de albóndigas ya triturada - Aproximadamente para una persona que pese 60 Kg deberemos pedir 300 gramos comprimidos. Más o menos y como regla general, que sean 5 gramos por kilo de peso. Si lo que tenemos que pedir es un kilo y medio de carne de albóndigas, deberemos preocuparnos porque eso será señal de que estamos ligeramente orondos y deberemos de cuidar nuestro sobrepeso.
Especias verdes - El tamaño debe de ser más bien pigmeo pues deben quedar completamente dentro de las albóndigas y no se deben ver desde el exterior
Salsa color caoba de albóndigas
Media patata
Aceite - A discreción que es para que las albóndigas nos salgan resbaladizas y no haya Dios que las pueda pinchar
Sal
Pan - Para mojar en la salsa caoba cuando ya no nos queden albóndigas y no por consumo de éstas, sino porque las habremos tirado nada más verlas aparecer
Diazepán o Tranxilium - Para olvidar pronto lo ocurrido y que el sueño nos impida que el hambre nos joda el día
Número de teléfono del restaurante chino que menos tarde en llegar por si el farmacéutico no nos da sin recetas los tranquilizantes. 

Prolegómenos y posterior elaboración.

    Como es lógico, lo primero que deberemos hacer es adquirir los ingredientes que vamos a utilizar. No nos preocupemos, lo que tenemos que comprar resulta bastante económico, incluso nos podemos permitir el lujo de dejar propina y todo. También y para ahorrarles inútiles esfuerzos, debo decirles que no hace falta que lleven ningún carrito adosado a ustedes. El volumen de compra que vamos a hacer tampoco es que vaya a ocupar un espacio infinito y lo mejor de todo es que pesar, va a pesar poco. Quizás los que más nos pese sea la ilusión, pero eso ya se verá.

    Al primer sitio que debemos dirigirnos es a comprar la media patata. Sean intransigentes si quisiesen encalomarles la patata entera aduciéndoles que no venden mitades porque si Dios ha creado a la patata unida, el hombre no la debe de separar por un caprichito de nada. Que no les engañen que eso es una solemne y, a la vez, soberana gilipollez. Impóngase, ustedes son los clientes y los clientes siempre llevan razón, además, que es una estupidez comprar una patata entera cuando sólo vamos a necesitar la mitad y la otra mitad que nos queda la tendremos que tirar. No están los tiempos como para tirar las cosas tan alegremente.

    El siguiente lugar al cual dirigirnos será al habitáculo para las verduras y vegetales. Deténganse cuando lleguen pero no compren nada porque únicamente necesitamos una rama de perejil y normalmente la regalan. Si no fuese así pues la mangan, que no tienen códigos de barras y no saltarán las alarmas cuando pasen por caja.

    Lo que deben tener muy clarito es que vayamos donde vayamos lo que nunca encontraremos será la salsa de color caoba para albóndigas. Esto va a ser un problema porque a no ser que se nos destiña encima de la cocción alguna camisa en oscuros tonos, ya me dirán cómo le damos ese color a la salsa, que esa es otra, a ver cómo coño conseguimos hacer salsa sin que brote de algún lado por generación espontánea, y aunque nos saliera en tonos claros ya podíamos darnos con un canto en los dientes, pero bueno, ya veremos qué pasa, lo mismo hacemos albóndigas en estado de sequía.

    Ahora viene realmente el lugar importante hacía donde debemos dirigirnos. Concretamente iremos al apartado de correos de carnes de animales. Aquí seguramente veremos muchos tipos de carnes. Estarán muy colocaditas para que nos entren por los ojos. Así piensan que bajaremos la guardia y nos fiaremos de lo que pone en las etiquetas. No seamos inocentes que es muy difícil diferenciar los distintos tipos de carnes. Pero hoy precisamente están de suerte pues yo soy un gran diferenciador de la carne especial para albóndigas de todas las demás, y aquí les explicito debidamente cómo poder localizarla casi al instante de verla.

- La carne para albóndigas debe de ser de color carne y tendrá como una especie de hebras blancas que nos las tendremos que comer enteras porque será imposible trocearlas con nuestra dentadura.
- No debe de llevar ningún tipo de etiqueta ni código de barras, ¿Para qué?, si de todas formas hay que triturarla.
- Olerá como a susto y estará temblona en un rincón pues sabe lo que le espera en breves momentos.
- Tendrá toda la pinta de poder darle la forma redondeada.
- Seguramente estará en oferta y en ella pondrá pague tres y llévese dos.
- El precio estará aún en pesetas pues lleva tres años en el mismo sitio. Nadie se ha percatado jamás de su solitaria existencia.
- La clientela de la tienda cuando vea como la coge le mirará con cara de desaprobación, a la vez que de asco.
- Posiblemente cuando haya pasado por caja será nombrado persona non grata en ese establecimiento.

