Vladimir Drakulinski, una historia de vampiros - Final

VIII. La vidente Blasa

¿Qué podía hacer? ¿Dónde buscarla?. Vladimir recordó que en uno de sus accidentados vuelos, vio una casa que en la fachada rezaba un anuncio que decía textualmente: “Si no encuentras lo que buscas, yo soy la vidente Blasa, no te asustes y pasa”. Vladimir no tenía nada que perder aunque el tema de acudir a una vidente le pareciera una estupidez, pero había agotado todos sus recursos, y si dirigió hacia allí. Cuando llegó, su sangre y la que había ingerido se congelaron de repente aunque la temperatura ambiental estuviera a 37º centígrados. El chirriar de la puerta al abrirse le cortó más aún la entrecortada respiración que ya llevaba. Nunca había visto un lugar tan tétrico. Sus alas tan acojonadas como el resto de su cuerpo apenas eran capaces de sostenerle en el aire. De hecho no le sostuvieron, y nuestro vampirín cayó en picado sobre ese gélido suelo animado. El suelo en cuestión estaba animado por la más variopinta fauna acojonadora del lugar, serpientes, viudas negras, ciempiés, lagartos de catorce kilos, y una lagartija canija que no se sabe por qué pululaba por allí. La vida terráquea de nuestro vampirín Vladimir corría serio peligro. Aquella horda de tenebrosos animales reptadores lo iban arrinconando poco a poco contra una pared inundada de telarañas del tamaño de un edredón nórdico. A Vladimir le rechinaban hasta los intestinos. Cuando parecía que el final de nuestro Vladimir iba a llegar de la mano de alguna de aquellas criaturas, algo impensable ocurrió, Vladimir, al sentirse acorralado y presa del pánico, cambió el semblante simpaticote al que nos tiene acostumbrados por un terrible aspecto amenazante. Con los ojos enrojecidos fuera de sus orbitas, y su boca abierta rabiosamente, fue en busca del enfrentamiento con toda aquella maléfica plebe reptadora. Sus afilados colmillos la verdad es que impresionaban, y no hizo falta que combatiese porque sus enemigos captaron rápidamente su mensaje. Aunque Vladimir no recordaba su procedencia ni quién era realmente, aquellos animales sí que se percataron que aquel ser que tan torpemente volaba era alguien a quien había que tener mucho respeto por no decir miedo, y poniendo pies en polvorosa presos de un oportuno y lógico instinto de supervivencia, abandonaron aquel lugar, todos menos la lagartija canija, y una vieja viuda negra que le dio un síncope del susto.

    Vladimir poco a poco fue recuperando el sosiego. Todo signo de ira fue poco a poco desapareciendo comenzando a relajarse su cuerpo. La tensión arterial que se le había subido por las nubes comenzó también a normalizarse. El ritmo cardiaco se estabilizó en ochenta pulsaciones, y su respiración por fin dejó llenar completamente de aire sus ambos dos pulmones. Sin perder más tiempo se fue en busca de la tal Blasa. No tardó en encontrarla. Estaba sentada en una sala en penumbra justo enfrente de él. Vladimir pensó sobre la posibilidad de que estuviera siendo víctima propiciatoria de algún malévolo juego de rol. Blasa era una mujer ya entrada en siglos con cara de malas pulgas y una voz claramente tomada por el abuso incontrolado de alcohol etílico y las drogas de diseño. Blasa le dijo a Vladimir: ¿Quién eres tú y qué haces aquí?. Bien es verdad que al principio lo que quiso decirle fue: ¿Qué hace un chico como tú en un sitio como este? pero Blasa dejó esa genial frase para que a alguien se le ocurriera cantarla en un futuro no muy lejano. Vladimir lo primero que pensó es que la idea no iba a resultar todo lo satisfactoria que creía, ya que era evidente que la vidente no veía más allá de sus kilométricas y brujescas narices. Tenía delito que la tal vidente Blasa le preguntara quién era. Pero ya que estaba allí y había pasado por aquel terrorífico episodio lo intentaría.

Vladimir – Mire Blasa, es que quería saber si puedes ver dónde puedo encontrar a Natasha.

Blasa - ¿Natasha? ¿Quién coño es Natasha?

Vladimir -  (Joder con la vidente) , Natasha es una vampiresa y no sé dónde puedo encontrarla, así que como tú eres vidente…pues a ver si la ves.

