GPS - Global Positioning System 1ª parte


En la oscuridad de la noche, por una carretera secundaria, solitaria, apenas transitable, un goche de gama media a gran velocidad sortea con mucha dificultad todas las irregularidades y obstáculos que se va encontrando en el asfalto. El conductor no tiene ningún control sobre el vehículo. El pedal del freno no responde, y el pedal del acelerador está a fondo como si alguien lo estuviese presionando, y lo quisiese sacar por los bajos del vehículo.

Es una fuerza invisible ante la que nada puede hacer. No es algo tangible a lo que pueda plantarle cara. Lo único que le resta posiblemente sea rezar a ese Dios que tan olvidado ha tenido durante toda su vida.

Su acompañante está aterrada porque sabe a ciencia cierta que el final se acerca estrepitosamente. Están descendiendo un puerto de montaña, y cada vez las curvas son más sinuosas, estrechas, y el coche va cada vez más y más rápido. Resultará imposible poder sortearlas a la velocidad que van.

El pánico se apodera de ella. Puede oír y sentir perfectamente cómo el corazón late desbocado en su pecho como si fuese a estallar, y cómo su respiración se torna incontrolable haciéndola entrar en un estado insoportable de ansiedad.

La acompañante mira al conductor y le ve también completamente aterrado, y aunque los motivos parecen bastantes obvios ─ son fallos mecánicos ─ difieren mucho de ello porque el conductor bien sabe que eso no es. Él como conductor puede sentir cómo algo o alguien tiene el control del coche sin que él pueda hacer nada por evitarlo. Él sabe quién es. El sabe qué es, y él sabe que no tienen salvación.

¿Cómo han ido a parar ahí?. Todo comienza una navidad en una ciudad cualquiera. Alicia y Javier han planificado un viaje en estas fechas. Quieren pasar la mayor parte de sus vacaciones en Asturias para poder salir de la monotonía en la que viven, y evadirse un poco de la rutina de la gran ciudad donde debido a sus respectivos empleos apenas pueden verse. Su relación no pasa por sus mejores momentos debido a esto, y están muy ilusionados con el proyecto vacacional que tienen entre manos. Para ello han preferido que estas vacaciones sean lo más sorpresivas posibles, es decir, nada tienen programado a excepción de que han alquilado una casa rural por las inmediaciones de Ribadesella, que posiblemente utilicen únicamente para pasar las noches y desayunar.

Saben que van a ser unas vacaciones donde se va a hacer necesario utilizar constantemente el vehículo si lo que pretenden es conocer de aquella tierra lo más posible en no mucho tiempo.

Amigos de ambos que sí han estado allí. Les han hablado de todo aquello, y les han dado todo tipo de detalles sobre las poblaciones que ver, y parajes imprescindibles que no deben dejar de visitar. Pero por muchos detalles que les dan, ellos nunca han estado, y piensan que por qué no comprar un GPS de los que tanto han oído hablar. Acaban de sacarlos a la venta y están en pleno auge. Se están vendiendo como rosquillas. Van a estar una semana de viaje, y quieren ir sobre seguro. No quieres estar perdiendo el tiempo preguntando por tal o cual lugar, o lo peor de todo…estar perdiéndose continuamente.

Javier va a comprarlo solo, aprovechando que Alicia ese día no puede acompañarle. Quiere darle una sorpresa y se dirige a un centro comercial donde asiduamente van a efectuar sus compras. A ambos les inspira el lugar la suficiente confianza porque no es la primera vez que compran allí, y hasta el momento no tienen queja, todo lo contrario, todos los electrodomésticos que han adquirido en ese lugar han funcionado perfectamente, y no han tenido la más mínima incidencia. La post venta, un punto a tener muy en cuenta, suele resultar de lo más efectiva.

Siendo inexperto en estas lides, no tiene muy claro qué marca de GPS comprar, ni qué características debe de tener. No entiende mucho sobre el tema pero lo que sí quiere es que le resulte lo más económico posible porque la pareja en esos momentos no nada precisamente en la abundancia.

