El salvaje al Este del Oeste americano - final

Escopetazo Prematuro volvió, y vio como Patuquito no paraba de reírse a carcajadas mientras se sujetaba con sus manecillas la barriguita como si le fuera a explotar de tanta risa. El gran jefe pensó que se estaba descojonando de él, ¡Pero eso no podía ser!, Patuquito tenía apenas cinco meses y nada podía entender. Para rematar tan paternal momento, Hormona Eufórica le dijo que ahora debía de lavarle y cambiarle el pañal, y que cuando terminase la llamara que le dolía un poco la cabeza y se iba a descansar un rato. No era raro ese dolor de cabeza, el olor que había en aquella tienda era insufrible. Aprovechando la coyuntura, Escopetazo Prematuro pasó ampliamente de las toallitas aromáticas. No quería mantener tan estrecho contacto con el negro culo de su hijo. Lo mejor era una furtiva escapada al río Missouri y sus furibundas corrientes, y que él dictara sentencia. En silencio cogió a Patuquito por las orejas, que era el único sitio no contaminado del que se le podía coger, y cuando llegó al río lo zambulló por aquellas mismas orejas sin reparos. Todo el cuerpo de Patuquito entró en contacto con el agua, y la fuerte corriente del río Missouri hizo el resto. Arrancó del culo de Patuquito todo lo “aquello” sólido que estaba adherido a él.

Cuando el gran jefe lo sacó nuevamente por la orejas del agua, Patuquito lo miró enfurruñado porque su mami nunca le había hecho eso. Le dolían las orejas. A partir de ese día el talón de Aquiles de Patuquito serían éstas.

Poco a poco Patuquito fue creciendo y la cuna se le empezó a quedar pequeña. Qué atrás quedaba aquel ligero parto que tuvo la madre y lo escueto de las dimensiones de Patuquito. Estaba empezando a crecer de lo lindo y ya se encontraba incómodo en su cuna. Patuquito quería hacer partícipe de esa inquietud a su madre pero Patuquito aunque adelantado a su tiempo, aún no podía hacerse entender. Lo que pensaba no podía expresarlo con palabras, y estaba tremendamente frustrado. Si por ejemplo él pensaba – “¡Joder! la cuna ésta se me ha quedado pequeña, no puedo ni estirarme”, como lo único que conseguía que saliera por su boca eran llantos, su madre se lo achacaba a que tenía hambre y lo hinchaba a potitos caseros. Así que Patuquito un día decidió que se emanciparía de la cuna por sus propios medios. Patuquito era un bebé con carácter. No se sabe cómo….pero el caso es que cuando Hormona Eufórica despertó lo encontró inspeccionando a gatas todos los redondos rincones de la tienda familiar. La alegría hizo que por un momento y llevada por su entusiasmo, Hormona Eufórica fuese a la tienda del gran jefe Escopetazo Prematuro a darle la buena nueva. ¡Patuquito andaba a gatas!. Los recientes ex se abrazaron casi con la misma intensidad de cuando convivían juntos. La verdad es que para Escopetazo prematuro lo de menos era que Patuquito anduviera a gatas, eso tampoco era una cosa del otro jueves ni ningún arriesgado acto de gallardía, eso lo hacían todos, pero esto le sirvió como excusa para volver a unir su cuerpo al de ella y estrecharla entre sus brazos.

A partir de aquí Patuquito ya dejó de crecer como los demás bebés. Él no iba creciendo poco a poco. Nada de eso. Él creció de sopetón de un día para otro.  Esto le hizo muy pronto ser el líder indiscutible de los jóvenes de la tribu. Era el alto centro de atención. Patuquito tuvo que dejar de crecer un poco en un par de años para que los demás niños se pusieran lo más posible a su altura, y no tener que estar desriñonado todo el día.

A la edad de doce años Patuquito cumplió justamente doce años, ni uno más ni uno menos. Tenía todo lo que cualquier niño indio de su edad podría desear. Contaba con tener la gran suerte de no ser repudiado por el distinto color de su piel, y no porque fuera el hijo del gran jefe Escopetazo Prematuro, no, allí todos eran iguales, pero había algo que le atormentaba. Algo que no le dejaba conciliar su joven sueño. Algo que le hacía desgraciado. Él lo que mas deseaba era poder tener el mismo tipo de pelo que sus amiguitos molondrones. Ellos tenían el pelo lacio y les caía sobre los hombros. Patuquito tenía todo el pelo rizado, y cuando se lo dejaba crecer las dimensiones del diámetro de su cabeza era difícilmente cuantificable. De hecho se le sugirió que no se lo dejase tan largo que había días que la tribu permanecía sumida en la más absoluta penumbra pues el sol encontraba no pocos obstáculos para poder pasar a través de la escarola de Patuquito. Así que por el bien de la comunidad, Patuquito debía de ser consciente que jamás podría llevar el pelo largo, como mucho, un par de dedos por debajo de su talón de Aquiles, sus orejas.