    Blasa la vidente, tras unos momentos de silencio sepulcral, y de haberle demostrado a Vladimir que era gran experta en la hábil utilización de los dedos pulgar e índice de ambas manos para la elaboración de sendas pelotillas nasales, y en la voluntaria expulsión de algún que otro mágico y oloroso pedo, se puso manos a la obra. Con Vladimir no iba a utilizar el método tradicional de adivinación. Apartó las cartas de su lado, y en su lugar sacó el juego de la oca y tiro porque me toca, diciéndole a Vladimir que según fuera transcurriendo la partida le iría informando sobre lo que él quería saber. La verdad es que a Vladimir este método no le acababa de convencer, pero pensó también que como la experta era Blasa sabría bien lo que debería de hacer.

    Vladimir cogió su cubilete y el dado tirando muy decididamente. Tras dar el dado medio millón de vueltas, vio atónito que le había salido un uno nada más. Movió ficha pero claro, con un uno poco le podía decir la vidente, así que le dijo que repitiera la jugada que ella era una vidente y no Santa Teresa de Jesús. Vladimir volvió a tirar si cabe con más convicción que antes, quizás esperando que le saliera un trece a ver si por lo menos tiraba otra vez para que le llevara la corriente, pero nada, ahora el dado juguetón mostró en su cara superior un menos uno, y Vladimir tuvo que salir nuevamente de su casa. Así se tiró Vladimir dos horas, y nunca consiguió caer en un oca ni jamás tiró porque le tocara. Blasa la vidente no sabía qué decirle. Era la primera vez que le ocurría eso en su dilatada carrera adivinatoria. Lo único que le venía a su vidente mente era que aquel vampiro lo llevaba crudo, pero fue bondadosa y se lo calló. Veía tan desesperado a Vladimir que no tuvo valor para hacerle partícipe de su corazonada, en su lugar le dijo que no desesperara, que no hay mal que cien años dure.

     Vladimir se alejó de allí cabizbajo y meditabundo. Aquello tampoco había servido para nada. Poco a poco, y quizás debido al stress ocasionado por tantos acontecimientos vividos, Vladimir fue cayendo en una extraña forma lúcida de somnolencia a la que él se entregó plácidamente. Vladimir vio como espectador de excepción entre nebulosas imágenes a un altivo y señorial ser a lomos de un arrogante alazán, galopaba como alma que lleva el diablo. Vladimir sin saberlo estaba siendo testigo de unos acontecimientos que marcarían el desenlace final del porqué de su existencia, y la contestación a tantas y tantas preguntas sin responder que le habían estado acosando durante su vampiresca vida terrenal.

 

IX. El desenlace

 

Vladimir, inmerso en aquella extraña experiencia, vio como aquel majestuoso personaje se dirigía a una humilde casa que iba apareciendo poco a poco en el horizonte. En aquella casa había postrada en una cama una hermosa mujer que amargamente lloraba. Sus ojos mostraban que una gran pena la ahogaba. Mirada de años y años de sufrimiento en soledad. Cuando aquel hombre entró a aquella estancia la mirada de ella cambió. Aquellos ojos dejaron de llorar. Él se arrodilló ante ella y le pidió perdón por tanto dolor que le había causado.

    Mucho tiempo atrás y sintiéndose engañado, este hombre al que ella llamó “Mi querido Conde Drácula“, arrebató del regazo de su madre el fruto de una equivocación de juventud. Drácula como señor de aquel condado, para borrar cualquier rastro de aquel engaño y que la estirpe de hasta aquel momento su mejor amigo no se perpetuara en sus dominios, ordenó que cuando la hija de aquella traición naciese, fuese entregada a una raza nómada que muy de tarde en tarde se dejaba ver por allí. Nunca deberían decirle ni a él ni a ella a quién fue entregada, y dictó un bando por el cual aquella misma raza nómada jamás volvería por allí con la velada amenaza de rebanarle sus nómadas gaznates. Aparte de esto fueron recompensados muy generosamente.

    Drácula cegado por el odio fue intransigente, a ella la desterró a vivir una vida en la más absoluta pobreza y repudiada por todos, y para con su mejor amigo hasta aquellos momentos, no tuvo ningún tipo de piedad, fue encarcelado hasta que murió algunos años más tarde.