Javier se dirige a la sección donde se encuentran los citados navegadores. Mira y remira cada uno hasta la saciedad. Todos para sus posibilidades económicas le parecen excesivamente costosos; mejor será que vuelva otro día con Alicia, y ya  decidirán entonces si lo compran o no. Pero justo cuando está llegando a la salida, observa un anuncio muy llamativo en el cual lee que hay una oferta espectacular en un modelo de GPS, en concreto, “Rapid Navigator”. Se dirige al lugar y tan sólo queda uno, ¡El último!.

Piensa que lo mismo esta oferta pueda colmar sus aspiraciones. ¡Qué casualidad haberle dado por mirar hacia allí. Como neófito en la materia, coge la caja y la observa, los distintos gráficos que están impresos en ella le atraen. Inmediatamente después se dirige hacia donde se encuentra un dependiente y le pregunta qué tal es ese GPS que resulta tan económico. El dependiente le dice que ha vendido muchos, de hecho, sólo queda el que él tiene en las manos,  y que teniendo en cuenta la relación calidad precio, la calidad del navegador es bastante aceptable. También le deja constancia de que nadie ha ido a poner ningún tipo de reclamación o a devolverlo dentro del periodo prescrito, por lo que es de suponer que los que lo compraron antes que él han quedado satisfechos.

No se lo piensa más. El dependiente le ha convencido, y decide comprar esa marca previa básica y breve explicación de su funcionamiento por parte del empleado.

Está deseando llegar a casa para enseñárselo a su mujer y probarlo lo antes posible, porque de oídas sabe que en ocasiones, estos, en vez de ayudar en la ruta, hacen precisamente todo lo contrario, confunden al usuario dependiendo que los mapas estén más o menos actualizados. Pero él supone que el suyo al ser nuevo debe tener la última actualización o, por lo menos, eso le ha dejado claro la persona que le aconsejo que lo comprase.

Eufórico por la compra realizada, llega a casa y lo desembala. Lo pone en funcionamiento y, ciertamente, sus gráficos en 3D están bastante bien conseguidos.

Siguiendo  las  instrucciones  del  manual,  comienza  a  configurarlo  a  su  gusto. Configura que le lleve por el camino más rápido. Que evite las autopistas y peajes, vamos, lo típico y susceptible de ser configurado para la ruta. Trasteando. Tocando por aquí y tocando por allá, Javier llega a una pantalla en la cual puede seleccionar la voz que quiere que le vaya informando e indicando las posibles rutas o recorridos. Ve que están voces masculinas como la de Pedro, Marcos, o Sergio, pero como es normal quiere que sea una voz femenina la que hable y vaya dirigiéndole.

De todas las que escucha, la que más le atrae es la de una tal Patricia. Sin saber por qué, mientras la escucha, en su mente va tomando forma la imagen de la mujer de la que emerge la voz. Una mujer que no conoce conscientemente y que nunca ha visto, pero que en su fuero interno cree sentir un sentimiento muy fuerte que lo ata a ella.

Él está esperando ansioso que llegue Alicia. Previamente ha dejado el GPS en el coche. Su mujer llega, y sin mediar palabra la coge de la mano y se van al garaje, subiéndose al vehículo. Ella le pregunta qué es lo que pasa. Él le responde que por fin ha comprado el GPS y que van a probarlo. Tras colocarlo en el parabrisas eligen una ruta que ellos realizan muy habitualmente y que se la conocen como la palma de la mano, empezando el navegador a dirigirles por el recorrido. ¡Pero algo ocurre! ¡El sonido, la voz que emite el GPS no es la que él había seleccionado!.

Lo revisa, y como voz sigue marcada de casilla del nombre de Patricia. No lo entiende pero tampoco le da mucha más trascendencia. El navegador les lleva perfectamente al destino que habían prefijado. Tanto los gráficos como la voz les han conducido correctamente y sin el más mínimo error. Confirman que la compra que han hecho ha sido excepcional, y con un coste económico muy asequible.