VIII. Los resultados parte 4ª - La llegada del hombre blanco.

Un día, y cuando más tranquilo estaba todo, Patuquito vio llegar al galope a un jinete galopando, era el explorador de la tribu “El Que Ve Como Un Lince A Veces”. Patuquito le preguntó el por qué de esa extenuación de la que era poseedor. El Que Ve Como Un Lince A Veces le contestó que había visto unas veces sí y otras no, a una distancia de un par de días, a un destacamento de soldados del Ejército de Tierra de los Unidos Estados. Creía que podría tratarse del quinto de Caballerizas. Patuquito al oír ello no dudó ni por un momento de hacer uso de sus grandes cualidades para la carrera, y como un rayo fue a la real tienda de su padre para avisarle del notición que había traído El Que Ve Como Un Lince A Veces.

Sin perder tiempo, Escopetazo Prematuro llamó a "Palomino Mensajero" para que fuera avisando a todos los integrantes del gabinete de crisis, sobre todo el primero que debería presentarse ante él debía ser "El que Bien Puestos Los Tiene". El gabinete de crisis no se hizo de rogar, y en un abrir y cerrar de ojos estaba formado. Era casi seguro que el quinto de caballerizas iba a pasar en dos días por su territorio, y no iba a pasar como si tal cosa. Sabían que el motivo era exterminarlos de la faz de la tierra. Los hombres blancos querían colonizar todo el “salvaje al este del oeste americano”, pero en la tribu de los Molondrones encontrarían un gran obstáculo y una dura oposición. Ellos lucharían. Aún estaba por decidir cómo pues esta tribu siempre se caracterizó por ser escasamente belicosa.

Escopetazo Prematuro ordenó llamar al señales de humo de la tribu para que sondeara la opinión de las demás tribus de esas tierras, “El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo” ascendió a la montaña más alta de ese valle, y se dispuso a parlamentar con los demás señales de humos de las otras tribus para sondear sus opiniones. Prendió fuego a la leña que siempre dejaba preparada para casos de emergencia, y ayudado por una camiseta que se le había quedado escueta comenzó su disertación.

>>La endoscopia plantar que realizamos a los huesos dio como resultado la trascripción exacta de la conversación. La de la planta derecha dio los resultados en idioma Indio, la de la planta izquierda los dio en inglés.

Humo a la derecha, humo a la izquierda, humo desparramado.
Trascripción: Hemos visto que vienen soldados, parecen ser del quinto de caballerizas.

Humo hacia delante, humo para atrás, humo oblicuo.
Trascripción: Están a día y medio de aquí. Antes estaban a dos días pero he tardado cuarto de día en subir a la montañita esta de los huevos, y otro cuarto de día en encender el fuego. Tengo que reponer los pedruscos.

Humo espeso para arriba, humo espeso para abajo, humo espeso que pica en los ojos.
Trascripción: Nosotros los Molondrones vamos a luchar, ¿Vosotros qué vais a hacer?. 

Dicho esto, El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, esperó impacientemente la contestación que pudieran darle las demás tribus. Le parecía mentira. Todas las tribus le estaban contestando y eran de su misma opinión. Iban a luchar codo con codo con los Molondrones, todas excepto la tribu de los Cabezas Huecas que no entendieron el mensaje, y su contestación fue así de simple:

Humo inerte, no va para ningún lado.
Trascripción: ¿.........?

El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo bajó todo lo deprisa que pudo e informó del éxito de las negociaciones a Escopetazo Prematuro. Desde los Sioux pasando por los Pieles Rojas, Mohicanos, Apaches, y llegando hasta los Drag Queen, todos unirían sus fuerzas contra las hordas invasoras.

Escopetazo Prematuro dio el día libre a todos los integrantes del gabinete de crisis y tropa, a excepción de los vigías para que fueran a pasar las últimas horas antes de la batalla con sus familias. Sabe Dios Manitú si sería la última vez.

En su inmensa soledad, Escopetazo Prematuro quería ir a la tienda matrimonial. Hacía mucho que no iba por allí pero desistió porque cada vez que fue, Hormona Eufórica le tenia preparado el regalito de Patuquito y ya el río Missouri no podía socorrerle. Hormona Eufórica se dio cuenta de la pequeña trampa que siempre hacía, pero ahora Patuquito era casi un hombre, y supuso que ya se haría las cosas él solito. Escopetazo Prematuro echó toda la carne en el asador, y después de quemarse la tráquea cenando fue al encuentro de su todavía familia, quedaba poco para la resolución del expediente de divorcio molondrón.

Esa noche todas las hormonas de Hormona Eufórica estaban activas de más. No le hizo falta a Escopetazo Prematuro ni llamar. Una mano femenina lo enganchó por el cuello y sin mediar palabra fue vilmente cepillado sin poder defenderse en varias ocasiones sin ningún tipo de miramientos.

Esa noche fue una de las más felices de la familia “Prematuro Eufórica”. El miedo a no verlo más hizo que Hormona Eufórica perdonase la desconfianza que tuvo para con ella. Escopetazo Prematuro le pidió perdón una vez pero muy despacito. Casi ni se oyó. Él no era muy de pedir perdón. Ella lo conocía y sabía que aunque excesivamente despacito, ese pedir perdón había surgido desde lo más profundo de su corazón.

>>Al llegar a este punto sería injusto no decir que tanto yo como mi equipo de investigación estábamos extenuados y al borde del colapso nervioso. Tan ensimismados y entusiasmados estábamos con todos los datos que íbamos conociendo a través de tantos y tantos experimentos científicos, que no nos dimos cuenta que nuestros cuerpos estaban agotando sus últimas reservas tanto físicas como mentales. Tuvimos, aunque a regañadientes, que coger una temporada de descanso. Nuestras familias estaban desasistidas de nuestra presencia y cariño.