    Aquella mujer sin apenas un hálito de vida y herida de muerte por sus más encarnizados enemigos los humanos, aún tuvo fuerzas para decirle entre susurros algo a su querido por siempre Conde Drácula. Sabía que el remordimiento nunca lo dejó vivir, y en una última muestra de su amor por él le dijo:

    ―Mi querido Conde. He pagado muy caro aquella equivocación que cometí siendo tan joven, por eso jamás te pedí clemencia ni amparo cuando tanto te necesitaba. Nada volviste a saber de mí hasta el día de hoy. Día en que sin miedo espero pacientemente mi muerte, pero mi querido Conde, mi hija no tuvo ni tiene ninguna culpa, y desde el día de su nacimiento no la he vuelto a ver. No sé qué fue de ella. Si vive, o si ha corrido la misma suerte que hoy corro yo. Doy todo mi sufrimiento por bueno si la buscaras y cuidases para siempre de ella―.

    Drácula posó su mejilla sobre el pecho de aquella mujer a la que siempre amó, y le juró llorando desconsoladamente que la encontraría aunque tuviera que remover cielo y tierra. Drácula estuvo durante largo tiempo en aquella amante postura hasta que un último suspiro de aquella mujer le indicó que había dejado para siempre ese mundo, Drácula se incorporó y  contempló cómo su amada se había ido mostrándose en sus labios una tierna sonrisa, Drácula llevado de una rabia y un dolor incontenible se transformó convirtiéndose en un amenazante y terrorífico vampiro. Su poder se hizo patente en esos instantes. El cielo se tornó negro. Las nubes se cerraron, y una aterradora tormenta sin fin asoló todo su reino durante años y años.

    Drácula por más y más que la buscó nunca llegó a dar con ella. Un día en el que quizás alguien superior a él se compadeció de tanto sufrimiento, entrando en sus sueños le mostró que él nunca llegaría a encontrarla. Ella fue víctima del rencor que él sintió hacia su madre, y sólo el destino, y de igual manera sólo un hijo suyo podría encontrarla si es que aún vivía.

    De repente aquella ventana abierta hacía el pasado se cerró para Vladimir, pero algo cambió en él. Cuando el gallo comenzaba a desperezarse y entonaba sus primeros cánticos, Vladimir puso rumbo a babor hacia su litera de arriba para su reposo diario. Esta vez ni siquiera fue volando torpemente, al contrario que lo que siempre ocurría, esta vez el cambio a su otro yo no le sorprendió. El cambio se fue produciendo mientras pensaba y pensaba en lo que hasta esos momentos había sido su vida. Comprendió que su libertina vida no le había aportado nada, que estaba vacío. Él que tan bien se lo había pasado, y que nunca le había importado nada, ahora era víctima de su propio proceder. Estaba solo sin nadie que le consolara. Sin nadie que volara (no tan torpemente como él) a su lado bajo al amante manto de la luna. Ahora que era la primera vez que realmente estaba amando, se hallaba ante un oscuro abismo de preguntas sin respuestas. Un túnel al cual la luz no llegaba. Vladimir notó como sus ojos dejaban escapar algo insólito que nunca antes le había ocurrido, eran lágrimas, Vladimir se sonrojó, ¿Cómo era posible que un vampiro de tan alto standing estuviese gimiendo de esa manera?. Miró con cautela hacia todos los rincones de la habitación por si alguien le estuviese observando. Cuando comprobó la estupidez de esas miradas, ya que allí bien sabía que no había nadie, rompió a llorar a lágrima viva. Entre llanto y llanto Vladimir analizó concienzudamente la experiencia que había vivido. Se percató del hecho que aquel majestuoso ser había cambiado su apariencia física y se había transformado de humano a vampiro como él a voluntad, es más, él sabía que aquel ser era alguien muy cercano, lo sentía así, ¿Podría él transformarse a voluntad también?. Entre variados sniffes y pensando en esto se quedó por fin dormido.

    Nuestro vampirín había cruzado la frontera. Cambió drásticamente de una aparente y casi eterna adolescencia a una sorprendente madurez vampiresca. Mayor fue la sorpresa de su ilustre padre el Conde Drácula, testigo de excepción de este hecho, y que nunca pensó que su querubín llegaría a enterarse de la trágica historia de aquella manera, pero este hecho le sumió en una profunda felicidad. Quizás pronto su eterno sufrimiento llegara a su fin, y Vladimir, su querido vástago, aunque de momento no había atado cabos, cumpliría la misión por la cual fue enviado a vivir en la tierra.