Los  días  pasan,  y  el  GPS  por  mucho  que  lo  utilizan  sigue  funcionando  a  la perfección. Va de lujo. Tanto es así, que incluso creen que a veces piensa por él mismo, y no es esclavo de las señales que son enviadas por los satélites disponibles.

El día tan esperado del viaje por fin ha llegado. Muy temprano, antes incluso de que amanezca, la pareja se pone en marcha rumbo a Asturias encomendando el éxito del desplazamiento a la perfección hecha máquina, su GPS. El viaje cuando lo finalizan se les ha hecho algo pesado. Han sido casi ocho horas de viaje. Han tenido que parar en varias ocasiones para que él descansase porque Alicia aunque esta en posesión de carné de conducir, nunca ha querido hacerlo por un incidente que le ocurrió justamente al día siguiente de aprobar el examen y que la bloquea cada vez que accede al asiento del conductor.

Menos mal que el navegador les ha sacado de todos los atolladeros, porque si no, es casi  seguro  que  el  trayecto  de  ida  se  les  hubiese  hecho  eterno. Conforme  van acercándose a la casa rural que han alquilado, situada en un paraje casi salvaje, pueden darse cuenta de la preciosidad de todo lo que ven. Sus amigos no les habían engañado. Aquello parece otro mundo. Qué lejos queda su ciudad donde sólo pueden ver edificios, y estar continuamente expuestos al alto grado de contaminación proveniente de todas esas fábricas situadas en los polígonos industriales de las afueras, y del monóxido de carbono del tráfico rodado.

¡Tienen que bajarse del coche! ¡Qué paz! ¡Qué sensación tan sublime respirar aquel aire de montaña!. Pueden ver y oír a no mucha distancia, a ese ganado que pulula libremente por aquellos prados  y que, para los  cuales,  pasan  completamente inadvertidos como si algún pintor impresionista les hubiera dibujado y hubiesen estado presentes desde el primer momento en aquel hipotético lienzo.

Pero deben de continuar y llegar a la casa rural cuanto antes. Está anocheciendo y los propietarios deben estar algo intranquilos esperándoles.  Conforme van llegando, casi cuando el camino está acabándose, observan como unas personas les hacen señales para que giren a la derecha y se desvíen. ¡Por fin han llegado!. La feliz pareja se baja del coche y saludan efusivamente a aquellas personas, dirigiéndose a continuación a ver la casa. Les parece de ensueño, incluso más de como se la habían imaginado tras haber visto algunas fotografías por Internet. Las vistas que ven a través de la ventana de su habitación... ¿Qué decir de esas vistas?, les ha dejado sin palabras. A continuación los propietarios les ponen en antecedentes de las condiciones de lo que habían contratado, y con las que por supuesto están completamente de acuerdo.

Una vez  instalados  bajan al  comedor a  cenar. Están  hambrientos. La  cena  está deliciosa, y cuando acaban acceden al exterior provistos de unas hamacas que colocan al lado de un hórreo, que bien podía ser considerado como monumento en señal del descubrimiento por su parte de aquellas tierras tan espectaculares.

Pocas veces a Javier un cigarro le ha sentado tan divinamente mientras a pequeños sorbos va viéndole el final a aquella taza de café, tocado ligeramente con algunas gotas de coñac. Inenarrable lo bien que se encontraban los dos. Se abrazaron como si fuese la primera vez que lo hacían. No hablaron apenas, sólo se limitaban a suspirar mientras las cigarras y los grillos les daban todo un recital de cánticos, que les hizo descender de ese cielo en el que parecían encontrarse.

Al día siguiente comienzan el periplo coche en mano e ilusión por bandera, que no dejan hasta el día en que las vacaciones tocan a su fin. Han sido siete días intensísimos. Han visitado lo que no está en los escritos,  y kilómetros han hecho para dar y regalar.