Nos dimos tres meses de vacaciones para como vulgarmente se dice recargar las baterías. Seguro que a nuestra vuelta seguiríamos descubriendo cosas, si cabe, con más entusiasmo y ganas de saber que antes.

Justo a los tres meses volvimos a reunirnos en el laboratorio a proseguir con nuestro trabajo. Llegamos con aires renovados y con unas ganas enormes de continuar. Ya iban quedando pocas partes óseas por estudiar, y aún nos quedaban por conocer muchas cosas. Continuamos los experimentos siguiendo un orden ascendente. Al ascender nos topamos con sendos maléolos, en concreto, en el del tobillo derecho pudimos comprobar que había sufrido una fractura, y que los huesos interesados habían soldado mal, mostrando una descalcificación bastante prominente. Era fácil suponer que aquel Molondrón había tenido que sufrir fuertes dolores a raíz de aquella lesión y durante el resto de su vida. Nos arriesgaríamos a aseverar que cojearía muy acentuadamente, y que seguramente mientras cojeaba no pararía de blasfemar por lo mal que se había portado la vida con él. Un indio cojo por muy molondrón que fuera no lo debía tener nada fácil en aquel tiempo.

“Aquel que nunca dice nada”, ¡Perdón! ¡Perdón!, con tanto nombre indio...quería decir que el boquicerrado sugirió por señas que debíamos hacerles una resonancia magnética a los maléolos. Esta sugerencia creó cierta polémica entre el científico equipo. La mitad estaban por la labor de la resonancia magnética y la otra mitad por practicarle un TAC a control remoto. El que tendría que decantar la solución a un lado u otro debía ser yo que para algo corría con los gastos de todo ¿Por cuál decidirse?. Yo particularmente no tenía preferencia por ninguna en concreto, lo cierto es que me daba igual, así que Salomón y la Reina de Saba me poseyeron y me decanté por lanzar una moneda al aire. Si salía cara significaría que el TAC sería el protagonista, y si salía cruz significaría que Dios existe y había hecho un milagro porque en Londres las monedas no tienen cruces. Para evitar poner a Dios en esa tesitura ni lancé moneda ni nada de nada. A los molondrónicos pinreles le practicaríamos una resonancia magnética, mejor dicho, dos resonancias, una para cada pie, no debíamos escatimar ni en gastos ni en esfuerzos.

Los resultados de la prueba fueron abriendo aún más el horizonte del saber. Curiosamente los acontecimientos iban siguiendo un escrupuloso orden en el tiempo.

Continuación...

No les hizo falta decir nada más a los casi ex esposos porque las miradas hablaron por ellos, sobre todo la de Escopetazo Prematuro que no paraba de escudriñar el cuerpo de Hormona Eufórica. Hacía tanto tiempo, que ya apenas recordaba cómo era el cuerpo despelotado de su todavía esposa. Lo que sí recordaba es que era digno de ver, y a juzgar por lo que ella dejaba entrever…seguía siendo igual de digno que siempre, si no más.

>>Debido a la descalcificación del maléolo nos es imposible dilucidar lo que pasó después de que Hormona Eufórica se despelotara. Podríamos hacer muchas conjeturas. Pasó esto. Pasó lo otro. Le introdujo esto por aquí. Le introdujo esto otro por allá…pero serían meras suposiciones, y como se ha ido viendo a lo largo de este estudio, ese no es nuestro estilo por lo cual proseguiremos dejando esta incidencia en puntos suspensivos....

Escopetazo Prematuro sería el primero en levantarse. Era de las pocas veces que iba a madrugar. Una gloriosa batalla estaba esperándole y tenía que levantarse a la hora en la que el grajo vuela bajo porque hace un frio del carajo.

>> Esta aclaración no es el resultado de ninguna prueba. Esto es que es así. El grajo es un ave que suele volar bajo sobre las siete menos cuarto de la mañana y que como no nos demos prisita, a la siete menos diez alza otra vez el vuelo y ya...olvídate.

El grajo, efectivamente a las siete menos cuarto como tantas otras veces voló bajo, y como otras tantas mismas veces Escopetazo Prematuro ni se percató del vuelo. Escopetazo Prematuro genéticamente no estaba preparado para madrugar. El Alba y él eran incompatibles. Él era más amiguete del mediodía, y aunque hubiese pasado a su lado una estampida de búfalos esquizofrénicos, no se hubiese enterado. Pero esa mañana tenía la gran dicha de estar compartiendo cama y mantel con su todavía esposa Hormona Eufórica, ésta, con una dulzura que a cualquiera le hubiese encantado madrugar a su lado, aplicó con mucho cariño un codazo a Escopetazo Prematuro en su zona intercostal cortándole súbitamente la respiración. La inminente asfixia le hizo despertar. Despertó enloquecido preguntando ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa o qué ocurre indistintamente?. Hormona Eufórica apoyó su cabeza sobre el torso despelucado de su amante nocturno y le dijo con voz melosa ¡Escopi, Cariño! espabílate anda, que tienes que ir a la guerra y vas a llegar tarde. Hace tiempo que ya que voló bajo el grajo ¡Eh!. Yo me voy a dormir que tengo mucho sueño y ya no te voy a llamar más.