    Vlade, también despertó de manera diferente a la de otros días. Hoy se encontraba lleno de fuerza y vigor. Tenía ganas de comerse el mundo. Su última experiencia onírica le había abierto las puertas del saber. Había visto a Vladimir con claridad en su sueño. Hasta ese momento siempre había recordado escuetos detalles que nunca podía relacionar, pero ahora sí, ahora sabía que ese vampiro tenía mucho que ver con él y con su vida.

    Como cada día fue a impartir sus clases. Estaba ansioso por encontrarse con Nadia, ésta, mientras le observaba en el aula magna, notó algo extraño en él, notó como si de su interior algo o alguien quisiese salir.

>> Vladimir ese día aunque no pudo evitar la transformación, se resistió a entrar en ese letargo diurno. No quiso dormirse ni de coña. Estaba demasiado nervioso para conciliar el reparador sueño de todos los días.

    Nadia era conocedora de este hecho pues a diario le ocurría a ella, inclusive lograba mentalmente vislumbrar la vampiresca silueta de Vladimir intentando emular al majestuoso ser (su padre) cuando en sueño lo vio transformarse a voluntad en humano y vampiro indistintamente. Vladimir nada podía hacer, no era su padre, único ser que tenía ese privilegio. Él, una vez que se veía forzado a transformarse en humano, debía esperar a que ocurriese lo contrario, así debería de ser y así sería por siempre.

    Sin saber por qué, Vladimir desde el interior de su forma humana se vio forzado a mirar a aquella mujer. Tenía la sensación de que ella podía verlo. Aquello hizo que Vladimir enfilase sus ambos dos ojos hacía donde se encontraba. La mente de Vladimir ya se encontraba totalmente abierta. Ya no había trabas que le impidieran ver más allá. Su vampírica mirada penetró tanto en el cuerpo como en la mente de Nadia, y su pequeño corazón comenzó a latir con una fuerza descomunal. Nuestro vampirín no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Aquella humana llevaba dentro de su ser a su amada  Natasha. La veía claramente. Estaba dormida e irradiaba paz y quietud. Parecía encontrarse a gusto dentro de aquel cuerpo, no como él, que estaba que se subía por las paredes intentando salir de aquella cárcel humana. Vladimir tenía que salir de allí como fuera. Sin pensárselo dos veces, Vladimir cogió carrerilla y furibundamente como si le hubieran puesto un petardo en el culo, se lanzó a romper esa barrera que le tenía retenido. El ostión que se pegó contra no se sabe qué fue de órdago. De sopetón se le quitaron las ganas de volver a intentarlo, pero había llegado su momento. Por fin tenía localizada a su platónica amante vampiresca y ya no la dejaría escapar. Vlade entretanto seguía impartiendo sus clases ajeno a todos los acontecimientos que se estaban produciendo.

    Un esperado sonido acústico indicó a Vlade que las clases habían finalizado. Como siempre Vlade esperó fuera de la universidad a Nadia, y juntos abandonaron las inmediaciones ante las cotillas miradas tanto del profesorado como de las celosas compañeras.

    Nadia sintió que Vlade ese día estaba distinto. Lo veía más seguro de sí mismo que en anteriores ocasiones, y le preguntó por el motivo de esa euforia contenida. Vlade como siempre no tuvo ningún problema en sincerarse con ella aunque antes la avisó que seguramente no se lo creería pues le podría tomar por un alucinado, e incluso, y  por qué no, sentir miedo hacía él. Ella le dijo que era la persona más cuerda que había conocido, y que podía contárselo con total tranquilidad. Vlade le dijo que una luz por fin había iluminado su oscuro horizonte, y que tenía alguna noción de lo que le ocurría. Ahora se explicaba lo de sus problemas con la sangre. Lo de sus extraños sueños, y lo de tantos y tantos sucesos que en su vida le habían ocurrido. Creía sin saber por qué, y aunque pareciera increíble, que él era dos seres a la vez compartiendo una misma existencia. Ligeramente sonrojado continuó diciendo que pensaba que su otra parte era un vampiro.