    Con estos datos aportados por mí ya le habrán echado el ojo a nuestra carne de albóndigas y con ella deberán dirigirse rápidamente hacia el que debe triturarla. No hace falta que saque ningún número pues la gente se apartará al verles llegar y le harán el vacío cárnico. Aproveche ese momento para que el tendero le dé caña al exprimidor. Díganle que la triture muy bien, la carne, no su mano, más que nada por no encontrarnos ninguna uña en la olla, o peor aún, dentro de alguna albóndiga.

    Con todo ya comprado, con alegría vemos que el importe de todo ha ascendido a 1 € aproximadamente, que es lo que nos ha costado la carne porque el perejil al final lo hemos tenido que mangar y la media patata también por incomprensión hacia nosotros del jefe de sección. Aunque a decir verdad muy media patata como que no ha quedado. La que cogimos estaba tremendamente dura y sólo hemos sido capaces de echarnos en el bolsillo un pellizco, pero bueno, para algo nos valdrá

Elaboración propiamente dicha.

    Es imprescindible e imperioso que lo primero que hagamos sea darle la forma más redonda posible a la carne para que algún día puedan llegar a ser una albóndiga con todas las de la ley. No sientan ni intranquilidad ni nervios por el toque finlandés que queremos darle. No hay que saber geografía ni nada de eso. Lo de finlandés viene por si se nos quedan frías mientras pensamos si nos las comemos, o como dije anteriormente, las tiramos directamente a la taza del water y así de paso atascamos la tubería y que se jodan los de de los pisos inferiores, que además hace lustros que no pagan la comunidad.

    Para redondear la carne antes de que pase a estado de albóndiga propiamente dicho, hay dos maneras de llevarlo a cabo.

    Para la primera manera sólo necesitaremos utilizar nuestras manos, en concreto nuestras palmas. No toquen palmas por sevillanas que no me refiero a eso, me refiero a que cojamos un puñado de esa pegajosa sustancia cárnica que hemos comprado con todo ese olor a muerte que posee, y con las palmas de nuestras ambas dos manos hagamos movimientos oscilatorios prestando mucha atención en que la carne esté entre ambas palmas; de no ser así, parar, no vaya a ser que nos ardan por combustión espontánea con tanto frote. No olvidemos mezclar el perejil con esa carne. Si la carne está donde debe, cuando tengamos un volumen suficiente de carne mareada con tanta vuelta, más o menos del tamaño de una pelota de ping pong, deberemos poner los dedos pulgar e índice de cualquier mano (de las dos que poseemos) como si le dijésemos Ok a alguien por señas. Luego cogemos la carne mareada y la pasamos por el hueco redondo que hemos creado con nuestros dedos y veremos que a la salida mostrará un aspecto bastante más redondo que cuando entró porque le habremos quitado la posible rebabilla que pudiera tener. Esto deberemos de hacerlo con toda la carne que queramos utilizar.

    La segunda manera es algo más artística pero igual de eficaz. La única salvedad es que el frotar se va a acabar y además de esta forma no tendremos que marear a la carne. Simplemente deberemos colocarla en un recipiente y utilizando la cuchara esa de plástico que nos vino de regalo con la cafetera express que compramos en nuestras tienda preferida de electrodomésticos, haremos exactamente igual que hacen los heladeros cuando les pides un cucurucho de helado. Quizás hay otra salvedad, bueno, quizás no, hay otra salvedad; de esta forma seguramente nos demos cuenta de que tenemos media futura albóndiga nada más. Para conseguir la parte que nos falta deberemos seguir exactamente los pasos que realizamos anteriormente. Cuando tengamos las dos mitades por separado nos será fácil unirlas porque como la carne es tan pegajosa se compactarán sin ninguna dificultad para que formen un todo albondiguero.

    Conforme vayamos haciendo las albóndigas de una u otra manera, las iremos dejando cerca de la olla express en fila de a una como si fuesen a ir a la guerra y las espolvorearemos de arriba hacia abajo de sal como dejándola caer por accidente. Nunca espolvoreemos de abajo hacia arriba porque lo único que conseguiremos será hacer el tonto y aunque estemos solos y nadie nos esté observando, nuestro subconsciente guardará ese recuerdo y quizá en un futuro no muy lejano nos pase factura.

    Seguidamente prendemos fuego a la olla en la que antes habremos echado agua a temperatura ambiente y verteremos un chorretón de aceite a ser posible dentro de la olla para que ésta se engrase y pierda ese color a óxido que tan mala pinta tiene, así también comprobaremos cómo las albóndigas se nos quedan muy lubricadas y no se nos pegarán a la olla.

    La cosa de momento no va del todo mal y nuestra ilusión permanece completamente intacta. Mientras pelamos nuestro pellizco de patata y lo partimos en finos cortes, echamos dos o tres albóndigas para comprobar qué es lo que ocurre, lo mismo nos llevamos una sorpresa y todo.