Desde los Lagos de Covadonga hasta el Cabo de Peñas, o desde Ribadesella hasta casi Santander, lo han visto todo. Están muy cansados pero ha merecido la pena. Ha sido un viaje que nunca podrán olvidar, y  una cosa muy importante, con la inestimable ayuda de su navegador, que les ha sido fiel durante todos esos días y tantos kilómetros recorridos. Ni un error. Ni una equivocación. ¡¡¡Maravilloso!!!.

De vuelta a la rutina de siempre... quimérica laxitud. Javier se levanta muy temprano para ir a trabajar. Se sube al coche y por qué no, aunque se conoce perfectamente el camino, decide acoplar nuevamente el GPS al parabrisas. Es el primer día que lo utiliza encontrándose solo en el vehículo. ¡Entonces vuelve a ocurrir!. La voz del GPS cambia a esa voz tan cálida que él había elegido la primera vez, y que hasta ese momento no había vuelto a escuchar. Al día siguiente más de lo mismo, la voz vuelve a ser la elegida, no ha cambiado, y lo más extraño es que parece ser que él sólo escucha, porque las veces en las que a Javier le acompaña su mujer Alicia o alguien, la voz no es la misma. ¿Estaré volviéndome loco? ─ se preguntaba Javier irónicamente ─. Nadie le creía cuando lo contaba, incluso su mujer lo achacaba a su desbordante imaginación.

¡Pero algo está cambiando en la vida de Javier!. Cuanto más utiliza el GPS, más y más se está enganchando a él, hasta tal punto que ya no es el mismo. No puede dormir bien porque apenas cierra los ojos. Entra en las agónicas garras de una espeluznante pesadilla que se repite constantemente sin darle la más mínima tregua.

Esta pesadilla siempre le lleva algunos siglos atrás, concretamente a la edad media, y a una mujer muy joven y hermosa. Una mujer sin nombre. Una mujer sin rostro. Lo único que sí ve es cómo esta mujer es quemada por el fuego de una hoguera tras haber sido acusada de brujería por la Santa Inquisición. Una visión terrible porque por mucho que intenta escapar de ese sueño, le es imposible. Casi en palco VIP debe observar cada noche tan terrible escena que siempre finaliza con la mirada de aquella mujer entre las llamas mirándole fijamente.

Javier despierta todas las mañanas con palpitaciones, sobresaltado, y completamente empapado en un sudor frío. Le es casi imposible imaginar cómo poder soportar otro día con esa sensación que le ahoga, que no puede olvidar, y que tanto condiciona su vida en la vigilia. Con esa mirada que no es capaz de borrar de su mente.

A Alicia, estas pesadillas tan recurrentes de su marido y que le cuenta, empiezan a preocuparla, y no porque sean pesadillas, todos tenemos, sino porque es palpable que a Javier le afectan más de lo debido hasta hacer que incluso su salud quede resentida.

>>A parte de no poder dormir, a veces por imposibilidad, y la mayoría porque no quería hacerlo sabiendo lo que le esperaba, Javier había perdido completamente el apetito y daba claras muestras de estar muy débil.

Aunque no muy dado a acudir a consulta médica, Javier sigue el consejo de su mujer y accede a ir. Le hacen pruebas y más pruebas de todo tipo, pero éstas no acaban de aclarar por qué se encuentra así. Todos los valores de las distintas analíticas realizadas no muestran nada anómalo, y lo típico, recetas de unos ansiolíticos para relajarle y pueda conciliar el sueño. Algún jarabe para recuperar el apetito, y algún tiempo de baja laboral porque  en  esas  condiciones  no puede  rendir,  y no  está  en  las  condiciones aconsejables para ir a trabajar.

Su vida había cambiado de forma radical. Entre él y el GPS se había creado un vínculo fuera de lo común y completamente contra natura, hasta tal punto, que nunca más volvió a llamar al navegador de una forma tan impersonal, pasando a llamarle por el nombre de “la voz”, “Patricia”. Siempre ya lo llamaría así.