¡Joder! dijo cabreado Escopetazo Prematuro, a estas horas a la guerra, pero si a estas horas no están puestas ni las laderas, ¡Joder qué sueño que tengo!, claro, mucho cachondeito anoche y ahora el que se tiene que levantar soy yo, y total para qué; para ir a una guerra, manda molondrones cojones la cosa, anda que si no fuera yo el jefe iba a ir…., ¡Uf!, encima no veas el frío que hace. ¡Manitú! dime que estoy soñando y esto no es real. ¡Manituuuuuu...!,nada, o Manitú pasa de mí o tiene el sueño aún más pesado que yo. Esto no va a ser un sueño. Esto va a ser real como la vida misma. Pues nada, a levantarse tocan, voy a avisar a Palomino mensajero y que avise de mi parte a “El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno” para que toque las guerreras notas madrugadoras de nuestra gloriosa tribu.

El Que A Silbidos Jode el Sueño Ajeno no lo dudó un instante, y con un ímpetu que nadie tenía conocimiento que poseyera silbó la llamada como nunca, sí, silbó como sólo él sabía hacerlo “Molondróoon, molondróoon, que boniiiita seeerenata, molondróoon molondróooon que me estásss dandooo la lata”.

El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno lo silbó una vez, lo silbó dos, lo silbó tres, inclusive lo silbó hasta veinticinco veces. Faltó poco para que los pulmones se le salieran por las orejas, pero como siempre, nadie oyó nada. Para llevar a buen fin su despertadora labor no le quedó más remedio que ir avisando tienda por tienda a todos los bravos guerreros con el riesgo que eso suponía, y por el que casi es lapidado.

Escopetazo Prematuro esa mañana no se lavó, cosa nada rara por otra parte pues nunca lo hacía hasta pasadas las doce. De todas formas pensó que como para ir a la guerra debían de cruzar el río Missouri pues allí aprovecharía, sólo se limitó a coger sus apuntes sobre estrategias guerreras a la intemperie. Apuntes copiados cuidadosamente del famoso libro de guerra indio “Mejor Pum Pum que matar a hombre blanco a flechazos”.

IX. Los resultado parte 5ª - Los aguerridos guerreros molondrones.

Todos los bravos guerreros estaban formados en fila de a uno, uno sí, uno también, y así sucesivamente. Esperaban encima de sus caballos a que el gran jefe Escopetazo prematuro pasara revista. Poco tardó la espera. A lomos de "El Que Velozmente Tropieza", su veloz rocín, Escopetazo Prematuro llegó tropezando. Bajó del caballo y se dirigió hacia el portador del estandarte de la nación molondrona que, como marcaba el protocolo, abandonó la formación y se dirigió al encuentro de Escopetazo Prematuro para darle la bienvenida a tan augusta formación guerrera. “El Que Con La Bandera Se Limpia El Culo” y su caballo, se pusieron firmes al llegar a la altura de éste en señal de respeto. El gran jefe molondrón tras homenajear a la enseña nacional con un marcial saludo y una involuntaria salida al exterior de un noble e involuntario gas que se le escapó de su interior, posiblemente debido al madrugón, esperó a recibir las novedades pertinentes por parte de El Que Bien Puestos Los Tiene. Esperó un rato, esperó dos, pero justamente cuando iba a esperar el tercer rato se le ocurrió preguntar por él y por qué motivo no estaba con el resto de los guerreros. “El Que No Se Calla Ni Debajo Del Agua”, Suboficial de academia, le dijo que casualmente esa mañana "El Que Bien Puestos Los Tiene" se había encontrado indispuesto. Estaba mareado y con nauseas, y creía que ese día como que muy bien puestos no los llevaba. Escopetazo Prematuro tenía claro que cuando la batalla finalizase, El Que Bien Puestos Los Tiene tendría que enfrentarse a un Consejo Molondrón de guerra.

Escopetazo prematuro preguntó a El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo que cuándo le habían dicho las demás tribus que llegarían. El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo contestó que debían de estar a punto de llegar, a excepción de los Comanches que en su territorio iban una hora atrasados.

La espera fue muy tensa y bostezante. Poco a poco se comenzaron a ver en el horizonte claras señales de la llegada de los aliados indios. Intensas columnas de polvo provocado por el veloz galope de los cientos y cientos de caballos así lo atestiguaban. El único que no lo vio fue El Que Ve Como Un Lince A Veces" porque ese día fue una de esas veces que no vio nada.

En poco tiempo el territorio molondrón estaba repletito de indios de todo "Al Este Del Oeste americano", Navajos, Sioux, Cheyennes, Garapajoes, Cherokees, Semínolas, Mohicanos, Hurones, Shoshones. Cada jefe indio fue descendiendo de sus monturas para reunirse con Escopetazo Prematuro e intercambiar pareceres sobre la guerra que estaba a punto de comenzar, y la estrategia que podían seguir para doblegar al hombre blanco y su quinto de caballerizas.