    Cuando acabamos de pelar el pellizco patatero sin cortes definidos y mucho menos finos, observamos la sorpresita que nos tenían preparada las albóndigas, ¡Las muy jodidas flotan!. Nuestras queridas albóndigas flotan y no se hunden ni de coña, las vemos tan campantes haciendo surfing en la superficie acuífera y eso no puede ser. Las albóndigas deben de hundirse para que toda la albóndiga se tueste lo mismo y no sólo la parte que está contactando con el agua aceitosa, ¿Pero cómo conseguimos que no salgan a respirar a superficie?, pues lo único que se me ocurre son tres cosilla de nada, o las lastramos, o desalojamos agua, o definitivamente las deberemos freír en seco y olvidarnos de la salsa para siempre.

    ¡Las albóndigas olímpicas se lo han buscado!, fritura en seco es la opción que mejor nos va a ir. Para ello deberemos desalojar el agua de la olla y simplemente le echaremos otro poco de aceite. Pasado un tiempo prudencial veremos muy esperanzados cómo van cambiando el color cárnico que tenían antes por un color algo más apagado y frito. De hecho saltan chispas con detonaciones y todo como si estuviésemos de traca. Que se está friendo algo aunque no sepamos el qué, lo constatamos fehacientemente al percatarnos que los chispazos nos están quemando hasta la entrañas previo paso por nuestras cejas y pómulos, buena señal es ésta de que la olla chispee, todo irá bien si conseguimos acercarnos lo suficiente como para poder sacarlas lo antes posible porque resulta que se nos están chamuscando más de la cuenta.

    ¡Lo hemos conseguido!, ya tenemos en el plato nuestras primeras tres albóndigas fritas. Ahora ya sin miedo debemos coger todas las demás y echarlas a la olla de golpe. Hemos perdido el miedo a los chispazos después de algunos quemazones y cariacontecidos observamos que también hemos perdido el resto de las albóndigas que nos quedaban. Éstas por arte de magia han pasado de ser redondas a no ser nada. Se han derretido al lado de la olla al estar un tiempo excesivo en contacto con el seco calor que desprendía ésta y no sabemos muy bien definir cuál es ahora su forma actual. No nos va a quedar más remedio que volver a darle la redondeada forma que un día tuvieron. Ya sé que es un coñazo volver a hacerlo, lo sé, es tedioso eso de frotar la pegajosa carne otra vez o utilizar la técnica del cucurucho, y además que acabábamos de lavarnos las manos, pero la cocina creativa no es una ciencia exacta y a veces pasan estas cosas.

    Siempre pensando en ustedes les voy a sugerir que en vez de hacer las cinco o seis albóndigas que nos quedan de una en una, háganlas todas de una vez y simplifíquenla en una sola. Calculen bien las dimensiones y cuando vean que la albóndiga gigante tiene más o menos las dimensiones de una pelota de tenis no sigan, el resto de la carne pegajosa guárdenla en algún lugar que no puedan recordar nunca y que sirva como hogar dulce hogar para larvas y para huevos que cuando eclosiones den vida a las conocidas y odiadas moscas de las albóndigas.

    Supongo que me habrán agradecido el detalle porque enfrente de ustedes tendrán a la maravillosa y enorme albóndiga. Procedan seguidamente a echar un poco más de aceite a la olla y si tienen las fuerzas suficientes depositen en ella a la albóndiga que han fabricado. Estén ojo avizor para darle vueltas de vez en cuando hasta que vean que coge el mismo color a frito de las tres que hicieron antes, aunque quizás sea mejor que no sea de tanta intensidad, ya saben, para darle variedad al asunto porque tampoco es plan de que todas las albóndigas nos salgan quemadas, ya hemos quemado las tres anteriores…pues dejen la que queda en su punto justo de fritura.

    Cuando consideren que la albóndiga Goliat está lista, sáquenla y pónganla en el centro del plato rodeándola con las otras tres que nos quedaban por ahí, yyyyy,¡Voila!, la divina creación ha tomado forma y ahora habita entre ustedes.

    ¡Han visto qué fácil!, en un abrir y cerrar de ojos tienen su platito de albóndigas finlandesas listas para ser tiradas a la basura, ¡Genial!.

    Tengo que felicitarles pues no esperaba menos, además que han conseguido lo impensable, han elaborado un plato de albóndigas finlandesas con amistoso acompañamiento de patatas fritas al fino corte y confección sin tan siquiera haber echado a la olla las susodichas patatas porque el pellizco de patata se les cayó al suelo, y ahora ya es algo que para siempre irá adosado a las suelas de sus zapatillas adidas.

    De verdad que con alumnos tan aventajados como ustedes cada vez me quedan menos cosas por enseñarles.

    Buen provecho, y no llamen al restaurante chino que hoy es fiesta y no sirven a domicilio.

 

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