    Esperando la reacción de Nadia permaneció callado durante algunos instantes, al contrario de lo que pensaba, Nadia aunque fingió estar sorprendida, le dijo que si él tenía esa corazonada debería profundizar sobre ella y hacer todo lo humano y divino para asegurarse que estaba en lo cierto. Ella estaría siempre a su lado apoyándole ocurriese lo que ocurriese. Miedo no le tendría de ser cierto lo que pensaba. Vampiro o no, ella estaba enamorada y nada ni nadie podría cambiar eso.

    Mientras decía esto, Nadia seguía viendo a nuestro vampirín preferido con una cara de enamorado gilipollas que para qué. Vladimir, no en vano, estaba a un palmo de su dormida Natasha. Vladimir veía estrellitas revoloteando sobre su cabeza pestañeando de una manera muy intensa y sensual mirando hacia su amor.

    Vlade y Nadia se despidieron fundiéndose en un enamorado abrazo. Cuerpo con cuerpo y alma con alma se entregaron a un corto pero intenso morreo humano. Vladimir alargó sus zarpas y casi pudo tocar a Natasha, pero he aquí que la separación de Nadia y Vlade le impidió siquiera intentarlo. Vladimir miró de muy malas pulgas a Vlade mientras se alejaban de sus respectivas amadas. En esto Vladimir llevaba la peor parte porque por lo menos Vlade podía tocarla, besarla... pero él se tenía que joder y aguantarse viendo cómo se alejaban.

    Sin perder tiempo, Vlade se dirigió a la biblioteca municipal y pidió a la empleada que le abasteciera de todo el material que tuviera sobre vampirismo, vampiros, o cualquier cosa que tuviera o tuviese colmillos. Vlade dejó su vida de lado, y sin importarle ni el tiempo ni el espacio se puso concienzudamente a leer todo el material que le entregaron. Estuvo leyendo días y días hasta empaparse de aquella inmensa cantidad de publicaciones que trataban sobre el tema, y sacar sus personales e intransferibles conclusiones, que pasaban por volver a la consulta del eminente psiquiatra Dr. Freudoski. Estaba dispuesto a que le efectuara nuevamente otra regresión, pero esta vez tenía buenas sensaciones al respecto.

    >> Vlade ignoraba que a esta regresión Vladimir no iba a poner ningún tipo de impedimento como ocurrió en la vez anterior, y que inclusive, daría facilidades para ser abordado.

    Vlade llamó urgentemente al Dr. Freudoski y concertaron una cita para ese mismo tarde. Vlade llegó a casa y le contó a su madre, al igual que anteriormente había hecho con Nadia, todos sus pensamientos e inquietudes. Dª Vladimira sintió en sus adentros y en sus afueras que muy pronto todo se iba a solucionar.

    Vlade llegó a la consulta y tras escuchar su nombre por megafonía accedió al encuentro del eminente psiquiatra. El Dr. Freudoski tenía sus serias dudas sobre el buen fin de aquella nueva regresión, ya que aunque le dio ánimos en la primera que realizaron, sabía que había encontrado una oposición muy fuerte dentro de Vlade, éste, tras hablar un breve espacio de tiempo con el doctor, fue invitado a tumbarse cómodamente en el regresivo diván. Vlade se relajó mientras escuchaba las instrucciones pertinentes. 1tras esto, el Dr. Freudoski le dijo a Vlade que fijara la vista en el movimiento pendular del péndulo al son de una relajante música ambiental interpretada por Vangelinski, que previamente había puesto la auxiliar de clínica del eminente psiquiatra.

    Vlade empezó a notar como su cuerpo se hacía pesado, pesado, cada vez más pesado  La voz del Dr. Freudoski estaba empezando a invadir su subconsciente tranquila y lentamente. Sin prisas, el doctor siguió a rajatabla las directrices de un Best Seller publicado por su insigne mentor, el también insigne profesor Aristotelovich, que trataba sobre la inducción a la hipnosis, y que se titulaba en su lengua nativa “laus impacientis sumus, natis bonus traerum”, que más o menos traducido al castellano moderno venía a decir algo así como “las prisas no traen nada bueno”. A todo esto, a Vladimir le importaba un carajo, estaba de los nervios esperando que al eminente psiquiatra, y a su voz, le saliera de los cataplines llegar de una vez a él. Hacía esfuerzos sobrehumanos para salir a recibir él mismo a aquella monótona y tediosa voz. De golpe y porrazo Vlade traspasó el umbral de su humana existencia. El Dr. Freudoski fue consiguiendo que Vlade fuera visitando distintas etapas de su vida. Como si de un visionado de una película en asientos VIP se tratara, imágenes de esa dualidad que había en su interior, y que siempre ignoró, se iban mostrando frenéticamente ante él. Ante tal cúmulo de electrizante información, el cuerpo inerte de Vlade comenzó a convulsionarse. Las últimas directrices del Dr. Freudoski fueron que regresara al día de su nacimiento.