Escopetazo Prematuro y todos los demás jefes indios se sentaron alrededor de una matutina fogata dando por inaugurado otro gabinete de crisis. El gran jefe molondrón pidió permiso al resto de jefes indios para que dejasen estar presente como observador de la reunión a Patuquito, que fue presentado como Patuco chillón, futuro jefe de los indios molondrones. Escopetazo Prematuro sacó sus apuntes y comentó que él pensaba que la mejor táctica que podían llevar a la práctica primeramente era la de “Dañar sin ser dañado” y que en caso de salir mal...lo suyo sería utilizar la de “Dañar aún cuando seamos dañados nosotros también“. Entusiastas aplausos rindieron homenaje a tan acertadas tácticas de guerra. A ninguno de los demás jefes indios se les había ocurrido. Patuquito, que no dejaba escapar un detalle, se sintió orgulloso de ser hijo de quien era. Por primera vez y en unas condiciones de extrema tensión vio como su padre se hacía dueño y señor de la situación ante todos esos importantes jefes indios, y sacaba la garra que él siempre supo que tenía.

El gabinete de crisis había concluido. Sólo restaba esperar a que los ojeadores dieran la señal de alarma. Cada jefe indio mandó a su ojeador de confianza a la cima más alta de aquel lugar, la llamada “Cima del Susto”. Por parte de la tribu de los molondrones ni que decir tiene que el elegido tenía que ser "El Que Ve Como Un Lince A Veces", éste, en compañía del resto de los ojeadores y de El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, para dar la señal humeante de alarma, ascendió a la Cima del Susto a esperar acontecimientos y la llegada del quinto de caballerizas.

A las cinco de la tarde y cuando todos pensaban que ya ese día no se iba a poder hacer la guerra, y habría que esperar al día siguiente, El Que Ve Como Un Lince A Veces, los vio, por fin en su sufrida vida de ojeador había sido capaz de ver algo de provecho para el resto de sus congéneres. La emoción le embargó. No podía dejar de gritar, ¡Yupi!, ya los veo....,¡Yupi!, listillos...vosotros que decíais que yo no veía un pimiento. Rápidamente, El Que Ve Como Un Lince A Veces despertó a El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, que se había quedado dormido pues no tenía otra cosa que hacer, para que diera la señal de alarma. Eso hizo sin perder ni un minuto. Encendió una hoguerita como tantas otras veces y dio el mensaje de aviso.

Palomino Mensajero fue el encargado de comunicar a Escopetazo Prematuro y resto de jefes indios el mensaje de El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo.

Los jefes indios salieron de la tienda de reuniones ataviados de su mejores galas y su más sofisticadas pinturas para la guerra, e impetuosamente saltaron sobre sus veloces caballos poniéndose en primera línea del frente, avanzando al trote hacia el encuentro de su enemigo, el hombre blanco.

Aunque El Que Ve Como Un Lince A Veces con su agudeza habitual creyó en aquel primer visionado que se trataba del quinto de Caballerizas, la dura realidad era otra muy distinta, era el Séptimo de Caballería comandado en aquel entonces por "Giorgio Custer", hombre sanguinario y cruel (nada que ver con el personaje interpretado por el galán de la época Errol Flynn en Murieron con las botas a medio poner). Este Custer sólo se parecía en que llevaba también el mismo tipo de botas, porque de atractivo tenía más bien poco, quizás de ahí su mala leche.

>>La cara oculta de la luna, se ocultó para siempre precisamente la noche de luna llena en la que vino al mundo Giorgio Custer y lo vio. Tan tremendo fue el susto que se pegó la pobre cara de la luna, que aún hoy, y después de haber pasado tanto tiempo del fallecimiento de Giorgio Custer, no se ha atrevido a desocultarse.

>>Si algo tenía Giorgio Custer era un sexto sentido para sentir cuando había indios cerca. Les tenía un odio mortal y nadie sabía el por qué. Su única obsesión en la vida era exterminarlos allí donde se encontrasen.

>>Hoy sabemos que Giorgio Custer no es que tuviera un sexto sentido para saber cuándo había indios cerca, no, no era eso, pruebas realizadas a un uñero del dedo gordito del pie derecho de los huesos pedestres encontrados, dieron como resultado que el Casi General Custer era alérgico al polen, a las gramíneas y a los indios, sobre todo a los molondrones. Debido a esto, cuando los indios se encontraban a menos de un kilómetro de Custer, su cara comenzaba a entrar en erupción brotando de su piel granos del tamaño de la Cima del Susto, aparte de una asfixia que le impedía realizar cualquier función motriz a su cuerpo, vamos, que se quedaba grogui. Estos graves síntomas sólo dejaban de atosigarle cuando los indios se alejaban y se encontraban ya a más de un kilómetro.

El séptimo de Caballería llegó a orillas del río Missouri, y detuvo su marcha para acampar y descansar. Custer comenzaba a encontrarse raro. Empezaba a notar los primeros síntomas de que habían llegado a su destino, y que la batalla final estaba cerca. Él había sido informado por parte de exploradores Apaches que todas las tribus de "Al Este Del Oeste Americano" iban a unir sus fuerzas para echar al hombre blanco de sus tierras.

De igual manera, una avanzadilla india en la cual también iba Patuquito, estaba llegando a la orilla contraria del río Missouri. Ellos pasarían la información de lo que viesen al resto de combatientes. A "El Que Va Más De Culo Que San Patrás" lugarteniente de El Que Bien Puestos Los Tiene, le fue encomendada la misión de capitanear la avanzadilla exploradora. Cuando llegaron a la orilla pensaron que lo mejor sería que fuese Patuquito quien visionara los alrededores, dadas las horas y el negro color de su piel, seguramente pasaría desapercibido.

