Perro Callejero


Herido vas sangrando por la calle,
nadie se para a atenderte,
una piedra que alguien lanza,
encontró la diana en tu frente.


De la herida tu sangre brota y, aun así,
desdichado de ti, tú te acercas a la gente.
No entiendes que nadie te ayude,
que tan inhumanamente te abandonen a tu suerte.


El dolor hace presa en tu entrañas,
pero ellos se vuelven, no quieren verte,
sientes que todo se está ya acabando,
que, esa sangre, es la última que viertes.


En el último instante de tu vida,
con tristeza tu mirada diriges a ellos,
sabes que acaban de enterrar su futuro,
el futuro eras tú, que un día quisiste nacer perro.


Y perro callejero sin más naciste,
sin eso que los humanos llaman pedigrí,
eso que da derecho a tener un amo,
eso que da derecho dignamente a vivir.


La calle fue tu única amiga,
como único techo tuviste el cielo,
siempre buscando entre la basura
algo que poder comer en esos fríos inviernos.


Nunca pudiste jugar con nadie,
nadie jamás te acarició,
en su lugar sólo recibiste patadas,
del típico borracho que existen en cualquier lugar.


Mísero de ti, tú siempre confiando,
siempre dando otra última oportunidad,
intentando encontrar en el ser humano
cualquier leve indicio de humanidad.


Ya estás cansado de tanta lucha,
no puedes soportarlo más,
al cielo pides volver a ser quien eras,
y mostrarle al mundo tu cruel verdad.


Que poco a poco han ido lapidando su futuro,
que por fin llegó ya la hora de pagar,
que vas a cortar por lo sano
tan cruel, inútil, e innecesaria maldad.


Quizás puedas volver a nacer algún día
en otro lugar donde sí encuentres bondad,
pero ya no serás ese perro callejero
que la gente odiaba cuando veía pasar

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