Javier trataba a “Patricia” como si en verdad en el interior de aquel aparato hubiese una encantadora mujer a forma y manera de esa imagen que la imaginación de él modeló a su antojo. Le contaba todo lo que le pasaba, tanto lo bueno como lo malo, quizás con la esperanza de que algún día le respondiese; ¡Pero qué locura pensar eso!

Y locura dejó de ser el día que ese hecho ocurrió “posiblemente” fruto de su imaginación, pero lo cierto y verdad es que “Patricia” comenzó a conversar también con él como si los dos realmente estuviesen compartiendo juntos un espacio físico donde lo real es algo inexistente, y tan sólo primase el deseo de él de crear una nueva realidad en el que ella tuviese cabida.

“Patricia” pasó a ser su confidente. Poco a poco fue dejando de lado a su verdadera mujer, que cada vez veía con más claridad cómo Javier se iba alejando más y más de ella. No sabía por qué, pero no parecía el compañero y amante que hasta ese momento había sido. ¡Era distinto!. La mayor parte del tiempo que pasaba en casa, permanecía en silencio.  Momentos  de  lucidez  que  de  repente  se  transformaban  en  momentos  de abstracción  donde  se encerraba  en  sí  mismo  y  sus  pensamientos  que  no  quería compartir. Lo más curioso de todo, es que Alicia descubrió que esos momentos en los que su marido era ajeno al mundo que le rodeaba, coincidían justamente cuando estaba cerca de aquel maldito GPS. Es más, le parecía que aquella máquina, porque no dejaba de  ser  eso,  una  máquina,  hablase  con  él;  pero  claro,  esta  impresión  enseguida desaparecía porque eso no podía ser. ¿Cómo iba  a hablar con un GPS!. Alicia recordó entonces cuando él le comentaba aquello de que la voz del GPS cambiaba cuando estaba a solas con él, y aunque aún no lo supiera, “qué equivocada estaba cuando lo achacó a la desbordante imaginación de su marido”.

Desde que adquirieron el GPS, ellos no habían mantenido ningún tipo de relación sexual. Ella echaba eso mucho en falta, y una noche que le pareció que su marido estaba quizás algo más tranquilo que otros días, y parecía encontrarse dormido plácidamente, comenzó a acariciarle y hacerle carantoñas como otras muchas veces había hecho. Éste despertó y muy acaramelado comenzó a acariciar también a su mujer. De repente, aquella habitación se empezó a iluminar con una luz como si de un segundo a otro la noche  hubiese  dado  paso  al  día.  ¡La  cama  comenzó  a  moverse!¡Las  luces  de  la habitación comenzaron a encenderse y apagarse continuamente!, y la ventana de la habitación obró de la misma manera abriéndose y cerrándose constantemente, hasta que en un último envite los cristales se fracturaron y rompieron, yendo a parar muchos de ellos hacia donde ellos se encontraban; por suerte, ninguno les ocasiono heridas graves, algún rasguño sin importancia.

Un torrente de adrenalina recorrió el cuerpo de los dos. Aterrado él, se incorporó de la cama, y con mucho miedo se acercó a la ventana para intentar averiguar de dónde provenía aquel resplandor tan fulgurante, y qué es lo que podía haber causado los compulsivos movimientos de la cama, así como la rotura del cristal de la ventana. En algún momento pensó que todo podía ser causado por los efectos de algún terremoto, y si era así, el nivel que debió alcanzar en la escala de “Righter” debía haber sido muy elevado.

Cuando se asomó por la ventana, esperaba ver en las calles próximas a su casa los fatales efectos del posible terremoto, pero comprobó que el barrio permanecía aparentemente en una normalidad absoluta. Los mismos coches de siempre aparcados en los mismos lugares. Los empleados del ayuntamiento retirando la basura. La patrulla de la policía dando sus rondas habituales. Nada fuera de lo habitual a excepción de que aquella intensa luz procedía de su garaje. Aquello no tenía sentido porque aun cuando por olvido se hubiese dejado encendida la luz, jamás podría haber alcanzado semejante intensidad.