    El Dr. Freudoski interrumpió momentáneamente la regresión pues temió que no pudiera hacerlo volver, temiendo inclusive por su vida. Vlade susurraba palabras inconexas y carentes de todo sentido para el honorable doctor. El doctor no sabía qué estaba ocurriendo. Nunca antes había sido testigo de hechos semejantes. Intentó utilizando todos sus conocimientos que aquello acabara. Estaba sintiendo verdadero miedo. Los desgarradores gritos de Vlade rompían el silencio de aquella habitación. No paraba de repetir Natasha, Nadia, Vladimir, ¿quién soy?, noooooooo. De pronto todo aquel maremagnum de amargos sollozos se tornaron en una paz y quietud difícilmente narrable. Vlade por fin quedó en calma, y el doctor seguía sin poder salir de su asombro.  No sabía por qué y a cuento de qué aquello había ocurrido. Vlade por fin había comprendido y había encontrado la paz espiritual que había buscado durante toda su vida.

    Vlade yacía recuperándose placenteramente sobre aquel diván con el total desacuerdo por parte de su otro yo. La impaciencia no lo dejaba vivir encerrado allí en el cuerpo de Vlade. No hacía nada más que ir de arriba para abajo con las garras asidas por detrás vociferando improperios nada dignos de un vampiro de tan alto rango, pero estaba impaciente porque llegara la noche. Sabía que la forma de encontrarse con Natasha era no perder de vista a Nadia, y para ello necesitaba la inestimable colaboración de su otro yo para reunirse con ella. Pero parecía que Vlade no estaba por la labor pues no se despertaba aun cuando el Dr. Freudoski no hacía nada más que decirle:

Vlade, cuando cuente tres despertarás plácidamente, a la de una, a la de dos, y a la de tres, despierta Vlade

    El doctor contó todos los números habidos y por haber, y lo único que consiguió fue que sonrientemente Vlade le dijera, Nadia...te quiero.

    De repente Vlade despertó por sí solo. Su rostro mostraba claramente la satisfacción que sentía. Ya lo sabía todo. Ya sabía que Vladimir y él eran dos partes de un todo.  También sabía cuál era su procedencia. No le hacía mucha gracia eso de convertirse en Vladimir, pero contra eso no podía hacer nada aunque esa no-aceptación en la transformación fuese un sentimiento mutuo y compartido por ambos, pero era algo con lo cual tenían que convivir de la mejor forma posible.

    Vlade agradeció previo pago de su importe la inestimable ayuda del eminente psiquiatra Dr. Freudoski, y se dirigió a casa a contárselo a su madre y posteriormente a Nadia. La madre de Vlade, Dª Vladimira Petroskaya, como si lo supiera, salió a recibirle. Por fin iba a tener a su hijo al completo y no por partes como hasta ese día, aunque esas partes aún no se llevasen muy bien hasta ese momento que digamos. Madre e hijo se fundieron en un fuerte abrazo. No hizo falta que hablaran nada, ese tierno abrazo habló por sí solo.

    Vladimir aunque no en cuerpo presente, también quería ser partícipe de este maternal momento, e instó a Vlade y a su madre a que lo tuvieran en cuenta. Dª Vladimira Petroskaya lloró de alegría donde tanto había llorado de tristeza y dijo ―¡Vlade, Vladimir, por fin estamos juntos!―

    Vlade a instancias de Vladimir, le dijo a su madre que debía de irse, tenía que ir en busca de Nadia. Ardía en deseos de contarle todo. Lo que nunca hubiera pensado Vlade era la sorpresa que le esperaría cuando se encontrase con ella.