Camuflados detrás de una loma, Patuquito vio a los soldados de los Unidos Estados. Casi ningún componente de la avanzadilla había visto jamás a un enemigo de verdad. Ahora no había uno. Ahora estaban viendo cientos. Patuquito comprobó que realmente se trataba del Séptimo de Caballería, una leyenda en la bandera de la compañía así lo indicaba. ¡Era suficiente! ¡Debían regresar a informar a Escopetazo Prematuro y resto de jefes indios!

A la orden de El Que Va Más De Culo Que San Patrás todos fueron reculando hacía el lugar donde tenían los caballos. Pero algo ocurrió que casi hace cambiar el rumbo de los acontecimiento y que fuesen descubiertos. "El Que Por La Espalda Perdió Su Honesto Nombre", al recular, tuvo la gran desgracia de que un cactus traicionero violase su intimidad anal sin el consentimiento pertinente. El dolor fue insoportable y el grito que pegó se oyó en doce kilómetros a la redonda. El resto de la avanzadilla se volvió hacía él recriminándole con un sonoro ¡Psssssssssssssssssss! su trasera torpeza. Por suerte, el grito de la víctima del cactus fue confundido por los soldados que estaban de guardia con el de un Águila Real que estaba merodeando por la zona en busca de algo comestible que llevarse al pico.

Patuquito en compañía de la avanzadilla llegaron al poblado y dieron novedades a los grandes jefes indios. Escopetazo Prematuro se sintió orgulloso, Patuquito a raíz de ese primer y arriesgado encuentro con el hombre blanco había pasado de ser un adolescente a convertirse en todo un molondrón. Ya nunca volverían a llamarle Patuquito. A partir de ahora todos le llamarían Patuco Chillón.

El cónclave indio fue informado con todo el lujo de detalles, desde que estaban al otro lado del río Missouri hasta que eran muchos soldados, pero el dato que más tomaron en consideración era cuando Patuco Chillón les dijo que eran del Séptimo de Caballería y que parecían cansados. Aunque destituido del cargo de brujo oficial del reino, las opiniones de Merlín Alterado (cuando estaba sobrio) no eran de despreciar. El suegro de Escopetazo Prematuro tenía muchas guerras sobre sus espaldas. Merlín Alterado era de la opinión que debían atacar esa misma noche. No había que darles tiempo a que descansaran. Dicha propuesta fue apoyada con mucho empeño por El Que Bien Puestos Los Tiene bajo la mirada inquisitiva del gran jefe molondrón que no se le había olvidado su deserción matutina, pero la última palabra la tenían los jefes de las respectivas tribus.

A favor era seguro que estarían "Toro Sentado", Jefe de los Sioux, y "Caballo Loco", jefe de los Cheyennes. Para todo el "Al Este Del Oeste Americano" era conocida la animadversión que sentían mutuamente los unos por otros y los otros por los unos, y así sucesivamente amén de las numerosas ocasiones en las que se habían enfrentado, siempre con resultado incierto.

Todo parecía indicar que aquella sería la última batalla, y aquí aunque la historia contemporánea diga lo contrario e inclusive ni tan siquiera los nombre, los indios Molondrones capitaneados por Escopetazo Prematuro tendrían mucho que decir.

Para solventar la forma y manera de llevar a efecto la guerra con los americanos soldados, se consultó con la juez "Toga Desfloripondiada" sobre los pasos legales a seguir al respecto. Se decidió que se votaría en pos del legal Quorum, es decir, deberían salir la mitad más uno favorable a esta opción, o no. La lógica dictaba que en primera votación debería de salir el resultado pues daba la casualidad de que el censo electoral era impar. La votación se realizó seguidamente y hubo ecuanimidad de votos. Hubo los mismos votos a favor que en contra, ¡Esto no podía ser!, alguien no había votado ni una cosa ni la otra. En una lúcida decisión y enfrentándose abiertamente con la dura oposición de Toga Desfloripondiada pues el voto alzando el dedo debería ser secreto, se volvió a votar pero esta vez no sería a mogollón, no, esta vez se haría de uno en uno, y dedo en alto si estaban a favor del ataque nocturno una vez que escucharan su nombre y tribu de procedencia.

Uno a uno fueron votando dedo en alto hasta que le llegó el turno al último de los votantes. Cuando en la tienda electoral se oyó el nombre de "Manopla Larga", un muñón apareció de la nada. Este gran jefe indio había perdido los dedos de las manos en un trágico día en el que por ignorancia piscícola confundió a una congregación submarina de simpáticas pirañas autóctonas de allí, con alegres pececillos ángeles tropicales.

Manopla Larga había suplido su carencia dactilar con una verborrea que aburría al más pintado. Media hora tardó en dar la opción de él y su tribu, de hecho, cuando ya se concretó que atacarían esa noche y habían abandonado todos la tienda electoral, él seguía y seguía con sus disertaciones hasta que se percató de la soledad en la que se hallaba, y sonrojándose a sí mismo calló.