Como pudieron, teniendo en cuenta lo nerviosos que estaban, se pusieron alguna ropa para tapar su desnudez, y bajaron al garaje para comprobar in situ qué era lo que pasaba.

Cuando  abrieron  la  puerta,  vieron  sorprendidos  cómo  la  intensa  luz  que  casi iluminaba todo el barrio, y anulaba completamente el alumbrado exterior, procedía del GPS que se había quedado olvidado en el soporte que estaba anclado al parabrisas. ¡Se había  encendido  solo!.  Javier  abrió  el  coche y  entró.  Inmediatamente  el  GPS  fue dejando de brillar poco a poco hasta llegar a que su luz se difuminase completamente hasta apagarse. No dejaba de ser curioso que todo lo que ocurrió en su habitación, afín a toda esa intensísima iluminación procedente del garaje, hubiese ocurrido justo cuando él pretendía tener relaciones sexuales con su mujer, y que se apagase cuando se encontraba junto a “Patricia”.

¡Ahora no había ninguna duda!. Alicia fue privilegiada espectadora de estos hechos y estaba completamente desarbolada por los acontecimientos que acababa de presenciar.

¡No podía dejar de temblar!¡No podía articular palabra! y lo único que quería es que su marido la abrazase y saliesen de allí cuanto antes.

Esa noche ya no podían pasarla en aquella casa, y buscaron un hotel que no quedaba muy distante de su domicilio. Por suerte para ellos quedaban habitaciones vacías, y por suerte también, conocían al gerente del hotel con el cual quedaron de acuerdo para que a la mañana siguiente, a primera hora, pasarían a sufragar los gastos de haber pasado allí la noche.

A Media noche, y tras infructuosos intentos de alcanzar un sueño profundo y reparador que les alejase de la realidad que acababan de vivir, tan sólo pudieron conseguir quedarse ligeramente adormecidos. A las tres de la madrugada, la destellante luz de un relámpago precedido de un ensordecedor trueno les arrancó de esa ligera somnolencia en la que se encontraban sumidos. Parecía ser una tormenta eléctrica por la gran cantidad de rayos que se veían en el cielo, y que a veces parecían querer entrar en su habitación.

Momentos después, empezaron a escuchar las sirenas de la policía. ¿Qué es lo que pasaba otra vez?. Se incorporaron de la cama, y vieron a través de una de las ventanas que tres patrullas de los GOES estaban justamente en las inmediaciones de su domicilio. Pero eso no era todo, porque procedente de su casa que aparte de que frenéticamente las luces se encendían y apagaban; se escuchaban gritos y lamentos desgarradores que bien podrían proceder de lo más profundo del infierno, porque esos gritos,ciertamente les ponían a uno los pelos de punta.

Los agentes de Policía nada podían hacer al respecto. Para lo que pasaba allí no habían sido ni entrenados, ni nunca se habían enfrentado a algo así. Lo que hubiese allí y que era capaz de producir tan desgarradores lamentos no podía ser humano, o por lo menos, nada humano que ellos conociesen. Aún así, intentaron en no pocas ocasiones acceder  al  interior  incluso  en  compañía  de  bomberos  que  también  habían  sido requeridos; pero siempre se encontraban con una fuerza descomunal e invisible que los lanzaba de espaldas contra los coches patrulla hiriendo a algunos de ellos. Nada podían hacer sino esperar que aquello pasara y que nadie resultase herido de toda aquel gentío que atónito permanecía allí in situ viendo lo que estaba ocurriendo.

Inesperadamente, de golpe y porrazo, todos aquellos fenómenos extraños pararon como si nunca hubiese existido, y en su lugar quedó un silencio gélido que asustaba y que se clavó hasta la entrañas de todos los que allí se encontraban.

