Siempre estaré en ti

SIEMPRE ESTARÉ EN TI

Ya siempre estaré en ti
porque en tu pecho me llevarás,
te entrego el único tesoro que tengo
me da miedo y no quiero pensarlo más...

Juré estar contigo en la alegría y la tristeza,
amarte en la salud y la enfermedad,
que por ti y tu amor daría mi vida,
y hoy sabrás que no mentía, decía verdad.

Tu corazón fue poco a poco aniquilándote la vida,
sin piedad, él cada día te abatía más,
semanas interminables postrada en una cama,
de éste, o de cualquier otro hospital.

Cuantas noches hemos pasado aquí juntos,
cuántos lamentos tuyos tuve que consolar
con nuestras manos entrelazadas y,
cuando tú por fin te dormías,
yo entonces podía romper a llorar.

Mis manos todas las noches posaba sobre tu pecho,
amargamente le rogaba a tu necio corazón,
le suplicaba que por favor no te matara,
pero igual que necio, era insensible,
y jamás él me escuchó.

Pasó el tiempo y comenzabas a tocar fondo,
te rendiste, no te quedaban fuerzas para más.
ese corazón sano nunca llegaba
y el tuyo lentamente te estaba diciendo que era el final.

Tanto te quería, que no podía verte sufrir así,
Si morías, yo tampoco sobreviviría,
así que con miedo, con mucho miedo,
decidí que mi corazón sería para ti.

Y mientras temblando esperaba a la muerte,
con mi último hálito de vida escribí mi voluntad,
mi corazón sería para ella,
que la vida sin ella, vivirla, me daba igual.

Abrazado a ti, la muerte vino a buscarme,
ya sin miedo y sin temor con ella me quise ir,
tu alma quiso abandonar tu cuerpo y venirse conmigo....
pero no era tu hora, tú...¡tenías que vivir!

Descansa y no llores más amor mío,
duerme, que pronto tu sufrir terminará,
volverá a sonreírte el destino,
tu vida, por muchos años ha de perdurar.

Mi corazón transplantaron en ti,
y latió con una fuerza descomunal,
no hubo rechazo, éramos un mismo cuerpo,
y él en ti, encontró el más dulce hogar.

En una mezcla de tristeza y alegría,
al despertar comenzaste a llorar,
sentiste que me llevabas dentro de tu pecho,
que con mi vida, te demostré lo que era amar.

Desde aquí arriba siempre te miro,
y sonrío cuando veo qué alegre estás,
mi amor por ti fue siempre tan profundo,
que ni la muerte pudo hacérmelo olvidar.

A veces elevas tu mirada al cielo,
yo no puedo saber lo que piensas,
pero sí oigo, que susurrando dulcemente dices:
Cariño mío..., cuánto te quise, y cuánto te quiero.

Y cuando la silenciosa figura pase a tu lado,
y nuestro corazón sepa que ya ha llegado el momento,
volveremos a ser otra vez dos almas,
unidas para siempre en un mismo cuerpo.

 

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