La hora Equis del día hache y de la noche y (griega) había llegado. Patuco Chillón, que ya se iba implicando más en los asuntos de defensa, se permitió la licencia de proponerle a Escopetazo Prematuro que él lo que haría sería mandar indios en series de dos. Primeramente los más delgados, para después ir engordando las series hasta acabar con lo más obesos, así, dependiendo de los que volvieran o no, sabrían la puntería que tenían los soldados guardacostas del séptimo de caballería.

Escopetazo Prematuro se quedó sorprendido ante tal propuesta, le gustó y así se lo hizo saber a su vástago y al resto de jefes indios. Quedaron de acuerdo en que como la idea había sido de los indios Molondrones, los dos primeros deberían ser de ellos. Escopetazo Prematuro accedió e indicó a Palomino Mensajero que se fuera en busca de los dos indios molondrones más delgados.

Escopetazo Prematuro reunió a toda su tribu y les comunicó la última resolución de la ONIU (Organización de las naciones indias unidas), y que ellos, los indios molondrones, tendrían el gran honor de escribir quizás con su sangre esas primeras líneas del libro de la historia, en concreto los dos molondrones más delgados.

En la tribu de los molondrones de repente se hizo el silencio. La tensión hasta se podía cortar. También se oyeron algunos suspiros de tranquilidad como queriendo decir....“Menos mal que yo estoy gordito” o “Qué suerte que los hay más delgados que yo” o “Viva la Mayonesa, el colesterol y los triglicéridos”.

Escopetazo Prematuro ordenó a Palomino Mensajero que fuese en busca de los dos molondrones más delgados de la tribu, así lo hizo Palomino Mensajero, pero para sorpresa de éste, en escasas horas todos los indios molondrones habían engordado a base de bien. Prominentes y henchidos vientres brillaban a la claroscura luz de la luna. Palomino Mensajero fue recorriéndoles uno a uno mirándoles fijamente a los ojos. Les hacía preguntas intrascendentes con la única finalidad de que hablaran, así comprobaría que esos abultados abdominales no eran fingidos. Cuando Palomino mensajero llegó a un molondrón en concreto se paró con más calma. Sabía que ese molondrón si no era el más delgado de la tribu poco le faltaba. Extrañamente su vientre no hacía juego con el resto de su cuerpo. Palomino Mensajero con mucha parsimonia y mirándole fijamente con un ojo a sus ojos, y con el otro ojo al vientre, le preguntó su nombre. El molondrón no contestó. Se lo preguntó por segunda vez y el molondrón siguió sin contestar.

Al poco tiempo el mudo molondrón comenzó a ponerse morado. Sus ojos comenzaron a ponerse vidriosos, y sus pupilas casi se le salen de las órbitas de lo dilatadas que las tenía. No pudo aguantarlo más. Explotó e hizo partícipe de esa explosión a Palomino Mensajero haciendo que el peluquín de pelos sintéticos de cebra que éste portaba sobre su extensa calva, saliera volando por los aires y fuera a posarse sobre el bastón de mando de Escopetazo Prematuro, que no daba crédito a lo que acaba de ver.

Con un cabreo del copón y despelucado, Palomino mensajero fue en busca del desinflado molondrón, y dándole una colleja por haber querido hacer trampa, le instó a que se presentase ante Escopetazo Prematuro. Cuando el molondrón que seguramente iba a inmolarse a la fuerza estuvo frente a su jefe, con tímida voz le dijo que el no podía ir a la guerra porque era objetor de conciencia, ¡Objetor de qué!... exclamó Escopetazo Prematuro. ¡Molondrón!, aquí el único que puede objetar algo soy yo, pues sólo faltaba eso, que empecemos ya a objetar cosas cada uno por nuestra cuenta, no sé dónde vamos a llegar. "El Que Parece Que Siempre Estuviese De Perfil" no tenía más remedio que obedecer.

Cuando a su lado llegó el segundo agraciado, que no podía ser otro que "Aquel que casi no se ve", se pusieron en marcha uno detrás de otro hacia su incierto futuro, mientras, en homenaje a tanta gallardía, El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno silbaba el himno del indio legionario en su honor.

Todos los Jefes indios exigieron silencio a sus respectivas tribus. Eran conscientes de que los próximos momentos iban a ser trascendentales, ¿Volverían sanos y salvos dejando patente la poca puntería de los guardacostas del séptimo de caballería?, o por el contrario, no volverían.

X. Los resultados Parte 6º - El desenlace final.

Al poco tiempo, en el silencio y la oscuridad de la noche, se vio un fogonazo acompañado seguidamente de un sonoro y solitario Pum. A continuación se escuchó en la cercana lejanía dos emparejados Plaff. Todos supieron que había ocurrido lo peor cuando vieron llegar a los dos caballos sin nadie a su grupa.  Con un Pum les había bastado a los guardacostas para acabar con dos indios, y eso indicaba una puntería digna de todo elogio, y una supina estupidez por parte de los dos delgados indios que no cayeron en la cuenta de separarse y no llegar allí uno detrás del otro.

Esto no quita para que la preocupación se hiciese dueña y señora de aquellos momentos prebélicos. La media de que por cada Pum dos indios menos, no daba para muchas alegrías, y aún peor, el séptimo de caballería ya sabía de su existencia por lo que estarían más preparados.