Los agentes, cuando se repusieron de la tenebrosa experiencia, preguntaron por los propietarios del domicilio. Javier y Alicia, momentos antes, se habían personado en el lugar y se dirigieron a los agentes que les habían requerido. Ellos poco podían argumentar ni decirles al respecto de lo que allí había ocurrido. Los agentes cuando consideraron que ya todo estaba controlado, si eso se podía controlar, acordonaron la zona y dejaron un coche patrulla por si aquellos fenómenos volvían. El resto de la dotación continúo con esa noche que seguramente nunca olvidarían. El atestado en el cual reflejarían todo lo ocurrido hubiese sido digno de ver.

A la mañana siguiente, cuando Javier y Alicia se dirigían hacia su domicilio, se encontraron en la puerta con técnicos del ayuntamiento los cuales portaban distintos aparatos para hacer diversos tipos de mediciones, quizás pensando que por el subsuelo de la casa pasase alguna falla, o hubiese por la razón que fuese algún enorme campo electromagnético como consecuencia de la tormenta eléctrica, y fuese la posible causa de lo ocurrido. Eso parecía poco probable, casi imposible, pero era por buscarle alguna explicación lógica y no dejarse llevar por otro tipo de “teorías menos ortodoxas”.

Alicia y Javier nunca habían creído en nada que tuviera que ver con esas “teorías menos ortodoxas”, pero todo lo que habían vivido les hizo replantearse muy seriamente la cuestión. Demasiadas cosas tan extrañas y espeluznantes no podían ser por causas naturales. Difícil les era intentar digerirlos. Un GPS que tiene completamente idiotizado a Javier y que cambia la voz a voluntad. Todos esos momentos que Javier parece estar más en el limbo de los sueños que en esta vida,  y por supuesto, sus habituales y aterradoras pesadillas. Pero lo que se llevaba la palma es lo que había ocurrido la noche anterior.

Debían buscar alguna solución, y no les quedaba más remedio que acudir a algún entendido en sucesos paranormales. Buscaron y buscaron a alguien que les pudiese ayudar mandando diversas misivas contando su problema a algunas “asociaciones” que estudiaban estos temas. La contestación parecía no llegar, y los sucesos aunque de menos envergadura, seguían ocurriéndoles; pero no pueden irse de la casa, no disponen de los medios económicos necesarios para hacerlo.

Un día, y parece impensable que pudieran plantearse hacer eso, Alicia recuerda una película de esas de terror que tantas veces habían visto, y en la cual una familia a las que les ocurre más o menos lo mismo que a ellos, recurren a la ayuda de un sacerdote para que bendiga la casa y destierre a las malignas presencias. Javier incluso con simplemente pensarlo se ruboriza. ¡Cómo iba a suponer que algún día él, que nunca estuvo muy apegado a nada que tuviese que ver con la religión, iba a recurrir a ella!.

Pero no veían ninguna otra opción posible. Así que fueron a la iglesia y solicitaron la atención de uno de los sacerdotes, el primero que vieron para contarle el gran problema que tenían.

El sacerdote por supuesto ya estaba en antecedentes porque lo ocurrido había sido la comidilla del  barrio, y también  había salido en  las  noticias como hecho insólito del  canal local  de  TV, seguramente buscando audiencia. También había sido escuchado en la radio, e incluso en algunos de los periódicos gratuitos. Para los de tirada nacional se puede suponer que esos hechos no eran considerados noticiables por increíbles.

El caso es que el sacerdote les estuvo escuchando con toda la atención debida hasta que llegó el momento en el que le pidieron que fuera a bendecir la casa. El “emisario de Dios” nunca había pasado por un experiencia igual y quedó callado, momentos después, y cuando digirió lo que le acababan de pedir, únicamente les respondió que volvieran al día  siguiente. Debía meditarlo  y consultarlo con sus altas  esferas eclesiásticas. Su petición de auxilio no era nada habitual y por él mismo no les podía confirmar nada.

 

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