    Vladimir estaba en un estado de euforia bestial y aunque todavía era de día, sabía que volvería a estar junto al lado de Natasha, pero de repente cayó en la cuenta que nunca habían estado juntos y le acosaron algunas impertinentes dudas. ¿Le gustaría él a Natasha?. Cabía dentro de lo posible que no fuera su tipo. Vladimir desconocía que Nadia, la parte humana de Natasha, era conocedora de todo, e igual que ella, estaba profundamente enamorada de Vlade. Natasha también se enamoraría al primer mordisco de nuestro vampirín. La inicial alegría de Vladimir se tornó en una seria preocupación. Vladimir comenzó a inspeccionarse mentalmente, sopesó sus virtudes y también sus defectos. Para su estupor, sus virtudes no aparecían por ninguna parte al contrario que sus defectos, que estos sí que salían con una facilidad abrumadora. Vladimir estaba perplejo pero no podía atribuirse virtudes que no tenía, o por lo menos él así lo pensaba.

A favor tenía que competencia vampiresca no tenía pues nunca había visto ningún otro vampiro a excepción de Natasha. Esto le hizo tranquilizarse ligeramente. De todas formas, él sabía que la primera impresión que le causara a su amada iba a ser el principio o el final de la inexistente relación hasta esos momentos. Para que esa impresión fuera lo más agradable posible, Vladimir se acicaló, se peinó, se limpió meticulosamente sus alas y el resto de su cuerpo, y para su gusto, quedó bastante decente. Se sentía atractivo. Ojalá y  su amada lo valorara de igual manera.

    Vlade llegó a la casa de Nadia. No le hizo falta llamarla. Nadia ya estaba esperándole. Sus anhelantes miradas hablaron por ellos. Vlade muy nervioso y sin ningún tipo de dudas pudo decirle que efectivamente lo que le dijo en su anterior conversación era cierto. Vlade se quedó de piedra cuando Nadia le dijo que ya lo sabía, que la primera vez que le vio intuyó que él era como ella. Vlade asombrado no daba crédito a lo que acababa de escuchar.

Vlade -  ¡Nadia! ¿Tú también eres como yo?

Nádia - Sí cariño. Soy como tú. He estado vagando sola casi por toda la eternidad buscándote, pero algo o alguien me avisaba que nada te podía decir. Era cosa que debías de averiguar por ti mismo. De haberte dicho lo que realmente éramos quizás te hubiese causado demasiado daño. ¿Por qué crees que nunca me veías de noche?, Vlade, al contrario que vosotros que hasta el día de hoy no erais conocedores de la existencia del otro, yo desde siempre supe quién era de día y quién era de noche. Vlade, no tengo ningún padre enfermo ni ninguna madre que lo esté cuidando, a mi padre nunca conocí, y de mi madre no recuerdo nada. Es como si nunca los hubiese tenido. Tampoco sé de dónde vengo ni porqué debía encontrarte. Siempre supe que lo haría, y ahora sé que mi espera no ha sido en vano. He encontrado la felicidad completa. Mi vida estaba vacía y mis solitarias noches las pasaba vagando sin saber a dónde ir. A partir de ahora el día y noche para mi serán iguales pues estaremos juntos.

>> Lágrimas de felicidad brotaron de los ojos de los enamorados. Vladimir, desde el interior de Vlade, no pudo evitarlo y también comenzó a llorar. Lo había oído todo. Su pequeño corazón ansiaba unirse para siempre al de su amada.

    Vlade y Nadia se fundieron en un amante beso. El día tan feliz estaba a punto de acabar y le daría paso a la noche que por primera vez no les separaría. Estrecharon sus manos, y mirándose a los ojos esperaron plácidamente a volverse a encontrar en esa otra realidad. Sus cuerpos se fueron desvaneciendo poco a poco en la nada hasta que Vladimir y Natasha comenzaron a vivir. Juntos alzaron el vuelo y se perdieron en el horizonte al amparo del esplendoroso manto de la luna.

    Drácula vio cómo los amantes se alejaban. Por fin la promesa que le hizo a su amada en el lecho de muerte la había cumplido. Drácula miró a la luna, esa luna que fue el consuelo de tantas tempestuosas lágrimas derramadas durante tanto tiempo, lágrimas que a partir de ese día permanecerán para siempre en recuerdo de esta historia en su mar de la tranquilidad.

Epílogo

 

Esta es la historia de Vladimir Drakulinski según el libro que encontré de manera “tan casual”. Es difícil saber si todo esto ocurrió. Me gustaría creer que sí lo es. Tras la lectura, cada cual se habrá formado su particular opinión y así es como debe de ser.

 



 

 

 

 

 

 

 

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