Escopetazo Prematuro se hartó de tanta historia, y erigiéndose en el jefe supremo ordenó que atacarían todos a la vez con los indios molondrones a la cabeza. Eso hicieron. Comandando la formación, todos los jefes indios acompañados de Patuco Chillón, atacaron ferozmente. El ataque fue feroz. Hombro con hombro, codo con codo, la "ONIU" no dejó títere con cabellera aunque también perecieron muchos de ellos. El campo de batalla amaneció plagado de cuerpos inertes de ambas partes. Mujeres indias de todas las tribus acudieron al campo de batalla en busca de que la fortuna hubiese jugado a su favor, y nadie de su familia estuviese entre los caídos.

Hormona Eufórica fue la primera en ir en busca de su aún marido y de su hijo. Desgraciadamente lo que nunca pensó que llegase a ocurrir había pasado. A una cierta distancia vio como su hijo Patuco Chillón lloraba sobre el cuerpo de un indio. Hormona Eufórica sabía quién era. Su corazón desbocado no le dejaba lugar para la duda, era Escopetazo Prematuro y había caído combatiendo. Madre e hijo se abrazaron y lloraron amargamente.

Curiosamente, al lado del cuerpo inerte de Escopetazo Prematuro estaba el cadáver de Giorgio Custer con las botas a medio poner. Es bastante evidente que el enfrentamiento entre ambos debió de ser terrible a juzgar por lo ensangrentado de los cuerpos.

De una forma u otra, a todos y cada uno de los que participaron en aquella cruenta batalla conocida para la posteridad como “La Batalla de Little Big horn” les dejaron secuelas, a unos físicas y a otros psíquicas, concretamente Patuco Chillón tuvo que aprender a convivir con la herida que un proyectil le causó en un pulmón. A Hormona Eufórica esa batalla había herido de muerte a su alma.

>>Queridos lectores, como colofón y final a este dossier a Vds. presentado, sólo resta llegar a las conclusiones finales y que sin posponerlo más paso a detallarles.

Todo había merecido la pena, la vida de unos y la muerte de otros, todo por el simple hecho de poder vivir en las tierras que los vieron nacer, y que el hombre blanco creyéndose amo y señor de todo quería arrebatarles.

Patuquito (permítanme que vuelva a llamarle así) fue digno hijo y digno sucesor de la estirpe de los "Prematuros". Gobernó a la tribu de los molondrones con sabiduría y valor. Aunque ligeramente mayor que él, Patuquito contrajo nupcias con Toga Desfloripondiada la cual le dio un hijo al que llamaron “Zapato veloz”. Patuquito tuvo la gran fortuna de morir en libertad. Murió antes de ver cómo su eterno enemigo, el hombre blanco, al fin conseguía doblegar voluntades y colonizar todas aquellas tierras.

En un sublime acto de generosidad para sus hermanos en Dios, quedarían confinados en reservas para el resto de sus días.

Hormona Eufórica no volvió a conocer la felicidad al lado de otro hombre. Siempre estuvo presente en ella el recuerdo del gran amor de su vida, que no fue otro que Escopetazo Prematuro y de cómo no le importó entregar su vida en pos de la felicidad de su tribu. De todas formas, el madrugón de ese día le quitó media vida, y sólo faltaba que Giorgio Custer rematase la faena quitándole la otra media.

Del resto de protagonistas enumerados de uno u otro modo en este estudio, no hay mucho que decir, algunos de ellos murieron en la batalla, y otros se salvaron. El Que Ve Como Un Lince A Veces se salvó porque no pudo ver dónde estaba la batalla y llegó cuando ya había acabado. El Que Con Tanto Humo No Ve Un Pijo, más o menos idem. ese día el viento lo tenía en contra y el humo también. Cuando descendía en la más absoluta ceguera la cima del susto, tropezó y cayó al cercano vacío. Fueron tres metros de caída, pero fue una caída suficiente como para producirle una fractura abierta en su tobillo derecho que nadie supo curar, y que le postergó a una ostensible cojera para el resto de su vida.

Dicen....cuentan.... que los primeros colonos que llegaron a aquellas tierras veían asiduamente y en las oscuras noches la fantasmagórica silueta de un indio que silbaba a los cuatro vientos melódicos y desgarradores cánticos indios, quizás fuese El Que A Silbidos Jode El Sueño Ajeno que por fin podía silbar a pleno pulmón sin ningún miedo ya a ser lapidado.

Si han seguido activamente y con la mente abierta el desarrollo de este estudio, se habrán dado cuenta cuán diferente es la realidad de la ficción que nos mostraron en su día las películas. Es seguroi que también habrán cambiado la idea que ustedes tenían al respecto. Si mi ilustre equipo de científicos y yo hemos conseguido hacerles cambiar de opinión, damos por buenas las intensas ojeras que tendremos para el resto de nuestra vida.

No hagan caso de todo lo que vean y oigan por muchos John Wayne que se encuentren en su camino. Los indios eran también seres humanos normales con sus defectos y sus virtudes como cualquier hijo de vecino.

No quisiera acabar sin admitir y entonar el ”nuestra culpa” por no haber sido capaces de averiguar por más esfuerzos que hicimos, a quién pertenecían las reliquias encontradas por mí en el gran cañón del colorín colorado este soberbio estudio se ha acabado.

Fdo. Dr. Wallace Wayne.

 

 



 

 

 

 

 

 

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